1: A ti te maldigo

8.2K 444 286
                                    


.

.

.

.

Natalia P.o.V

.

.

.

.

.

Todos preguntan por qué he elegido ser
La gata negra
Este corazón no quiere esperar
Minutos de tregua...

.
.
.

Buf...

En cuanto escuché el despertador sonar, maldije para mis adentros. No debería haber puesto una de mis canciones favoritas como tono para levantarme a las 7 y media de la mañana. No la iba a odiar porque la cantante era una jodida diosa, esa tal Eilan Bay... La próxima vez pondré a los Gemeliers....

Lo apagué tanteando con mis dedos la pantalla del móvil, con un solo ojo abierto y el otro hundido en la almohada. Odiaba separarme de aquel idilio llamado descanso, pero más aún odiaba el hacerlo en un lugar en el que no quería estar.

Me senté al borde de la cama, mirando al vacío. Mis padres me habían condenado. Yo no tendría que estar aquí. No tengo ningún problema con mi poder. "Necesitas controlarlo, Natalia." "Te viene demasiado grande, Natalia." "Una pena que un poder tan grande lo tenga alguien como tú." Iros a la mierda todos.

Estiré mis brazos y con lentitud me fui vistiendo con una blusa roja de estampado por dentro de mis pantalones negros. Realmente, por más que me amargase, no tenía más opción que la de estar aquí. A mis padres se les metió en la cabeza de que debía de entrar en esta academia, o independizarme porque según ellos, con 19 ya tengo una edad. La edad la tengo, pero no el dinero, ni la estabilidad, ni el trabajo.

Salí de mi cuarto asignado con una toalla en la mano para bajar a los lavabos, encontrándome con una gran algarabía que formaban mis demás compañeros, ya listos para ir al comedor a desayunar.

—¡Pero bueno, Natalia! Vaya cara de dormida—la voz ruidosa de Miki atravesó mis oídos mientras me miraba por esas gafas de pasta que llevaba—.

No lo soportaba. El pobre chaval se creyó que habíamos hecho buenas migas por el simple hecho de haberle preguntado dónde se hacía el acto de bienvenida ayer.

—La cara que se tiene que tener a esta hora.

—¿Bajas a desayunar? Podemos sentarnos juntos si quier-

—Voy al baño. Bajaré luego.

—Oh, vale...Te esperamos allí entonces—su mirada bajó a mi camisa—.

Fruncí el ceño, y entonces recordé lo que me contó ayer. Me tapé el torso abrazándome a mí misma, como protegiéndome.

—¿¡Se puede saber qué haces, imbécil!?

—Nada, que me mola mucho tu camiseta, es guapísima...—dijo inocentemente, para luego abrir la boca en sorpresa y negar con la cabeza mientras reía avergonzado—Natalia, tranquila, que no puedo usarlo así como así. Que me podría subir la miopía.

Lo miré con ojos de desconfianza. No me gustaba un pelo su poder. Que tuviese visión de rayos X significaba poder mirar a través de todo, y su mirada, cuanto menos estuviese en mí, mejor. Aunque según él, casi nunca la usaba porque aparte de empeorar su vista, se quedaba después momentáneamente cegato.

—Voy al baño—repetí suspirando y adelantando mi paso, dejándolo a él en medio del pasillo—.

Llegando a las escaleras, un escalofrío recorrió toda mi espalda al ver quién se dirigía hacia mí para saludarme. Hablaba con un chaval abrigado hasta arriba y con una chica castaña de pelos rizados. Al reírse por cualquier chorrada que estuviesen comentando, fijó su vista hacia mi lado, y me vio. Esbozó una gran sonrisa.

Heroes Of Our Time // AlbaliaWhere stories live. Discover now