capítulo 24

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La noche para Mimi no fue de color de rosas a decir verdad. El calentón que arrastraba minutos antes de decidir irse a dormir, y a eso, sumarle el hecho de tener a Miriam vestida nada más que por un tanga, abrazada a ella y ronroneando en su cuello, le hizo cuesta arriba coger el sueño, solo tenía calor, y no precisamente por ser septiembre.

Finalmente el sol se dejó entrever por las ranuras de la persiana, provocando el refunfuño de la granadina, quien llevaba toda la noche sin dormir, aunque para su consuelo, Miriam estaba allí con ella, y aunque no pudiese descansar en toda la noche, se la tiró observando y acariciando el rostro relajado de la gallega, quien sí durmió.

— Buenos días... —susurraba melosa la gallega.

— Buenos días, reina.

— ¿Qué hora es?

— Pues a penas son las siete, duerme un poquillo más.

— ¿Y tú? —preguntaba frotándose los ojos en un intento nulo de desperezarse.

— Yo también. —sonrió.

Y no pasaron más de veinte minutos, cuando, ahora sí, las dos cayeron dormidas entre caricias mutuas, y a pesar del calor de verano, lo hicieron abrazadas.

— ¡Tú, bollo, despierta ya! —sonaba Ricky al otro lado de la puerta, la cual golpeó varias veces.

— Cállate un ratito, anda. —gritaba Mimi mientras buscaba somnolienta a su lado el cuerpo de Miriam. Pero al parecer no, la gallega ya se había levantado.

Mimi odiaba no tener nunca un despertar tranquilo y normal con Miriam, si no era porque las interrumpían, era porque la gallega se levantaba antes de tiempo. Tampoco pedía un polvo mañanero, aunque no le disgustase esa idea, pero no sé... unos besitos y unas caricias para empezar bien el día al menos.

Muy en contra de su voluntad, la granadina se terminó levantando, algo de morros a decir verdad, pero el reloj ya marcaba las dos de la tarde y no entraba en sus planes tirarse todo el día en la cama, al menos no sola.

— ¿Y Miriam? —preguntaba echándose el pelo hacia atrás, al llegar al comedor y ver a su amigo solo.

— Estará en su casa a mí que me cuentas.

— ¿No está aquí? —cuestionaba extrañada.

— No, cariño. —decía entre confuso y apenado por el semblante que se le estaba dibujando a la granadina.

— Qué raro... Le habrá surgío algo, supongo.

— ¿Ha dormido aquí? —la granadina asintió sonriente— Qué hija de puta... —decía mientras sonreía y negaba con la cabeza— Es que no paras, la vas a desgastar...

— Que durmiera aquí no significa que hayamos terminao follando. —el mallorquín la miró incrédulo— No me pongas esa cara porque es verdad, pero bueno, que este no es el tema, ¿hacemos algo esta tarde por favor? —pedía suplicante, necesitaba planes y despejar su mente.

— Yo iba a ir a la piscina de Ana con Roi, creo que también vienen Cepeda y Agoney pero esto no lo sé seguro, vente si quieres.

— De puta madre. —sonrió complacida por el plan.

...

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