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"¿Papá?"

Pasó un día. Sarada y sus amigos no volvieron a encontrar contrincantes desde el espeluznante suceso con Orochimaru. Sin embargo, eso no les facilitaba demasiado su misión. Sobrevivir en un bosque plagado de enemigos era agotador.

Tomaron turnos para dormir. A Sarada le había tocado la última guardia, por lo tanto estaba adolorida y adormilada, pero Mitsuki estaba especialmente callado (Sarada suponía que el encuentro con su padre tenía que ver), y Boruto era portador de un terrible mal humor esa mañana. No era para menos. El encontrarse con el sannin aterrador les dejó un amargo desasosiego al trío, tanto que Sarada por primera vez en su vida tuvo pesadillas. Eso sin contar la sensación de estar desvalidos y desprotegidos, en casa, siempre habían tenido a Konohamaru sensei y la sensación profunda de que si el peligro era demasiado grande, sus padres correrían a salvarlos. Le costaba reconocerlo, pero esa era la verdad. Ellos nunca habían estado antes así de abandonados a su suerte.

Arrastraba sus pies mientras intentaba mantener los párpados abiertos. Se sentía sucia, tenia el cabello enmarañado y las uñas rotas. Sarada sentía pesado cada músculo de su frágil cuerpo conforme daba pasos, y le rogaba a Kami que en ese momento nadie les fuese a atacar, no estaba segura de ser capaz de dar combate en ese estado.

—No hemos encontrado a nadie para quitarle el pergamino que nos falta— masculló irritada. Boruto hizo una mueca. Su humor no era mejor que el de ella.

—Tsk— bufó, —ni siquiera puedo pensar en una estrategia. Tengo hambre.

—Puedo recolectar algo para ustedes— sugirió Mitsuki, apenas hablando después de horas.

Se escuchó un grito.

Sarada se alertó. Por instinto sacó su kunai, Boruto hizo un rápido recorrido y le indicó que era seguro activar su sharingan para ver de dónde provenía el lamento. Parpadeó sacando su poder ocular. Sintió contra sus poros el golpear de una extraña masa de chakra oscura.

—Otro equipo— anunció visualizando los cuerpos calientes. —Creo que hay más de uno. A docientos metros.

—Terminemos con esto— anunció Boruto. —¡Vamos!

Corrieron con el fin de dar por finalizada su misión consiguiendo el pergamino faltante. A juzgar por su falta de tolerancia, Sarada atisbo que sería fácil en un arranque de desespero y cólera conseguir su objetivo. Luego seguía ayudar a sus padres para al fin salir del endemoniado bosque, y ella no sabia cual opción le producía más ansiedad. Le picaban los puños por golpear algo.

Cómo todo el bosque se veía igual no tuvieron conciencia de cuanto corrieron. El grito había cesado pero aún se escuchaban indicios de lucha, y algo a Sarada no le iba bien en todo aquello. Alguien volvió a gritar y ella se alertó. Si tenían que salvar a alguien está vez lo haría, no estaba dispuesta a soportar otra muerte.

Detuvieron el ritmo cuando su oído atrapó unas maldiciones pronunciadas en medio de una lucha detrás de unos espesos arbustos. Boruto arrugó el ceño.

—¡Sueltame!

Los dos chicos alzaron las cejas. Sarada por supuesto había reconocido la voz. Era la de su mamá.

—No...— murmuró aletargada.

Los quejidos sigueron.

Un viaje en el tiempoWhere stories live. Discover now