III

2.9K 275 18
                                    

Una vez en los vestidores Lisa prosiguió a deshacerse de sus prendas dándome la espalda. Sin el menor cuidado, confiando plenamente en mí.

Me sentía mal por verla como la veía, porque una parte de mi aún era consiente de que estaba abusando de esa confianza que ella me daba al mostrase así ante mí, pero simplemente no podía apartar mis ojos de Lisa, seguí viendo cómo los huesos de su espalda se movían con delicadeza al quitarse la ropa, cómo su piel (algo bronceada por el sol), parecía brillar por la luz de los bombillos amarillos del lugar, cómo sus caderas, sus lunares, bailaban, porque ella en su conjunto daba la sensación de seguir el ritmo de una melodía inexistente, todo eso me embriagó en cuestión de un par de segundos. Y de repente, un impulso molestamente familiar llegó a los dedos de mis manos; quería tocarla, de una manera desesperada y sofocante.

Mi cuerpo ardía sólo por ver a Lisa.

Tuve que apartar la vista para apoyar la frente en mi locker, me llevé las manos a las mejillas en un acto reflejo, estaban calientes y la culpa llegó, como siempre lo hacía.

Salpiqué un poco de agua en mi cara para luego comenzar a desvestirme también, tratando de mantener la compostura, tratando de dejar de sentir aquella vergüenza por mi misma, tratando de recordarme que ver a mi mejor amiga de la manera en que lo hacía estaba mal, pero fallando estrepitosamente en todos mis cometidos.

—Mi mamá mencionó hoy en el desayuno que quiere que pasemos las vacaciones de verano en Tailandia —la oí susurrar mientras cerraba su locker—, dice que extraña a mis abuelos.

—No te oigo muy animada al respecto, ¿no los extrañas tu también?

—Yo... por supuesto que lo hago, Rosie, es sólo que... sólo... es sólo que yo quería pasar estas vacaciones contigo —siguió diciendo.

Yo sonreí, en parte porque ella aún seguía de espaldas mientras amarraba sus agujetas y no podía verme, en parte porque me ponía feliz oírla decir una cosa como esa.

Guardé silencio por un momento, sin saber que era exactamente lo que esperaba que le repondiese. Esto era algo que terminaba pasando todos los años desde que su familia se había mudado a Melbourne; al iniciar las vacaciones ellos regresaban a Tailandia para visitar los abuelos de Lisa. Ahora que lo pienso detenidamente... nosotras nunca llegamos a pasar un verano entero juntas en ese entonces.

—Yo también queria pasar este verano contigo —dije medio carraspeando—, pero al menos tendremos los primeros tres días de la primera semana, ¿no?

Eso era algo muy nuestro, esos tres primeros días del verano le servían a su familia para organizar el viaje en general, en cambio, para nosotras esos tres días eran lo único que teniamos para estar juntas.

—Eso espero, mamá aún no me ha dicho nada que me haga creer que no.

Suspiré mientras me ponía el jersey del colegio y dirigí la vista hacia Lisa.

—Aún nos quedan dos semanas hasta entonces, tranquila, ¿sí? Aún nos queda algo de tiempo.

Le volví a sonreír porque no estaba segura de qué más hacer o decirle, hablar sobre los viajes de su familia a Tailandia me ponía nerviosa, siempre tuve presente que existía la posibilidad de que un día decidieran regresar definitivamente y eso era algo que me aterraba.

—Agh, odio este uniforme —la oí decir mientras se ponía su blaser.

—A mí me gusta como se te ve. —Traté de soltar ese comentario como una observación despreocupada, casi en un susurro.

—¿Ah, sí? Siempre creí que este vestido cuadriculado me hacía lucir rara.

—¿Como qué rara? ¿Pero qué tonterías dices? Se te ve bien, Lisa.

A mi tampoco me gustaba el uniforme del colegio, era horrible, pero no mentía cuando le decía a Lisa que a ella se le veía bien, a ella todo se le veía bien.

Emitió un sonido de duda, como pasando totalmete de mi alago sincero y volvió a tomarme de la mano para irnos a la clase de la señorita Colley.

El resto de la jornada transcurrió con la normalidad que era debida, almorzarmos juntas y quedamos en que yo pasaría por su casa más tarde e iríamos a mi ensayo, tenía planeado llevarla por un helado después y luego ir a mi casa para practicar sus lecciones de piano, tenía toda esa tarde planeada, tenía todas esas dos semanas que nos quedaban juntas planeadas, pero al final todo eso terminó quedando de lado, en la nada, olvidado por completo.

Que no suene la campana | Chaelisa Where stories live. Discover now