Recuerdo oscuro

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Unos días después de comer con mi abuela, llego a casa por la noche al terminar de entrenar al futbol y veo a mi madre que está escribiendo algo en un folio. Le pregunté qué era pero no quiso responderme así que le dije que me iba a la habitación a ver una película hasta que acabase. Una hora después llama a la puerta y entra.

—¿Ya es hora de cenar? ¿Necesitas ayuda?
—No, tranquila ya la hago yo. Quiero que leas esto y espero que lo entiendas, de todo corazón —me dijo triste y apagada.

Recojo lo que me estaba dando, era una carta. Ella se va y me deja sola, decido abrirla, algo me decía que no me iba a gustar nada.

      " Querida hija:
Te escribo esta carta porque decirtelo con palabras me es muy dificil, se que lo has pasado muy mal durante mucho tiempo. Desde lo que pasó con el imbécil de tu padre... pero has llegado a un punto, que cada cosa que haces es para llamar la atención de todo el mundo y hacerte daño continuamente. Tu cabeza no responde a las soluciones, se que no es culpa tuya, pero necesitas ayuda, una ayuda ajena a tu familia y a tu zona de confort; por eso, con dolor, te informo que dentro de dos días iremos a visitar un internado fuera de Galicia. Para que empieces el curso que viene, allí, lejos de todo el mal que has tenido y que puedas ver las cosas de otra manera, no lo vas a entender ahora, lo sé pero, creo que será bueno para ti alejarte y asimilar todo de una manera propia."

Mientras leía la carta los ojos se me llenaban de lágrimas, no daba crédito a lo que decía la carta y en cómo mi madre había sido capaz de hacerme algo así.
Acto seguido tocan la puerta, entra mi madre preguntando cómo estaba, me ve llorar  e intenta acercarse pero me niego a que me toque y me diga nada. Me voy rápidamente de la habitación a coger algo de beber de la nevera para volver a encerrarme en mi cuarto.

—Mónica, se que estas enfadada y entiendo que no me hables, te dejo tranquila... solo espero que no lo veas como un castigo y lo veas como una ayuda.

Ya no la escuchaba, me había puesto los cascos y a jugar en el ordenador. ¿Cómo me puede hacer algo así? No podía creerlo. Asimilando la verdad, me acosté tarde esa noche sin saber que pensar.
Por la mañana siguiente, mi madre intentó hablar conmigo de nuevo, pero, yo me negaba a escuchar nada, solo le dije una cosa:

—Acepto ir al viaje... pero no acepto lo que estás haciendo, ni internarme en ningún sitio.

Y me vuelvo a ir, a donde ella no esté en ese momento, Acepta que no quiero hablarle, solo me avisaba para  comer o me traía algo de beber. Por la tarde, me informó de que debía de hacer una mochila con cosas para el dia siguiente, ya que, viajaremos hasta Sigüenza, que era donde estaba el internado. Parece ser que era un pueblo más allá de Guadalajara ( Castilla, La Mancha), por curiosidad, lo busqué para ver como era.
Y si, el sitio era bonito y todo pero seguía sin querer ir y menos quedarme ahí todo un año.
Nos tuvimos que levantar temprano para tomar el tren a la noche y mi madre quería que comiéramos fuera y todo, ¡vamos! Que quería que me olvidase un poco de todo. Me dejaba ver la tele, jugar al ordenador horas y horas sin que ella me molestase, hasta que finalmente me preguntó  si podíamos hablar, entonces decido hacerle una pregunta.

—Solo quiero saber, ¿por qué quieres que me vaya? —«Tan mala soy», pensé.
—No cielo, pero si que desde que te pasó lo que te paso, has estado mal y actuando de una manera que no eres tu —se sincera tristemente.
—Ya mama, pero creo que estás exagerando. Se que estoy mal, pero no creo que hacerme esto sea una solución al problema.
—Puede ser que si lo sea, alejarte de todo esto y así, podrás soltar todo. Que tu cabeza se relaje sin tener ningún tipo de miedo.
—No creo que sea algo bueno, alejarme de la única familia que me queda.
—Solo inténtalo hija.

Y sin más, acabó la conversación y llegó la hora de irnos a la estación para tomar el tren.
Subimos al transporte y llegamos a un vagón donde hay unas puertas que resultaban ser habitaciones. Por lo menos, podemos ir tumbadas y dormir.
Después de acomodarnos, mi madre me dice que vamos a cenar en el restaurante del tren, nunca cené en un tren así que, algo me hacía ilusión.

Cenamos tranquilas, yo miraba mucho hacia la ventana y en esto que me pregunta si estoy bien, a lo que respondo mirándola, dedicándole una mini sonrisa y preguntándole si podía beber otra Coca-cola. ¿Esto está pasando de verdad?

Oscuridad y luzWhere stories live. Discover now