cumpleaños III

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octubre, 2028

El domingo se lo pasaron en el sofá viendo películas, pues Miriam y Mimi estaban cansadas del trabajo de toda la semana. Sus hijas no pusieron ningún impedimento a eso, siempre y cuando les dejaran elegir las películas.

Cenaron pronto y Mimi se encargó personalmente de acostar a las niñas, apagando la luz de la habitación y encajando la puerta. Caminó hasta la suya con una sonrisa y se mordió el labio levemente al ver a la gallega tumbada boca abajo en la cama con el móvil entre las manos. Con sigilo, cerró la puerta y se acercó al colchón donde su mujer seguía a su rollo.

Sonrió pícaramente y se puso de rodillas en la cama, inclinándose hacia delante y poniendo sus dos manos en los costados de la rubia menor, quien ahogó una exclamación de sorpresa al sentirla.

—No quiero estropear la sorpresa, porque sé que el regalo que te voy a dar te va a gustar. —susurró la granadina sobre su oído. —Pero creo que darte un pequeño adelanto tampoco está mal, ¿no? —preguntó mientras mordisqueaba su oreja.

Miriam cerró los ojos cuando la sintió encima suya y bloqueó el móvil.

—¿Qué te parece? —volvió a preguntar la rubia mayor mientras acariciaba toda la espalda de la otra chica por encima de la tela de su camiseta.

—Me parece bien. —respondió la gallega en voz baja. Giró la cabeza hacia un lado y se encontró con los hambrientos labios de Mimi, que no tardaron en devorarle la boca con ganas.

La granadina la giró en el colchón, dejándola boca arriba, y se posicionó sobre ella mientras levantaba su camiseta y pasaba sus manos por su abdomen. Sus dedos se aventuraron un poco más arriba, rozando el borde de sus pechos, y justo cuando iba a subir más sus manos para abarcarlos por entero, una voz las interrumpió.

—¡Mami! —la aguda voz de Alaia resonó en todo el piso.

—¡Joder! —gritó Mimi frustrada mientras Miram suspiraba de la misma forma, tapándose la cara con las manos.

—Mimi... —musitó la gallega con las mejillas sonrojadas; se había calentado más rápido de lo que estaba dispuesta a admitir.

—Yo no puedo seguir así. —suspiró la rubia mayor. —Quédate aquí, reina, ya voy yo. —dijo con pesar, dejando un beso en su frente.

Miriam se abanicó con las manos mientras esperaba, intentando rebajar un poco el calentón que llevaba encima.

—¿Qué pasa? —susurró Mimi ligeramente enfadada, aunque se le pasó el cabreo al ver a su hija sentada en la cama mientras se frotaba los ojitos con las manos.

—No encuentro a Calvin, mamá. —dijo la pequeña, buscando al dragón de peluche que ella misma había bautizado con ese nombre. Encontró un tanga de la granadina que se habría caído después de haberlo tendido y al preguntar que qué decían las letras de la cinturilla, Calvin Klein le pareció un nombre perfecto para él, aunque lo acortaba y simplemente lo llamaba Calvin.

—¿Lo tenías cuando te acostaste? —preguntó la rubia mayor mientras revolvía las sábanas en busca del peluche.

—No me acuerdo. —musitó la niña preocupada. No podía dormir sin Calvin.

—Dios, Alaia... —suspiró Mimi impaciente. —¿Y no lo tendrá tu hermana? —dijo mientras miraba en la cama de su hija mayor, pero sólo encontró a la otra niña abrazando con fuerza a Simba mientras respiraba tranquilamente con la boca entreabierta.

—Mamá... —la pequeña la miró con los ojitos aguados.

—No, no llores mi vida. —murmuró la granadina mientras se sentaba en la cama y la sentaba en sus piernas. —Shh, ya está, ahora voy al salón a buscarlo, ¿vale? —dijo, intentando que no se echara a llorar; lo último que le faltaba a Mimi es que también se despertara la otra.

¿qué hacemos?  //  miriam²Where stories live. Discover now