Las Palabras De Hagoromo Se Cumplen; El Encierro De Sasuke

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A las cinco en punto de la mañana, Sasuke abrió los ojos. Lo recibió el verde ya casi opaco de la lona. El pequeño espacio se sentía frío a través de la ligera sábana que cubría su cuerpo. La manta gruesa se encontraba a sus pies, quitándole la calidez que al principio le había brindado.

Él estaba sudado.

Tenía la sensación de haber tenido una pesadilla, la cual no recordaba por alguna extraña razón. La sensación de incredulidad llenó su mente y un atisbo de locura estuvo a punto de tomar su conciencia.

Se encontraba inestable emocionalme.

Itachi.

Todo era alrededor de su hermano. El día de ayer había permanecido hundido en sus pensamientos a pesar de que Sakura lo dejaba para lo a solas para lo mínimo. Su voz le pareció lejana, perdiéndose en un eco lejos de él. No había entendido nada de lo que la chica le decía y tampoco le importaba. Tenía otros problemas, otras urgencias, demasiadas dudas y metas.

Los ancianos del consejo. Danzō. Kakashi y Naruto.

Naruto.

En su mente brillo la sonrisa perfecta y los ojos azules de un cielo despejado. Un cielo sin nubes que le da paso a los rayos del sol. Da paso a la tranquilidad, la paz, lo esplendoroso.

Naruto.

Sintió una profunda urgencia con sólo recordarlo. Él debería ser Hokage, estaba listo, no había mejor propuesta que él. Naruto no lograría nada, era demasiado piadoso, optimista e ingenuo. El mundo se estaba perdiendo en la oscuridad del odio, era abrazado por las sombras de la venganza hasta ser englutido por la muerte misma.

Él era el elegido para soportar esa carga. Naruto era débil.

Sasuke había sobrevivido en esas fauces monstruosas. Estaba listo, pero antes tenía que dejárselo claro.

A las cinco con quince minutos, Sasuke dejó la comodidad de la camilla. Arreglo la sábana y la manta. Sakura dejó una muda de ropa en el último cajón de la pequeña mesita. Sasuke lo abrió y divisó una playera blanca, al tomarla se dio cuenta que tenía el logo de su clan cosido en la parte de la espalda. Unos pantalones negros se encontraban al fondo.

Se vistió y se calzó. Amarró su cinturón de cuerda con lentitud. Lo dejó lo suficientemente justo sobre sus caderas. Unas pocas arrugas adornaron su hakama, pero a Sasuke eso no le importó. Su katana debía estar cerca de ahí, en una esquina, acurrucada, donde nadie podía verla. La tomó y la enfundó en su cinturón.

Salió de la carpa. A lo lejos, sobre el mar de casas, el sol hacia su habitual aparición. Sus rayos dorados iluminaron el azul cielo oscuro para volverse totalmente claro. No había nubes.

Sasuke partió con calma. Hacía su destino.

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Los toques en la puerta perturbaron su delicioso sueño. Naruto frunció el seño, desconcertado. Los golpes se volvieron más fuerte y unos gritos lo acompañaron. Sus ojos se entreabrieron.

-Vamos, Naruto.

Desganado, Naruto se sentó en su cama. Más golpes y Naruto bajó sus pies al suelo.

-Ya voy, ya voy.

La bolita de su gorro cayó sobre su rostro. Somnoliento, estuvo a punto de dejar caer su cuerpo sobre su cama y dormir en una posición incomoda.

-Se hace tarde, Naruto.

El chico asintió. Sí, sí, se hace tarde para ver al tarado de Sasuke.

Ojos sin pupila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora