tres

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—¿Qué tenemos? —preguntó el alfa mayor frente a todo su pueblo. Se encontraban fuera a una cabaña abandonada por la guerra. Adentro se escuchaba el llanto del Omega y toda su gente estaba en silencio, asustada y desesperada. El alfa mayor tragó saliva cuando una mujer se acercó con lágrimas en los ojos—. Victoria.

—Y-yo... Mi alfa me regaló esta ropa —murmuró y las lágrimas cayeron por su mejilla—. Planeaba usarla en nuestro casamiento pero... Ya... Ya no.

El viejo hombre tomó la bolsa que le ofrecía la mujer, la abrió con cuidado y observó la tela suave de seda. Era color crema, brillante, delicada y digna frente a un Dios. Un gusto amargo se presentó en su boca.

—Gracias por tu ofrenda —murmuró, y entrecerró los ojos cuando otro grito desgarrador se oyó dentro de la cabaña. Las omegas del pueblo cerraron los ojos y bajaron la mirada, sabía que esto las afectaba también a ellas. Por sus cachorros, por su jerarquía. Sintió otra presencia a su lado—. Niño.

Tuvo que bajar la mirada para darle toda su atención. Los ojos negros del niño estaban tristes, como si se tratara de la mirada de un cadáver putrefacto y vacío. El alfa mayor extendió la mano cuando el niño levantó sus bracitos.

—Mi hermana y yo ofrecemos esto para el Omega —murmuró, tenía una venda cubriendo su ojo izquierdo. La mugre y la sangre seguían intactos. Lo reconoció al instante, era un niño huérfano que sobrevivió junto a su hermana por ser betas. Su padre había sido ejecutado frente de sus ojos y su madre... Ya siquiera podía pensar en ello. Sintió su pequeña mano fría y miró lo que ofrecía—. Es... Lo único que tenemos.

Era una pequeña barra de jabón. Apenas del tamaño de su dedo meñique—. Muchas gracias —susurró y acarició la cabeza del niño. Cuando todos ofrecieron algo de su parte finalmente entraron a la cabaña. Habían conseguido un vestido, joyas viejas, jabón y un par de sandalias que debían coser. El Omega lloraba con fuerza en una esquina mientras dos betas hacían guardia.

—Ya no puedo aguantar su llanto... —susurró uno y salió de la habitación. El otro beta bajó la mirada, el alfa mayor levantó la mano y finalmente salió. Las mujeres omegas fueron llamadas, listas con la olla de agua caliente, sin embargo, el alfa mayor miró al Omega.

Era hermoso. Tan juvenil que sintió una presión en su pecho al ofrecerlo como sacrificio, su mirada lo observó de pies a cabeza. Era pequeño, posiblemente de un metro cincuenta y cinco, sus pies estaban llenos de tierra y su piel se veía un poco sucia y dañada. Su cabello rizado estaba desordenado. La mirada llena de tristeza que se levantó hizo que su piel se erizara.

—No queremos dañarte...

—Lo mataron... Lo mataron, mataron a mi alfa —sollozó y notó que tenía algo entre sus brazos. El alfa mayor se acercó apenas un poco, notó que era un animal—. Mi alfa... Mi alfa...

—No... No queríamos dañarlo —habló. Era un conejito. El Omega tenía un conejito entre los brazos—. Es... ¿Tú sabes sobre la guerra? ¿La guerra contra los cambia formas puros?

El Omega no contestó.

—Los alfas murieron —dijo—. La guerra consumió a todo el mundo, hijo. Se llevaron la comida, a los Omegas, se llevaron todo. 

—No... No. No hables, no hables —sollozó el niño. El alfa sintió cómo las Omegas detrás suyo rompían en un llanto silencioso.

—Escúchame, por favor —susurró y el Omega levantó la mirada recordando a su alfa. Su mirada era tan majestuosa, tan bella. Un hermoso verde agua claro—. Hay un Dios... Que nos prometió paz, comida y abundancia, protección... Las omegas de aquí perdieron a sus alfas y ahora cargan a sus cachorros solas. Tenemos niños huérfanos... Podemos salvarlos, podemos darles un buen futuro... Si nos ayudas. ¿Puedes hacerlo?

—¿Eso... Qué tiene que ver conmigo? —murmuró llorando—. Yo no soy de aquí. Estoy triste, estoy enojado... Yo... No tenían porqué matar a mi alfa...

—Tenemos muchos niños con hambre, por favor, eres nuestra única salvación. Es... Se nos mueren los cachorros de hambre. Por favor —el alfa mayor se puso de rodillas, rogando, las mujeres omegas detrás de él sollozaron con fuerza y el Omega los miró con grandes ojos. Las lágrimas resbalaban por sus ojos con rapidez. Su corazón agonizaba.

—¿Q-qué quiere? ¿Qué quiere...?

—Ese Dios... Pidió un Omega —murmuró—. ¿Estás dispuesto... A salvar a todos nuestros cachorros... Por favor?









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VERDE AGUA (OMEGAVERSE)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن