Parte Siete : Paraguas

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La lluvia caía intensamente sobre la chapa que cubría el techo del colegio. El ruido del repiqueteo me distrajo por varios minutos durante la clase de literatura universal. Sobretodo porque no cesó hasta después de la media hora. Logré prestar atención en clase cuando la lluvia se apaciguó un poco. Y ahora caía a cuentagotas. Pensé que por el resto de la mañana se despejaría y para la tarde ya no llovería, no fue así, porque cuando pasó la media mañana; otro chaparrón azotó la ciudad de Konoha y al ver el pronóstico en mi teléfono, me di cuenta que llovería todo el maldito día.

No me desagrada la lluvia. Más bien me relaja, solo que durante todo el día me preocupó el hecho de que Chouchou no tuviera paraguas. Se mojaría al regresar a su casa. Cuando la campana que dio finalizada las clases de hoy sonó, junté mis cosas rápidas y salí junto con Boruto hasta los casilleros. Como de costumbre, mi amigo acompañaría a Sarada hasta su casa, después de todo vivían en el mismo vecindario y desde que supe que se gustaban, siempre los dejaba solos; ya saben no quisiera arruinar sus momentos a solas. A veces siento que es como que les interrumpo sus citas. Supongo que Boruto hizo lo mismo con Chouchou, aunque nosotros no vivíamos en el mismo vecindario.

Sarada y Boruto se adelantaron bajo la lluvia. Ella llevaba su paraguas y él iba detrás, compartieron paraguas, es extraño porque ninguno se quejó. Creo que es más bien una excusa para estar juntos. Los observé hasta que salieron del colegio. La lluvia caía con abundancia. Miré hacia el cielo, estaba encapotado y estaría así durante todo el resto del día, solté un suspiro. ¿Dónde estaba Chouchou? Volteé hacia adentro. No había casi ningún alumnado en el edificio. A pesar de que eran lluvias veraniegas, las últimas antes de llegar al otoño, el viento era frío. Pensé que se había ido, así que abrí mi paraguas y dejó que el agua se discurriera por él, solté un fuerte suspiro de resignación.

—Supongo que regresaré a casa.

Estaba por salir del edificio, cuando escuché su voz quejándose a mis espaldas, venía agitada y algo apresurada. Giré hacia su voz, mi corazón palpitó como loco.

—¿Mitsuki...?—me llamó al incorporarse. Noté sus mejillas sonrojadas—. ¿Qué haces aquí todavía?—miró la lluvia angustiada—. Ah, maldición. No traje...

Le sonreí como siempre lo hacía y como si el cielo me diera una oportunidad, le ofrecí mi paraguas, podíamos compartirlo si quisiera; solo que no sabía si ella quería.

—Puedes usar el mío.

—Pero, te mojarás...—me reprochó—. Y creo que vamos hacia la misma estación—desvió la mirada—. ¿No?—sus ojos almendras se posaron en los míos, los noté brillar como nunca lo hizo, me sonrojé.

Por primera vez me sonrojé al cruzar miradas con ella. Mi corazón no dejaba de saltar como loco. ¿Así se sentía estar enamorado? Le sonreí tan ampliamente que sentí que mis mejillas me ardieron. Ella era como un ángel.

—¿No te molestará compartirlo?

—No.

Chouchou negó con la cabeza y se metió debajo del paraguas a mi lado. Ella era más bajita que yo, noté sus cabellos en puntas y me sonrojé, era tan pequeña que hasta me generó ternura. Quería tocar sus hombros y atraerla hacia a mí, sentir su cuerpo cerca, hizo que mi corazón saltara más rápido. Atravesamos el edificio del colegio casi corriendo, hasta que al salir, nuestros pasos fueron más despacio. Chouchou parecía más nerviosa que yo, tenía la mirada puesta en el suelo, mirando sus zapatos que estaban mojándose. Levanté el paraguas para que ambos pudiéramos caber. No imaginé que estaría igual de nervioso que ella, quizá porque estábamos tan cerca que sentía que mi corazón estallaría. Quería sujetarla del hombro y acercarla, no me animé.

Ojos Almendras  (MitsuChou)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora