Capitulo LIII

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Pasaron unos días, por ahora había aprendido como vivía la gente ahí, era difícil acostumbrarse porque era muy diferente de paradise, como la gente, por lo menos haya el miedo no los hacía irracionales como a ellos y de paso estaba intentando saber cómo era la vida dentro del gueto.

Caminaba tranquilamente por las calles, veía los coches, así les llamaban a ese nuevo trasporte que sustituía a los carruajes y a las carretas, de vez en cuando al mirar el cielo aparecían los dirigibles haciéndolo sentir un poco incómodo por lo mismo; era todo tan distinto, es cierto que estaban más avanzados con la gran diferencia de que seguían siendo los mismos miedosos cobardes y temerosos, incrédulos que se dejaban llevar por las apariencias o no eran capaces de ver a través de la verdad que se mostraba en frente de ellos, preferían seguir ciegos a ver la verdad.

No eran diferentes de la gente de los muros, aún había personas igual de ignorantes o temerosas que preferían seguir viviendo de ese modo a saber la verdad y se aferraban aún pasado que en cualquier momento desaparecería para dar inicio a una nueva era.

Se sentía agobiado, no había muros, pero, extrañaba a su caballo.

Simplemente todo era demasiado nuevo, mucho que procesar y el estaba acostumbrado aún modo de vida diferente, hasta siente pena de los mocosos que enviaron a Paradise, les debió costar trabajo adaptarse a una nueva forma de vivir e ínter actuar con personas diferentes de pensamientos.

Se podría decir que en Paradise tenía a una libertad diferente, tanto de ideas como de pensamientos.

Aún sabiendo la verdad detrás de los muros, lo que había más allá, aún seguían pensando en esa libertad sin necesidad de llegar a luchar, en su caso no opinaba lo mismo que ellos; conviviendo con esas personas, no eran malas, simplemente no puedes olvidar años de odio a una raza por sus acciones, menos aceptar que estaban equivocados sin que el mundo entero se de cuenta de eso y no ayudaba mucho el echo de que tuviesen la capacidad para convertirse en esos seres de nombre Titanes y que ellos fueran los únicos con la sangre maldita.

Había un riesgo enorme, un temor por la existencia aún de los Titanes, que los marcaban como enemigos y lo entendía perfectamente, sabía que otros también lo entendía y en su opinión no quisiera luchar, ya no más, estaba más que cansado de ver muertes y saber qué tal vez no todos regresarían con vida. Tenía miedo de perder a sus amigos nuevamente, a los mocosos que consideraba sus compañeros en el tiempo que llevaba con ellos, en su equipo que a pesar de todo seguían ahí de pie y jurándole seguirlo hasta la muerte y faltaba menos que su pareja, un mocoso que había logrado derribado sus defensas y sus murallas; el miedo más grande que tenía era perder a su hijo, o en este caso a sus hijos.

Miro el cielo pensando en que estaría haciendo su pequeño niño, ese niño al cual no quiso por ser producto de una violación hasta al momento de tenerlo en sus brazos y que era su mundo que lo hizo aguantar el infierno que vivió hasta que llegó su pareja y la verdad de los muros salió a luz.

Ahora tenía otro motivo por el cual aguantar, dentro de el crecía una vida, otro mocoso vendría a este mundo y está vez era un mocoso tampoco planeado en su vida, pero, era del hombre que amaba y no importaba tener que luchar un poco más para darle libertad, esa ansiada libertad que de verdad todos necesitan más que nunca.

➖Jovencito—se acerco a el una anciana que portaba una banda en su brazo (bien no me acuerdo si era el izquierdo o el derecho).—Deberías regresar a casa, se acerca una tormenta.

➖Ya veo—era tan diferente el clima aquí que no lo hubiese visto venir.—Gracias por decírmelo.

➖No hay de que—haciendo un gesto de despedida para irse yendo.

Lo siento.Where stories live. Discover now