Capítulo 30

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Allison

—¡No puedes hacer lo que te venga en gana jovencita!

—Es extraño que lo diga alguien que solo piensa en si misma.— Comenté divertida mientras acomodaba el tercer pendiente de mi oreja derecha y los dientes de mi madre rechinaron dentro de su boca.

—No me provoques.— Susurró entre dientes mientras se cruzaba de brazos.

—Despertarás a todos si sigues gritando.— Me volteé en dirección a la puerta del pequeño apartamento y sonreí. —No me esperes.

—¡Allison Marie Jones, si cruzas esa puerta, te juro que...— dejé de oír sus chillidos cuando cerré la puerta a mis espaldas.

—Que mujer tan desesperante.— comenté para mi misma tras suspirar y presioné el botón del elevador.

Miré al rededor del angosto pasillo del edificio, estaba completamente limpió y en silencio sepulcral. Odiaba vivir en este estúpido lugar, no era como si la casa de Arthur fuera un palacio pero era mi hogar y haberla dejado me ponía los nervios de punta, aunque no se lo dije a nadie. Presioné el botón un par de veces más y al ver que estaba atascado en el tercer piso maldije a la Anciana del tercero B quien era sin duda la responsable.

Bajé las escaleras a toda prisa y a pesar de haber recorrido cinco pisos me encontré en el recibidor en menos de dos minutos.

—Buen día, Roger.— saludé al portero por primera vez en todo el día. El anciano era el único que me agradaba en todo el lugar.

—Buenas noches dirás.— comentó con una sonrisa mientras sostenía la puerta para mí —...otra vez ese vándalo— miró hacía la moto aparcada en la entrada y sonreí.

—Yo no me quejo de tus amigos de bingo.

—No necesitas ese tipo de amistades.— dijo con el ceño fruncido y salí agitando mi mano en señal de despedida —¡Y deja de perforar tu cuerpo!— gritó a mis espaldas haciendo referencia al nuevo adorno en mi nariz, que de seguro el sería el único en notarlo.

Bajé los escalones de la entrada y el frío de la noche azotó en mi estómago que estaba al descubierto provocando que me abrazara a mi misma.

—¿Quieres mi chaqueta, bebé?— preguntó con una sonrisa.

—¿Cuál es el punto de usar esto si debo cubrirlo?- pregunté señalando mi minúsculo top negro en el que se leía "West Coast" —Y no me llames bebé.

Asintió obediente con un sonrisa lobuna y me señaló la parte de atrás con la cabeza. Me senté sin más, y tras unas pruebas al embrague arrancó a toda velocidad.

Mi cabello se enmarañaba de todas las maneras posibles y mientras la motocicleta doblaba en aquel callejón pensaba en lo difícil que resultaría quitar las falsas extensiones azules que me había colocado. El viento era mas frío a cada minuto y me arrepentí de no haber aceptado su chaqueta de cuero.

Nos adentrarnos al último callejón donde al fin pude divisar las luces rojas y verdes en neón del lugar.

—Al fin.— dije bajando del vehículo de un salto.

—Debiste usar mi chaqueta be...- se detuvo cuando lo fulminé con la mirada.

—Te dije que...

—Tranquila fiera, no he dicho nada.— Comentó mordiendo su labio del lado donde llevaba la pequeña argolla al tiempo que me rodeó con su brazo y me dirigió hacia la puerta de entrada. —Pat, solo somos nosotros hoy.— Él y el portero se estrecharon la mano y después me dio un guiño.

Odio no poder odiarteWhere stories live. Discover now