XVII

32 7 0
                                    

Llegamos a las 100 lecturas, gracias a eso les publicaré hoy otro capítulo.

Disfruten, besos.
***

"La vida vale la pena, por esos momentos inesperados de intensa felicidad que no podemos hacer nuestra del todo, ni retenerla mucho tiempo".

Así pasamos un rato, no me suelta, no lo suelto y me desahogo con el. Decirlo si fue un poco más liberador, aunque no quiero que me vea con lástima.

-Em, cariño- dice al ver que ya me tranquilice, con una voz suave y tierna- no puedo creer que hayas pasado todo eso- y ahí viene la lástima. Me separo rápidamente de él, ha arruinado el ambiente.

-No digas nada, no es necesario.- me mira sorprendido por mi cambio de humor, pero en serio no quiero su compasión o lástima.

-Emilia ¿Qué te pasa?- dice calmado.

-No hagas como que me entiendes, no necesito tu lástima- digo exaltada.

-Emilia cálmate, no me das lástima, me siento impotente por no haber cuidado de ti.

-¿Cuidar? ¡Ja! ¿Como vas a "cuidar" de mí, si apenas me conoces? ¿Como vas a "cuidar" de mí, si vives tratándome mal? Además ya estoy lo suficientemente mayor para cuidarme por mi misma.

-Si, sabes cuidarte tan bien que un psicópata te persiguió, te acorralo y casi te mata. No me hagas reír tu a mí.

Y así se fue la paz que habíamos experimentado hace cinco minutos.

-¿Y qué? ¿Qué te importa a tí si me mata o no? No es problema tuyo, más bien es mejor para tí, así tienes que pagarle a una persona menos.

Se acercó peligrosamente a mí, acorralandome contra la pared.

-Si es problema mío. Es problema mío porque tú me importas, porque siento una inexplicable atracción hacia ti que no me deja alejarme.

-Claro, después de decirme inmadura, después de decirme que no me sé cuidar vienes a hablar de atracción ¿Que te atrae de mí? ¿La torpeza que me caracteriza? ¿Lo estúpida que soy, por no saber cuidarme?

Pega un grito que me hace sobresaltar.

-¡No lo sé! ¿Bien?- dice frustrado agarrándose el cabello, ya me dejó respirar en paz sin alterarme por su cercanía- no se que me atrae, intento averiguarlo, ponerle nombre a esto, pero es tan confuso que lo único que hace es frustrarme.

-Tu naciste confundido- susurro. Y tal como lo deseaba no me oyó

-No puedo decir que te quiero, eso sería estúpido, me caes bien, me agrada tu cercanía, tu personalidad, tu sinceridad, tu crudeza al decir las cosas. Me siento reconfortado al saber que si me equivoco no vas a tener pelos en la lengua para decírmelo.

«No puedo decir que te quiero, porque eso sería ponerle nombre a ésto que empiezo a sentir.»

Me dejó muda, no esperaba que dijera eso.

-No te digo que me correspondas- sigue hablando, al notar que no se que decir- no te estoy obligando a nada, simplemente ya me cansé de hacer las cosas mal, quiero empezar bien. Quiero que este sea nuestro punto de partida, quiero enmendar esos errores que cometí, no te pido una relación, sería dañar en un segundo lo que quiero construir.

-Empecemos con una amistad, señor Carter.

Me mira sonriendo de lado.

-¿Es un trato, señorita Revees?- dice extendiendo la mano.

-Es lo que tú quieras que sea- me mira sorprendido.

-Ohh, eso sonó a promesa. Le tomaré la palabra, no se queje después.

-Bueno señor Carter, un placer haber hablado con usted, pero tengo un jefe amargado y si se entera que no estoy trabajando seguro me despide.

-Yo meteré las manos en el fuego por usted señorita Revees, igual es mejor prevenir que lamentar. No le quito más tiempo, puede irse.

Y así, sin más, salí de su oficina, con una sonrisa tonta. Quizás me arrepienta, quizás el no sea la persona indicada, quizás me lastime, quizás llore, sufra; pero eso no hará que me arrepienta.

La vida se trata de eso, de los momentos que pasamos, del camino que recorrimos para llegar a la meta ¿De que sirve haber triunfado sí no disfrutamos los pequeños detalles?

Los momentos dolorosos sirven para valorar los felices.

Que duela lo que tenga que doler, que sufra quien tenga que sufrir, que llore quien tenga que llorar, porque después de ese instante hay que levantarse, hay que sacudirse las rodillas y levantar la frente en alto. Nadie es más ni menos que otro, todos somos iguales, y si hoy caigo, me levantaré, porque las caídas te enseñan la fortaleza que tienes.

Me dirijo a mi oficina y sin darme cuenta se me va el día, tengo demasiado trabajo pendiente, debo recuperar las horas.

Llegan las 8 de la noche y ya sólo quedan los vigilantes, siento que tocan mi puerta y sin esperar que de permiso, Adam se asoma.

-Crei que te habías ido- le digo.

-No, llevo rato esperándote para llevarte, se que tienes mucho trabajo, pero irás recuperado las horas poco a poco. Ahora ya es muy tarde y debes regresar a tu casa.

Juntos, bajamos en el ascensor, en un cómodo silencio.

Quizás Ésto Sea Un ClichéWhere stories live. Discover now