PREFACIO UNO

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–Desearía seguir dormida, desearía estar muerta. 

–Mejor vamos a divertirnos, a disfrutar de la vida. 

–Estoy cansada, estoy estresada. Necesito descansar...para siempre. 

–Todas las mañanas te levantas así, Adriana.  

–No quiero estar viva, es un desperdicio de tiempo. Tengo demonios en lo profundo de mi mente, no quieren salir. 

–Yo soy tu demonio, hemos pasado por lo mismo y nunca me iré. Te lo prometí, desde aquel día.    

–Bórrame de tus recuerdos. Tal vez así desaparezca para siempre. 

Octopus sacó algo de su pantalón. Y me lo entregó.    

–Toma, con esto te sentirás mejor. 

-¿Qué es esto?

-Es Anairda, de hoy en adelante será tu mejor amiga.

–¿Crees que esto funcione?

–Claro que si. Te ayudará a controlar tus impulsos, ya veras que si. Vamos, clávalo en tu piel. Solo dos cortes. No lo hagas tan profundo.

–¿Quieres que me corte?

–Hazlo, confía en mí, te sentirás como nunca.

–Está bien, quiero probar.- le dije y cogí la Gillette. Justo antes de incrustarla en mi muñeca el me detuvo.

–No, ahí no. Siempre en el brazo izquierdo.

–¿Por qué?

-Algún día lo sabrás, pero ese día no es hoy. Haz lo que te digo.

¿Por qué tanto misterio? No sabía si hacer lo que él me pedía, no tenía ganas de hacerlo. Reflexioné un momento y al final le dije que no.

–Te lo recomiendo porque es la mejor sensación del mundo, el mejor placer de la vida. Pero está bien, necesitas tiempo a solas. Te la dejo en tu escritorio, por si se te antoja. 

Después de esas últimas palabras vi a Octopus desaparecer de mi habitación. Quizá fui algo dura con el. ¡Mierda! ¿Por qué siempre pienso así? ¿Por qué mi corazón será tan blando? Pero esta vez si vale la pena, es el único que me salvó. El remordimiento esta vez es justo. Prendo la PC y reviso mis mensajes. Nada nuevo. Como siempre. Estuve a punto de cerrar mi cuenta hasta que vi algo que me dejó en shock. Desde ese día toda mi vida cambió. El dolor se triplicó al igual que mi rencor, y mis ganas de morir aumentaron, mis ganas de venganza. Sabía que era la hora, ese momento había llegado. Donde yo sería pintora, mi brazo el lienzo y mi cuchilla el pincel.

Nudillos EnsangrentadosWhere stories live. Discover now