IV

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La alarma del reloj de Seokjin sonó en ese preciso momento, provocando que frunciera el ceño, tras lo cual suspiró y marcó la página donde se había quedado.

Se levantó con el libro en las manos y se acercó al bibliotecario.

Se sonrojó con tan sólo verlo, con el cabello, rojo y ondulado. Llevaba anteojos muy discretos, enmarcando unos increíbles ojos verdes, que sumados a una nariz una, recta y ligeramente respingada y labios delgados, conformaban el rostro más atractivo que hubiese visto en su alguna vez.
Medía alrededor de un metro con setenta centímetros, según había calculado Seokjin basándose más que nada en su propia estatura de un
metro con ochenta centímetros.

Uno de los rasgos que más le gustaban de Yoongi, el bibliotecario, era su tono de piel, tan blanco y las pequeñas pecas en su pecho que sólo le hacían más atractivo a sus ojos.
No es que Seokjin se considerase feo, al contrario. Tenía ojos y cabello castaños, peinaba su corto cabello hacia atrás, su tono muscular era… bien, no era precisamente fuerte o al menos sus músculos no estaban tan desarrollados como su padre esperaba, a pesar de todo el ejercicio que hacía. Tenía pues, los músculos definidos, una estatura decente y un tono de piel bronceado por el sol.
Además de un rostro delicado del que su padre se burlaba todo el tiempo.

—¿Te guardo el libro como siempre? —preguntó la profunda y sensual voz
de Yoongi.

El sonrojo de Seokjin aumentó al verlo a los ojos, mientras negaba con la cabeza.

—Creo que lo leeré en mi casa, sólo debo meterlo a mi cuarto en cuanto llegue…

—Debió interesarte mucho, es la primera vez que te llevas un libro que no sea académico a tu casa, al menos en el mes que llevo aquí.

Seokjin se encogió de hombros, le había confesado a Yoongi que podía tener problemas si llevaba libros de fantasía a su casa, para convencerlo de que se los guardase él, ahorrándose el tener que buscar el libro en cuestión cada vez que quisiera seguir leyéndolo, pero sobre todo, previniendo que alguien más lo sacara. Yoongi había accedido a guardárselos, siempre que hiciera el trámite para sacarlos de la biblioteca.

—Tampoco tienen que enterarse en mi casa… y sí, siento que no puedo soltar éste libro hasta que lo termine.

En parte porque quería leer más sobre ese príncipe pelirrojo cuya descripción recién comenzaba a leer cuando sonó su alarma, indicando que era hora de su siguiente clase… tal vez siguiera leyendo al terminar ésta, en lugar de entrenar.
De todas formas, su entrenador no lo delataba con su padre cuando éste le
preguntaba si asistía al gimnasio y entrenaba todos los días. Seokjin entrenaba, sólo que no siempre, más que nada porque no le gustaba la lucha olímpica.

—Supongo que si estás seguro de que no tendrás problemas, entonces está
bien. —Yoongi sacó el libro de registro de la biblioteca, pasándoselo a Seokjin para que lo firmara.

—Descuida, lo único a lo que me arriesgo es a un regaño.

Tras firmar, el chico tomó de nuevo el libro y se alejó un paso del escritorio del bibliotecario.

—Es un libro pequeño, lo terminaré hoy y lo traeré de vuelta mañana.

—No hay prisa, anda, ve a tu siguiente clase.

El reino de los lobos; yoonjin Where stories live. Discover now