capítulo 50

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Miriam lo estaba dando todo bajo la ducha, al ritmo de su lista de reproducción de reggaeton y bachatas.

Siempre que se duchaba le pasaba igual, a parte del tiempo que le dedicaba al cuidado de su pelo, se tiraba bajo el agua, más de una hora, bailando y cantando, y le encantaba.

Le encantaba hasta que le llegaba la factura del agua, claro.

Pero a veces necesitaba aquello, aislarse de todo, concentrarse en sí misma, disfrutarse, relajarse.

— Me arrugo, derrito, por ti lentamente. —le susurraba, inesperadamente, una voz tras su espalda rompiendo toda su tranquilidad del momento.

Automáticamente, con el corazón parado, tensa y por inercia, cogió la alcachofa de la ducha dispuesta a darle un golpe crítico a quien sea que se hubiese atrevido a asaltar su casa.

Hasta que se giró y la vió a ella.

— Eres imbécil. —decía con una mano en el corazón, y visiblemente enfadada— Eres definitivamente imbécil, por no decir otra cosa.

— No me he podido aguantar... —sonreía Mimi, aún a un paso de distancia de la menor, que seguía con la mano alzada y la alcachofa de la ducha en ella.

— ¿Te parece normal? Te podría haber hecho daño Mimi.

— Perdón. —reía— Es que he llegao, y cuando me he dao cuenta de que estabas en la ducha se me ha hecho imposible esperarte en el sofá.

— ¿Y lo mejor era meterte silenciosamente y provocarme un paro cardiaco? —decía incrédula— Estaba sola, creí que eras un atracador o algo peor.

— Perdóname. —se reía, acercándose a ella.

— La última vez. —la dijo de forma tajante con el rostro serio.

— La última. —sonrió, agarrando sus caderas y atrayéndola hacia ella para besarla— ¿Me dejas besarte o me vas a pegar una hostia con eso?— preguntó al ver que la menor aún sostenía, el mango de la ducha, aunque ya no con su brazo alzado.

— Aún lo estoy dudando. —bromeó acercándose a los labios de Mimi, sin tardar mucho más en unirlos— Estás muy guapa, por cierto. —sonrió Miriam por fin, volviéndola a besar, esta vez de una forma algo más intensa.

— Te he echao de menos. —hablaba con su frente pegada a la de la menor, paseando sus manos por los costados de Miriam, de arriba a abajo.

— Y yo, mucho. —suspiraba sobre los labios de la mayor.

A pocos días de hacer un mes si verse, necesitaban tocarse, besarse, sentirse piel con piel, y el escenario no podía ser mejor.

Se quedaron abrazadas bajo el foco de agua, Miriam con la cabeza en el hueco del cuello de Mimi y sus brazos posados en los hombros de ésta, dejando besos húmedos en esa piel que rápidamente reaccionaba a ellos, y Mimi, apretando el cuerpo de Miriam contra ella, paseando sus manos por la espalda de la gallega en todas las direcciones posibles, abarcándola toda con sus manos. Ambas sabían que sus sentidos pedían más, sus cuerpos exigían más.

Miriam salió del cuello de Mimi, mirándola a los ojos de cerca, y leyendo en ellos lo que ésta necesitaba. Finalmente, sin apartar su mirada, ahora con algo más de intención en ella, llevó sus manos al abdomen de la mayor, que sintió aquel tacto suave como una imperiosa necesidad de placer. Sin más preámbulos, Mimi agarró las manos de la gallega, y las guió por toda su piel, las llevó a sus pechos, más tarde a sus caderas, a su culo, animando a Miriam con la mirada a que comenzase a tocarla de una forma más íntima porque no podía aguantar las ganas.

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