Eclipse azulado | Ronance

2. Helado oscuro

Me encontraba colocando las películas por orden alfabético en las diferentes estanterías, cosa que me parecía una estupidez, porque se acabarían desordenando en pocos minutos. Después de acabar con mi pequeño trabajo me dirigí al mostrador donde había estado minutos antes hablando con Nancy.

No me había esperado su visita, pero había sido agradable hablar con ella. Siempre había pensado que era una estirada, pero con solo hablar con ella en varias ocasiones pude ver qué era todo lo contrario. Era muy valiente.

—He llegado ¿A qué me has echado de menos?

Steve apareció por la puerta de atrás, traía su uniforme puesto y una sonrisa dibujada en el rostro.

—No sé si echarte de menos es la palabra adecuada— sonreí burlona ante su comentario.

Él se acercó a mí y me dio un pequeño abrazo, aún no estaba muy acostumbrada a sus abrazos, pero me sacaban una sonrisa. Nunca imaginé que llegaría a ser la mejor amiga de Steve pelo perfecto Harrington. Aún me costaba creerlo, pero la verdad es que Steve era increíble, una persona maravillosa. Me había apoyado desde el momento que le dije que me gustaban las chicas, fue una de las cosas más difíciles que hice en toda mi vida y él me apoyó en todo momento, nunca le estaría lo suficiente agradecida.

—No seas moñas, Steve— sonreí yo apartándolo con suavidad.

Él sonrió colocándose en su puesto.

—¿Ha pasado algo interesante en mi ausencia?

—Un chico ha intentado ligar conmigo, ha sido gracioso—Steve rió—Oh, y Nancy Wheeler ha venido.

Sus sentidos se activaron al oír el nombre de la morena, aunque ya no sintiera nada romántico por ella, seguía importándole mucho.

—¿Por qué?— preguntó intrigado.

No sabía si contarle lo ocurrido a Steve, creía que era Nancy la que debía hacerlo, eran sus asuntos privados.

—Me pidió una película romántica.

—¿Ella te pidió una película? Cuando salía con ella no le gustaba mucho hacer esas cosas.

Él me miró extrañado.

—Los gustos cambian, Steve— sonreí—Me dijo que te diera recuerdos.

Parece que ese pequeño comentario alegró a Steve. No pudimos hablar mucho más, ya que entraron unos clientes y tuvimos que ponernos a recomendar o vender las diferentes películas.

Nuestro turno había acabado, era la hora de cenar y en las calles ya no había rastro de personas, solo alguna persona mayor paseando a su perro o algún joven bebiendo alcohol.

—Te llevo, Robin.

Steve me sonrió, no me quedó más remedio que aceptar ante esa sonrisa bondadosa.

Ambos nos metimos en el coche, era espacioso y olía a menta, estaba bien, su madre se lo había regalado desde no hace mucho.

—¿Qué le has dicho a ese chico que ha intentado ligar contigo?— una sonrisa divertida se posó en sus labios.

—Le he dicho "Oye, imbécil, me gustan las chicas"— dije yo sarcástica.

—¿En serio?— me preguntó él con la boca abierta.

—¡Pues claro que no, cabeza hueca!

No era capaz de decirle eso a nadie, solo Steve lo sabía. No eran pocas las veces en las cuales se lo quería decir a alguna de mis pocas amigas o en las que se lo quería decir a mi padre. Sin embargo, tenía miedo, mucho miedo.

Steve rió ante mi contestación y siguió concentrado en el volante.

—¿Aún sientes algo por Nancy?

Esa pregunta salió de mis labios sin quererlo. Fue una especie de pensamiento en voz alta.

Él hizo una mueca sin apartar la vista de la carretera, luego me miró de reojo.

—No, ya ha pasado tiempo desde que eso sucedió ¿Por qué?

—No es nada, curiosidad.

Un silencio algo incómodo se formó en el coche, por suerte solo quedaban unos pocos minutos para llegar a mi casa. Steve me dejó y ambos nos despedimos con una sonrisa, mañana nos veríamos de todas formas.

Entré a casa sin hacer mucho ruido, mi padre trabajaba siempre, así que cuando yo llegaba de trabajar normalmente se encontraba durmiendo.

—¿Robin?

Me sobresalté al oír su voz, así que encendí la luz. No parecía haber estado durmiendo, aún traía la ropa de calle. Sus ojos marrones rodeados de pecas me miraron con curiosidad.

—Pensaba que estarías durmiendo.

—Te estaba esperando, pensé que podríamos cenar algo juntos.

Me sonrió, esas sonrisas que solo él me dedicaba. Una sonrisa de luz.

—Me encantaría— dije sincera—Luego podríamos ver una película, te he traído tu favorita.

—¿Star Wars?

Yo asentí con una gran sonrisa, amaba ver películas con mi padre, pero pocas veces podíamos hacerlo.

—Podríamos comer helado oscuro de postre— me dijo él a lo que yo solté una carcajada.

—Ya sé de quién he sacado las bromas malas— sonreí yo.

Ambos comenzamos a hacer la cena, algo sencillo, hicimos pasta y luego comimos helado de chocolate. Más tarde pusimos la película, me la había visto cientos de veces, pero era increíble, disfrutaba cada segundo, y más si era en compañía.

Cuando acabó la película ya era tarde, miré en dirección a mi padre para decirle algo, pero estaba durmiendo. Una sonrisa se posó en mis labios, era normal que estuviera cansado. Era obrero, así que se dejaba la piel en hacer su trabajo y poder mantenernos a los dos. Yo también intentaba hacer todo lo posible.

Apagué la televisión y le tapé con una manta para dirigirme a mi habitación. No era muy grande, pero siempre me había gustado, la podía decorar como yo quisiera, tenía pósters de películas y de videojuegos, libros y algún que otro instrumento.

Al irme a dormir pensé en el día que había tenido hoy. Un día aburrido hasta la visita de Nancy Wheeler, me contó sus problemas y ella me escuchó ante lo que le tuve que decir. Me gustaba lo que se había hecho en el pelo, más corto y rizado, le quedaba bien. También me gustaban sus ojos azules, se parecían a los míos, pero a la vez era completamente distintos, un poco más claros tal vez.

Ese día me dormí pensando en los ojos azulados de Nancy Wheeler.