9. La fiesta de navidad [Parte 1]

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La cena terminó en algún momento, aunque pareció durar una eternidad y el entrenador estaba más que cómodo con nosotros, mirándonos con ojos brillantes y ofreciéndonos cervezas, yo asumo que pidiéndonos en silencio que no lo abandonásemos con su familia. Evan y yo nos sentimos mal por él, considerando que su familia es un desastre, así que nos quedamos hasta media noche, solo conversando con el entrenador en el patio mientras nos atragantábamos con cervezas.

Yo solo tomé unas pocas, pero el entrenador bebía una tras otra y terminó bastante borracho. Solo hablaba de cosas que probablemente no tenía que estar diciéndonos. No podía decir que estaba prestándolo demasiada atención de cualquier manera, mi mente seguía fija en lo que había ocurrido horas antes en su cocina.

Mis labios sobre los de Jerome, mi brazo alrededor de su cintura, sus pequeñas manos sobre mi pecho... fue perfecto. Y cada vez que lo recuerdo necesito pasar mis manos a través de mi cara y cuestionarme por qué una sonrisa se forma en mi rostro sin que pueda evitarlo. Es una locura, pero no puedo negar lo que es totalmente obvio; que me gustó, que me volvió loco besarlo, que ni siquiera con Sarah me había sentido así.

Ese beso me hizo darme cuenta de que realmente no había besado con ganas en mi vida antes de él.

—Tengo que darles un consejo, muchachos —el entrenador se sienta junto a mí de repente, sacudiendo mi hombro y sacándome de mis pensamientos—. Escúchenme claramente... —él se tambalea incluso estando sentado y tiene la mirada perdida, no creo que sepa a dónde mirar—. No se casen.

Evan se echa a reír y le lanza un brazo sobre los hombros al entrenador.

—Creo que es suficiente por hoy, entrenador —le dice, quitándole la cerveza de la mano.

—No, no, yo sé lo que digo —porfía el hombre, poniéndose de pie con piernas temblorosas—. Escúchenme, no se casen... al menos no con alguien de quien duden... por a veces la quieres ¿Verdad? Pero no estás seguro de si ella realmente te quiere. Y no pueden, chicos, no pueden casarse así.

Miro al entrenador y me siento mal porque yo sé la verdad acerca de su esposa, me siento mal por tener que callarlo. El hombre realmente no lo merece, es totalmente inofensivo, cuida a su familia, ama a su hijo a pesar de todo y es bueno en su trabajo.

—Es un buen consejo —le digo, asintiendo—. Aun así, creo que debería ir adentro, entrenador, a descansar.

—¡Bah! —el entrenador mueve su mano en el aire como si le pareciese ridícula esa propuesta—. Tráeme otra cerveza, chico, eso es lo que necesito.

—¡Papá! —mi corazón casi da un vuelvo cuando escucho la voz de Jerome venir desde la puerta corrediza que da hacia la cocina de la casa de los Cox—. Vamos adentro ¡Ya!

Él está parado en la puerta, frunciendo el ceño, ya con su pijama puesto y sosteniendo una manta en sus brazos. Camina hacia su padre un momento después y le pone la manta sobre los hombros, el entrenador hace una mueca y se queja pero deja que Jerome le acomode bien la manta y se mueve hacia la puerta cuando lo empuja, arrastrando los pies y tambaleándose pero aun así le hace caso al chico.

Cuando el entrenador casi se cae tratando de subir el escalón de la puerta, decido ir a ayudar a Jerome, poniendo uno de sus brazos sobre mis hombros. Jerome me mira y me da una pequeña mueca de agradecimiento, así que lo ayudo a llevar a su padre hasta el piso de arriba, donde al llegar, entramos en una habitación que tiene toda la pinta de no ser la habitación principal. Jerome y yo ponemos al entrenador en la cama, él rebota sobre ella y se ríe, así que Jerome empieza a quitarle los zapatos mientras yo lo volteo boca abajo.

Besar a un ángel en la oscuridad |BL|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora