CAPÍTULO DOS

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Este colegio es una mierda, no puedo hacer lo que quiera. Ya no puedo ser la chica rebelde de siempre. Tengo que seguir las reglas ¡Aburrido! Solo faltan 3 meses y me largo de esta escuela de infelices.

Llegué y me senté en mi carpeta. Sola como siempre. Las horas pasaban lento, cada vez era más aburrido. Al terminar el recreo volví a mi asiento, de pronto me dieron ganas de ir al baño así que me levanté, un idiota que se sentaba detrás de mí no me dejaba ir, estaba aplastando su carpeta contra mi carpeta, y yo al medio.   

–¿Qué mierda te pasa hijo de puta? Déjame salir.            

–¿Y si no quiero que va a pasar?                                                                                                                                  

–Pues me conocerás de verdad, y te romperé la cara.  

–Ja, ya quisiera ver eso. ¿Cómo una nenita hija de papá me va a romper la cara a mi?

–No soy hijita de papá, que te quede claro eso, pendejo.                                                                      

–Ah, verdad. Si ni siquiera tienes uno.                                                                                                                                           

Más allá de darme ganas de llorar, me dio rabia. Ese cabrón tenía razón. Me dio en mi punto débil: mi papa. Pero no iba a dejar que me humillara. Agarré una de las sillas y cuando estaba desprevenido lo golpeé en la cabeza.

–Sobate, seguro te dolió.-dije en voz alta, no me reí, aunque me daba gracia verlo tirado en el suelo. Solo lo mire, con esa mirada penetrante y llena de rencor que poseo.

Me acerqué a él y le dije al oído.                                                                                                                          

–Nunca más te metas conmigo. Y ni te atrevas a mencionar esto a nadie. Porque así como se golpear muy bien también se actuar. El único que saldrá perjudicado serás tú, Carlos. Cuídate.  

Y sin decir más, me fui. Le dije a un auxiliar que me dolía la cabeza y que llamara a mi mama para que venga por mí. 

Ese día, después de lo ocurrido, me la pase encerrada en mi habitación. Me sentía mal, porque lo que dijo Carlos era cierto. Tenía padre, pero en verdad el nunca estaba ahí, el nunca me vió crecer. El hizo su vida muy lejos de la mía y nunca se interesó en mí. Ni en buscarme. Es como si nunca hubiera tenido papá, nunca sentí ese amor de padre. Nunca. Nunca me sentí amada. Tal vez por eso era así, por eso actuaba de esa manera. 

Nudillos EnsangrentadosWhere stories live. Discover now