Sera necesario?

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Después de cenar y pasar un rato en el restaurante del tren, decidimos ir a nuestra habitación para descansar durante el viaje que sería bastante largo, me tumbo en mi cama mientras que mi madre se tumba en la otra.

Intento dormir pero mi cabeza no me deja de tantas preguntas, «¿Por qué me está pasando esto?». Quiero calmar mis miedos, pero no soy capaz a medida que los minutos van pasando, me invaden los pensamientos.

Desde que mi papá me dijo que no volvía a casa, yo quería echarle la culpa a mi madre y a la mujer misteriosa que apareció de la nada y que cada vez que yo iba, siempre estaba en casa, a todas horas y muy pegada a mi papá. Cada vez que podía le preguntaba que hacia ella siendo tan tarde y el por qué no se iba a su casa para yo poder estar con él y hacer cosas juntos como hacíamos antes. Pero, siempre recibía la misma respuesta: "—Es una amiga, ahora se va".

Nunca se iba, hasta que un día decidí contárselo a mi mamá, y ella, acto seguido, se fue a llamarlo y a criticarlo. Que me dijera la verdad o que desapareciese de la casa, que mentir no podía ser. Yo los estaba oyendo desde la puerta de la cocina, «¿A que se estaba refiriendo?» «¿Por qué soy la última en enterarme de todo?».

—Mónica, Mónica despierta... —me despierta—... ¡ya hemos llegado! —exclama—Venga, vamos.
—¿Cómo es posible? ¿ya pasaron nueve horas?
-—Venga, espabila que hay que coger otro tren.

Suspirando, le hago caso lo más rápido que puedo, recojo todo y salimos del tren para ir a otra vía y coger otro, para poder llegar a nuestro destino.

—Mamá, ¿y dónde vamos a dormir? ¿o es ida y venida?
—Vamos a dormir en un hotelito rural y asi vemos como es el pueblo después de visitar a las monjas.
—¿¡Monjas!? ¿¡cómo que monjas!? —le digo muy sorprendida.
—Sí, monjas. Mónica, ¿qué te sorprende tanto? —me dice toda convencida.
—Me dijiste internado, no dijiste nada de monjas.
—Pues... eso, un internado de monjas.
—¡Me niego rotundamente!
—No empecemos, vamos y ya decidiré.

Durante el trayecto en tren, no quiero dirigirle la palabra para nada, ni mirarla tan siquiera. Al cabo de una hora, más o menos, llegamos a una estación pequeña con el pueblo por detrás, era algo precioso aunque se notaba que era todo cuestas arriba y en la cima, había un parador increíble.

Salimos y tenemos un coche negro grande esperando por nosotras, es un señor así mayorcete pero muy risueño y amable. Nos recoge las maletas, las guarda y nos invita a meternos en el coche, después de 15 minutos ya nos encontramos en el hotel pequeño pero muy acogedor.

Nos entregan las llaves para que podamos subir a dejar nuestras cosas, pero, antes de subir, mi madre le pregunta si sabe de algún sitio tranquilo para cenar, le dan una tarjeta y nos vamos.

La habitación era antigua pero moderna a la vez, no estaba mal para el tamaño del hotel.

—Me voy a dar una ducha —le informo a mi madre muy seria, sin mirarla tan siquiera.

Ella asiente y se sienta en una butaca a leer. La ducha me sienta genial, me relaja y me hace no pensar en nada más que en ese momento y disfrutar.

Solo se me venía una pregunta a la cabeza: «¿Cómo sería el sitio?»..

Oscuridad y luzWhere stories live. Discover now