4. No tan recuerdo.

73 7 0
                                    

No tenía idea cuánto necesitaba un baño hasta que mi piel tocó el agua tibia y me envolvió la tranquilidad. Mis músculos abarrotados de nervios se relajaron de a poco mientras que iba cerrando los ojos, intentando dejarme llevar.

Por un momento, creí que podría tomarme unos momentos de relax. Creí.

Pero toda la tranquilidad fue alterada por la intensidad de una mirada azul oscura. Profunda como el caer de la noche. Profunda como el mismísimo océano y hasta diría que podría perderme como en él.
Todo el acontecimiento anterior se procesó lentamente en mi cerebro en tanto la espuma acariciaba mi epidermis.

Pensar en Christopher era tan perturbador que desearía olvidarlo para siempre y aunque parezca mentira, llevo una vida intentando olvidarlo. Y cuando pensé que lo había logrado, apareció. Como por arte de magia en mi lugar de trabajo.

Para hablar de él, tendría que irme muchos años atrás cuando yo aún era una adolescente con muchos problemas familiares, enamorada del chico malo de la escuela. Enfrentando dolorosamente la muerte de mi padre y aguantando la nueva vida de mi madre.

Hablar y transitar entre esos recuerdos me congelan la sangre porque fueron tan dolorosos que traerlos a mi memoria consciente es como revivirlos nuevamente. He optado por guardarlos por muchos años y aún viviendo con las consecuencias, solo por la necesidad de seguir viviendo.

Chris y yo nos conocimos cuando teníamos diez años, él solía vivir cerca de mi casa y nuestros padres eran muy buenos amigos. Al principio, éramos amigos pero al pasar los años él empezó a juntarse más con niños varones y se alejó de mi. Hasta que las hormonas hicieron lo suyo, él cambio su físico, convirtiéndose en uno de los chicos más atractivos de la escuela; yo me volví la chica intelectual con pocas amigas, enamorada completamente de mi vecino. Lo más cliché posible. Lo sé.

Estuve años detrás de él, a escondidas, amándolo en secreto y hasta siendo algo friki. Observándolo en los recreos, admirando su "hermosura" pero sin acercarme lo suficiente. Sabía de cada una de sus conquistas, no llegué a hacerle un altar pero... Casi.

Hay que destacar que no es sólo que yo me obsesione con él, él se paseaba por los pasillos como si no me conociera. Me ignoraba por completo. Más aún cuando finalmente su familia se mudó y todo contacto mínimo que teníamos murió.

Hasta que al cumplir los dieciséis, uno de mis mejores amigos, cansado de mi rutina de espías me armó una especie de “trampa” y me lo presentó como su amigo. Lo peor de ese día fue su cara, deberían haberlo visto... Realmente hizo un papel formidable donde simulaba recién conocerme. Pero pensándolo muy seriamente, eso no fue lo peor...

Lo peor fue mi reacción.

Al oír su voz después de tanto tiempo, me congelé. No sé si alguna vez han experimentado esa clase de enamoramiento, cuando el corazón empieza a martillar tan fuerte que crees que va salirse, igual que la sangre que bombea a una sobredosis de velocidad que te hace creer capaz de correr. Temblaba como una hoja y como si todo eso fuera poco, agreguemos el tartamudeo. Por que sí, tartamudeé hasta el “Hola”.

Una vergüenza.

No sabía cómo sentirme después de eso, de ese papelón. ¿Cómo salir de eso?

La cuestión es que pude. Después de pasar meses procurando una amistad, finalmente dejé de ser una idiota pero el tartamudeo no se fue. Y ni hablar de los temblores. Cada vez que lo veía era una maratón para tratar de disimular todo aquello. Aunque él sabía, sabía que me ponía así y hasta llegué a creer que le encantaba.

No sé bien cómo fue pero a medida que nuestra amistad crecía, mi amor por él también. En algún momento, dejé de ser marginada por la mitad de la escuela y nos convertimos en inseparables. Yo estaba loca por él y él seguía cambiando de conquista cada semana pero... Al menos era mi amigo.

MALVA 💋Where stories live. Discover now