seis

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—Ya... Ya me duele, me duele —gimió el Omega con lágrimas en los ojos. El calor sobre su cuerpo era insoportable, el sudor, las hebras suaves de su cabello se pegaban a su cuello y Oliver las apartó inconscientemente. Sintió el último vaivén de embestidas y sintió que el hombre sobre él se detenía por completo. Las manos pequeñas del Omega fueron a parar a su vientre, se sentía tan lleno, tan lleno por dentro que no podía respirar bien. La cotidiana intromisión de aquél Dios se había convertido en un peso difícil de cargar, Oliver jadeó y se retorció cuando sintió que salía de él.

—No duras mucho como antes, ¿Porqué? —susurró, y Oliver lo miró con los ojos cristalinos, sus mejillas estaban rojas, sus labios hinchados y rosados volvieron a morderse cuando su mirada bajó a su vientre—. ¿Te duele de vuelta la pancita, es eso, Omega?

—No sé qué pasa —habló en un hilo de voz. Oliver se encogió, el gran cuerpo del Dios cayó a su lado y su escuálida anatomía se encogió. El Omega presionó su vientre una vez más, estaba hinchado—. Me duele.

—¿Tal vez esperas un niño? —preguntó el Dios, Oliver apoyó su cabeza sobre su hombro, su mirada risueña cayó en los ojos del más grande.

—¿Crees que es posible tener un cachorro? —murmuró, el cansancio se sumó a su cuerpo—. Tal vez... Tenga uno.

El dios no dijo nada más. Oliver sintió el tacto de sus dedos ásperos sobre su barbilla. Sus miradas se conectaron y la intimidad volvió a ser un factor entre ellos. Él era tan grande, tan fuerte, era tanto para él que sentía que ya no tenía energías para seguirle el ritmo. Oliver gimió quedito cuando el Dios lo besó con fuerza, rápido, el deseo que rebasaba sus acciones condenaron a su Omega una vez más. Sus pieles chocaron y aunque se sintiera débil deseaba rodear su cintura una vez más con sus piernas. Sentirlo. Oliver cegó su mente una vez más cuando el Dios se abalanzó sobre él como un depredador.

Había pasado cerca de cuatro meses junto a su lado cuando notó los primeros síntomas de su estado. Oliver se había vuelto risueño, dormilón, deseoso por aquél Dios a todo momento que se sintió sucio de solo pensarlo. Cuando cayó en la idea de que tenía un cachorro creciendo en su vientre algo hizo clic en su cabeza. El tiempo había pasado tan rápido, las horas, los momentos, aquél hombre lo había absorbido de tal manera que jamás se dió cuenta lo solo que estaba.

Cuando el Dios no estaba en el templo Oliver se la pasaba durmiendo o tratando de leer el montón de libros que tenía guardado. La mayoría eran antiguos y olían raro, pero tenían montones de dibujos raros que se la pasaba viendo. Lentamente había aprendido a leer algo, a cocinar cosas ricas con montones de especias y fruta que no conocía. Oliver mataba el tiempo vagando por el templo del Dios, y sin embargo, ese día se lo encontró afuera, frente a la gran puerta de salida donde lo vio la primera vez.

Oliver se animó al segundo, la luz del día se asomaba con furia y la necesidad de estar a su lado inundó su corazón. Quería disfrutar de un poco de aire fresco. Así que fue con suma tranquilidad a la intemperie, el pequeño Omega se asomó y notó la gran estatura del Dios, en su espalda desnuda, en las joyas que colgaba de su cuello y sus largas piernas. Oliver lo miró de pies a cabeza, sintiendo un ligero toque extraño en su vientre, sus feromonas se volvieron suaves y rápidamente agitó la cabeza cuando sintió la necesidad de tenerlo encima de él.

—Tu pueblo agoniza —murmuró y el deseo de Oliver se esfumó cuando avanzó unos pasos. Desde la montaña se podía ver todo, el valle, las casas, extensiones largas de tierra. Era como ver el mundo entero. Y sin embargo, la mirada verdosa del pequeño Omega se pegó en el pueblo lejano, en la gran llamarada y los cuerpos ensangrentados  del suelo. Oliver cubrió su boca y retrocedió, el aroma a carne quemada llegó como veneno a sus pulmones. Sintió las manos del Dios sobre su hombro—. Parece que la codicia y las riquezas que nacieron fueron mucho para ellos.

VERDE AGUA (OMEGAVERSE)Where stories live. Discover now