Capítulo 18

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— No apagues el auto.

José estaciona en la acera de una calle pequeña y observo el auto de Christian pararse detrás. Idiota, ¿Qué pretendes?

Cuelgo mi suéter en la cabecera de mi asiento y abro la puerta para ir hacia Christian. Camino hasta que veo su expresión seria y tomo la manija de la puerta del copiloto, le hago una seña para que quite el seguro.

— ¿Se puede saber qué haces? – pregunto apenas me siento a su lado.

— Lo mismo quiero preguntarte.

— ¿Yo? Voy a cenar con José, creí que lo sabías. Ahora dime por qué mierdas me sigues.

— ¿Solo cenar? ¿Luego qué, te lleva a su casa? ¿O prefieres un motel en el camino?

— Eres un imbécil, Christian. Lo que yo haga o no con José no es asunto tuyo.

— ¿Entonces si tendrás sexo con él?

— ¿Estás celoso? Te recuerdo que tú no eres nadie en mi vida.

Volteo a verlo con el ceño fruncido, sus manos aún presionan el volante con fuerza hasta dejar sus nudillos blancos.

— Oh, ¡Si estás celoso! – me río – Corazón, no te queda hacer estas escenas.

Giro lo cuerpo hacia él, pero como no me mira tengo que poner mi mano en su mejilla.

— Déjame verte, jamás pensé que te vería de esta forma – acerco su rostro al mío – Te ves muy sexy cuando estás celoso.

Presiono mis labios sobre los suyos en un pequeño beso que no interrumpe. Por un momento él permanece con los ojos abiertos fijos en mi, luego los cierra.

Quito mi mano de su mejilla para estirarla hacia el volante de su auto y cuando he alcanzado mi objetivo, corto el beso.

— Pero José también es muy lindo y está noche tenemos una cita. No me esperes despierto.

Vuelvo a besarlo rápidamente y bajo de su auto a toda prisa. Casi tengo que correr hasta el auto de José y apenas entro le pido que arranque.

— ¡Ya! – vuelvo a gritar.

— ¿Por qué? ¿Qué hiciste?

Apenas pisa el acelerador, bajo la ventanilla y lanzo las llaves del auto de Christian a la acera.

— Gané ventaja para nosotros, ¡ahora piérdelo!

— ¡Rayos!

Mientras nos alejamos veo por el espejo retrovisor que Christian se baja de su auto y corre hacia nosotros. Supongo que vió cuando lancé sus llaves.

— Déjame aquí – señalo una central de taxis – conduce en dirección opuesta.

— ¿Estarás bien?

— Por supuesto, tomaré un taxi hasta el restaurante y luego uno de vuelta.

— Bien, llámame si me necesitas.

Apenas bajo de su auto, voy hasta el taxi y le pido que me lleve. En unos cuantos minutos, ya estoy entrando al restaurante.

— Tengo una cita con el señor Harrison – le digo a la chica de la entrada.

Ella me guía entre las mesas a una en el fondo, dónde Gabriel ya me está esperando.

— Ana, preciosa.

— Gabriel – tomo su mano y besa mi mejilla.

— Siéntate, acabo de pedir un vino exquisito.

— Gracias.

— ¿Y bien? ¿Por qué tanto misterio?

— Papá – me río – Creo que no verá con buenos ojos que me reúna con uno de sus mejores amigos.

— ¿No soy lo suficientemente joven para ti? – me mira con los ojos entrecerrados.

— Creo que el problema es que soy demasiado rebelde para ti. Teme perder a su hombre de confianza y no a su hija desobediente.

— Eso no es cierto Ana, Jason te estima.

— No lo dudo – me esfuerzo por sonreír – Solo que es muy protector. Tuve que decirle que venía a cenar con un amigo para que me dejara ir sin problemas.

— Tal vez te protege de los peligros de la ciudad, hay muchos hombres por ahí que gustan de jovencitas como tú.

— Soy una mujer adulta – le guiño un ojo – Por eso me gustaría tener mi privacidad, sin mi padre vigilando mis salidas y llegadas.

— ¿Y qué has pensado?

— Que necesito un departamento, un trabajo que me permita comprar uno o por lo menos rentarlo.

— ¿Jason no te da dinero? ¿Tienes una cuenta?

— No, todo lo que ocupó lo compro a su nombre. Por eso quiero mi propio dinero.

— Habla con él, dile que quieres trabajar. Yo me encargaré del resto.

— ¿De verdad? ¿Lo harías por mi?

— Por supuesto, preciosa.

Gabriel toma mi mano por encima de la mesa y sonríe de una forma que me ocasiona escalofríos. Tengo que recordar que todos los hombres de Jason podrían delatarme o peor aún, usarme de nuevo para acceder completamente a su fortuna.

— Hay algo que quiero preguntarte y me disculpo si soy demasiado directo, pero necesito saberlo... ¿Tú y Christian...?

— No hay nada entre nosotros, si es eso lo que quieres saber. Nuestro matrimonio se anuló y es como si nunca nos hubiéramos casado.

— ¿Entonces no hay problema si te invito a salir de nuevo?

— No debería haberlo – le sonrío – pero por si las dudas mantengámoslo en secreto.

Gabriel asiente con la mirada fija en la mesa. Estira una sonrisa forzada en sus labios y acaricia mi mano como si tratara de reconfortarme.

— Una deliciosa cena – digo cuando hemos terminado nuestros platillos.

— Una compañía excelente – vuelve a sonreír divertido – ¿Te llevo a casa?

— Tomaré un taxi, no te preocupes.

— Preferiría llevarte yo mismo a tu casa.

— Pronto – muerdo mi labio inferior – Cuando tenga mi propio departamento y papá no pueda vigilarme.

— Bien. Lo dije en serio, menciónale lo del empleo y yo me encargo del resto. Seguro tienes un fideicomiso del cual puedas echar mano.

— Ojalá – cruzo mis dedos para darme suerte.

— Te acompaño.

Harrison se encarga de pagar la cuenta y le pide a la camarera que llame a un taxi para mí. Ella regresa al cabo de unos minutos y me indica que está aquí.

— Gracias por todo – él abre la puerta del auto para mí – Fue una velada maravillosa.

Me acerco para besar su mejilla y él sonríe.

— Gracias por la fabulosa compañía.

Entro al auto y cierra la puerta. Se acerca con el conductor para darle la dirección de la casa de Taylor y extiende un billete hacia él.

— Buenas noches, Ana.

— Que descanses, Gabriel.

Le mando un texto a José para avisarle que ya voy a mi casa y que él también pueda descansar.

El taxi estaciona frente a la casa y bajo con cuidado para cruzar la calle. Un auto se encuentra junto a la reja, así que me acerco a golpear su ventanilla.

— Buenas noches, Christian.

Vendetta: El Plan Perfecto (Versión Fanfic)Where stories live. Discover now