dos

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—No quiero matarlo —murmuró con tristeza. El alfa se volvió y lo miró a los ojos, el Omega tenía un conejo entre los brazos. Blanco, suave, que habían encontrado en una madriguera oculta. Su mirada se suavizó cuando los ojos del chico se llenaron de lágrimas—. No quiero.

—Escuchame —habló, la mañana en el bosque se alzaba de manera majestuosa, el clima presentaba ligeras lluvias y el bosque húmedo dejaba una ligera brisa a tierra mojada. El joven alfa se acercó, y posó una mano en el hombro delgado del Omega—. Sé que no quieres... Pero no tenemos nada más para comer.

—Entonces moriré de hambre —sollozó y abrazó al conejito con fuerza. El alfa a su lado suspiró. Sus dedos se alzaron y tocaron con cariño la mata de cabello rizado oscuro, el menor lo miró, sus ojos grandes estaban brillantes y tristes y las pecas sobre su mejilla resaltaron con fuerza cuando el sonrojo inundó su rostro.

—Podemos... Buscar otras cosas entonces.

—¡¿De verdad?! —habló y una gran sonrisa se asomó en su rostro. El alfa sonrió, llevaban más de una semana comiendo las últimas raciones de semillas y frutos secos, ni hablar del té de menta que bebían por la noche para apaciguar el hambre. Su estadía en aquellas montañas no traían los mejores beneficios, su mirada gris viajó por el rostro del Omega, sintió su cercanía y su calor cuando lo abrazó con rapidez—. ¡Te quiero, te quiero!

—Tranquilo... Si vas a tenerlo como mascota cuídalo bien, hay gente suelta que mataría por encontrar un conejo —habló mientras el Omega corría a la pequeña casa que tenían. Era una cabaña de dos habitaciones y bastante humilde para cualquiera. Tenía el techo dañado y la lluvia le entraba por todas partes. Suspiró cansado y llevó una mano a su estómago, el hambre le era tan insoportable...

Trató de pensar en otra cosa, tomó el hacha y volvió a cortar leña para esa noche. Escuchó la risa de su Omega, su canto, la felicidad que tenía en un ambiente tan desastroso lo ponía sensible. Posiblemente volverían a viajar por más recursos, sin embargo, ahora que la capital estaba tomada por los cambia formas no sabría bien si llevarlo consigo...

—¡No, no! —escuchó el grito de su Omega y se volvió con rapidez, la desesperación causó que tomara con fuerza el hacha y corrió directo a la casa. Sabía que los cambia formas robaban a los Omegas, que se los llevaban y los utilizaban para engendrar más niños. Su corazón se llenó de terror e ira cuando empujó la puerta trasera y de encontró con simples betas sucios y desesperados. Su boca se secó, y su mirada destelló furia al notar cómo tenían aprisionado a su chico de manos y piernas, su Omega lloraba con fuerza y sostenía entre sus brazos al pequeño conejito como si fuera lo más importante a proteger.

—¡Suéltenlo! —rugió con fuerza y los betas se dieron para atrás. Eran tantos, todos lastimados, sucios, los ojos eran tan saltones por el hambre que volvió a rugir con advertencia. Sintió el estruendo detrás suyo cuando un golpe seco lo empujó contra la pared, su cabeza dió vueltas y sintió la caliente sangre resbalar por su cráneo cuando dos betas más grandes se pusieron frente suyo. Lucían tan aterrados que no sabía siquiera cómo mierda habían actuado—. ¡Fuera de aquí!

Se abalanzó en su contra, su puño se estrelló con locura al rostro ajeno y removió toda piel de su mandíbula. Sintió que sus nudillos ardían y su mirada desesperada viajó por toda la casa. Su Omega. Su Omega no estaba. El alfa empujó al otro beta y salió corriendo, sus feromonas se volvieron amargas y aspiró con furia, el mal olor de aquellas personas, las feromonas agridulces de terror... Y la sangre. La sangre estaba presente en todas partes.

—¡Oliver! ¡Oliver! —gritó y observó a lo lejos cómo se lo llevaban a rastras, el camisón blanco de lino se ceñía a su cuerpo gracias a las cuerdas que lo ataban, oía su llanto, su mirada cubierta de lágrimas se pegó a él en el último instante que vio la luz del día.

Sus ojos... Sus ojos habían sido lo primero que lo enamoró de todo. Y fue su voz y su llanto lo que oyó cuando lo golpearon con fuerza en la cabeza. Cayó de rodillas al piso, mientras sentía que la sangre caía por todo su rostro, mientras su alfa agonizaba y la fuerza lo abandonaba con rapidez. Las manchas negras que rodeaban a su Omega lo dejaron en la oscuridad absoluta.














Son capítulos cortos.

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VERDE AGUA (OMEGAVERSE)Where stories live. Discover now