capítulo 49

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A Mimi le dolía la tripa de tanto retorcerse de la risa en el sofá.

Llevaba más de una hora riendo sin parar por las cosas que Patricio le contaba.

Tras desayunar, y sin tener que salir de Madrid hasta pasadas las tres de la tarde, como tenía un buen rato para relajarse, no dudó en llamar al chico para disculparse por el panorama de la noche anterior en el baño, y por irse sin apenas despedirse de él, así que entre disculpas le invitó un rato a su casa para tomar algunas cervecillas. El canario aceptó encantado y a la hora acordada se presentó en la ubicación que le envió Mimi, ya que intercambiaron teléfonos la noche anterior.

A Mimi le parecía sanador reírse de aquella forma, y agradecía haber encontrado a Patri para ello. Simplemente había conexión.

Cuando el reloj estaba cerca de marcar las dos de la tarde, el sonido del timbre les interrumpió la anécdota, que esta vez contaba Mimi.

La granadina segurísima de que sería Ricky, que vendría del gimnasio, se levantó a abrir.

Pero para su sorpresa, no era él.

— Hola... —saludaba tímida la gallega.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó sin mala intención la mayor, simplemente sorprendida de verla aún en Madrid.

— Vine a despedirme... Me recogen en una hora.

— Ah, vale, bueno, eh... Tengo visita... —respondió algo tensa.

— ¿Puede esperar sin ti veinte minutos? —comenzó a molestarse la gallega. Vale que la había cagado la noche anterior, pero es que iban a estar semanas sin verse y ella estaba poniendo de su parte para intentar volver a estar bien.

— Si molesto me voy tía, yo no tengo problema... —respondió el canario serio, aunque amable, cuando se acercó a la entrada.

Mimi no pudo evitar estallar en una carcajada a ver al chico con ese semblante.

— No estoy entendiendo nada. —comentaba Miriam.

— Bueno, me piro mejor, ya nos veremos estos días. —sonrió el chico despidiéndose de Mimi con dos besos y un abrazo— Hasta luego, tía. —se limitó a decir simpático para despedirse de Miriam, al pasar por su lado para salir de aquel piso.

— ¿Qué pasa? —preguntó perdida la gallega, al notar la sonrisilla de Mimi— ¿Estás fumada? —volvió a preguntar.

— Puede que un poco. —rió.

— Qué buenas compañías te echas últimamente, ¿no? —ironizó la menor.

— Vas a pasar, ¿o qué?

Miriam algo reticente se adentró en la vivienda escuchando la puerta cerrarse tras ella.

— O sea, ¿qué fumarte un porros con este bien, pero desayunar conmigo no?

— Ay Miriam... de verdad... no me apetece esto ahora. —dijo en tono cansado.

— Es que no me lo explico...

— Es que no hay que explicar, me apetecía reírme, no rayarme. —hablaba mientras se desplazaba hasta el salón seguida de la gallega.

— ¿Y eso de que os vais a ver estas semanas?

— Coincidimos en algunas ciudades. —respondió Mimi dejándose caer en el sofá.

— ¿Qué tengo que hacer para que dejes de estar así? —preguntó Miriam, dejando de lado el tema del canario, que a decir verdad le atormentaba un poco, pues no pasó por alto como se relacionaban en la fiesta.

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