19: Primavera, la sangre altera

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Natalia P.o.V

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—Albi...—jadeé notando el sudor en mi frente—N-no...

—Haz un esfuerzo, Nat...—su respiración se escuchaba entrecortada, pero su cálida sonrisa hacía que el cansancio se le notase menos—Estamos llegando, falta poco...

Me costaba respirar, el corazón me bombeaba con demasiada fuerza, y ver que ella aún seguía fresca tras aquel perlado rostro, no ayudaba demasiado.

—No-no puedo más...

—Por favor...—gimoteó—.

Tuve que parar al final, dejando caer mi peso en mis manos y esperando a que el aire volviese a mí. Ni siquiera me salían las palabras con fluidez.

—...Correr... y-yo no...—conseguí decir, y escuché quejarse a Alba—.

—Jo, que poco aguante tienes, Nat—se acercó lo suficiente como para que me llegase su aire, cálido por los esfuerzos—.

—No estoy... acostumbrada...

—Que lo sé, pero esto lo llevamos haciendo un mes ya—me apartó el flequillo de la cara, viendo lo colorada que estaban mis mejillas—Tu cuerpo se debería haber acostumbrado a esta rutina al menos un poco...

—¡Si es que ya te lo...te lo dije!—alcé mi vista hacia arriba, esperando a que el viento me secase el sudor—Correr no es lo mío, y menos a las 7...

—Pues para eso estamos haciendo todas las mañanas este caminito, ¿no?—amplió su sonrisa, y como si no se hubiese hecho 4 kilómetros de una sentada, empezó a dar saltos—¡Venga, un minutito de descanso y seguimos!

Hija de-

—Dos minutos.

—No. Uno, que el cuerpo se enfría.

—Uno y medio...—puse cara de pena—.

Se llevó las manos a la cintura, poniendo los brazos en jarra. Aquella rubia era el maldito conejo de Duracell. Bufó negando con la cabeza, esbozando una sonrisa compasiva.

—Tienes que mejorar la cara de penita, no te sale todavía—con una carcajada, se fue hacia el césped—Dos minutos, ¡aprovéchalos bien!

Sonreí victoriosa. Al final siempre cedía. Obviamente cuando empecé a acompañarla en su ruta de por las mañanas, parábamos más de seguido, porque literal que me ahogaba con mi propia vida.

De todas formas, la maratón se hacía menos soporífera con el paisaje. Recorríamos los alrededores de la academia, que eran una auténtica maravilla. Unas cuantas hectáreas bien cuidadas de campo, con caminos de tierra para pasear, que pasaban incluso por un pequeño bosque. Había hasta un pequeño riachuelo. Los de la academia habían montado bien todo esto, la verdad.

Y aunque me costase reconocerlo, las 7 de la mañana era la hora perfecta para correr. Con las primeras luces del día, esas que bañaban del más suave color la superficie, sobretodo en la época en la que estábamos. A mediados de Abril ya comenzaban a notarse los primeros estertores de calor, y se agradecía llegar sudada a una hora en la que no te derritieses por el camino.

Alba se sentó con las piernas cruzadas en la hierba, que estaba recién cortada, y empezó a estirar sus brazos y cuello. Le quedaba bien aquel conjunto deportivo de shorts de doble capa negros con rayas rosas y top de los mismos colores. En general, todo le quedaba bien.

Heroes Of Our Time // AlbaliaWhere stories live. Discover now