Dudando

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Al acabar de darme una ducha salgo para vestirme y así dejar el baño libre, pero, al salir, mi madre quiso directamente ir a cenar para disfrutar del pueblo y que nos diera tiempo a ver algun lugar.

La verdad, que el lugar donde fuimos a cenar era algo pequeñito pero muy bonito; con una variedad muy grande de comida, la especialidad era unas patatas, cortadas muy finitas, como si fueran hilos, y unas palomitas de pollo con tres salsas diferentes para acompañar. Mi madre se pidió unas croquetas variadas para luego, como no, repartir entre las dos.

Al acabar, subimos hasta arriba de todo y ahí estaba el parador, un castillo antiguo grande y muy bien conservado, con sus agujeros de disparos con sus cancillas, sus escaleras de piedra. La verdad, era muy precioso y sin darme cuenta, me salió una sonrisa, que inmediatamente borré. Sabía para lo que habíamos ido y el porqué estábamos allí, la verdad, yo sentía que no estaba bien lo que me había pasado. Tuve que dejar de lado a una familia porque le creían a una persona antes de darse cuenta de lo que realmente ocurría.

Siempre me acuerdo cuando era pequeña, de que solíamos viajar a visitarlos y me quedaba dias y dias alli disfrutando de mis primos, pero... ¿y ahora?, ¿qué hago para olvidar?

Mientras mis pensamientos se quedan con esa pregunta, mi madre me habla—Estás cansada, ¿quieres ir a dormir ya? —ve que no hay respuesta y se acerca a mí para que reaccione—. Perdona, si, vámonos. Ha sido un dia duro.
—Vale, pues vámonos.

Nos dirigimos directo al hotel donde nos alojamos y nos vamos a dormir.

A la mañana siguiente, nos despertamos temprano ya que teníamos que estar a las nueve en el internado y nos pusimos a desayunar.

—¿Cómo estás? —oigo a mi madre.
—No quiero hablar de eso, prefiero acabar con esto. No me encuentro bien.
—No puedes ponerte asi, tienes que entenderlo, no estas bien y sufres.
—Crees que separandome de mi familia... la única que me queda, ¿me hará bien? —contesté de inmediato—. Me da que te equivocas.
—Si lo creo y lo acabarás creyendo tu.
—Lo dudo, pero como quieras.

Nos fuimos hacia el internado, el paseo fue silencioso y yo miraba a todos lados menos a mi madre, no quería darme cuenta de que probablemente sería lo mejor para mi. Al final del parque, por el que fuimos, se veía un edificio muy antiguo y a la vez tenía una belleza que no me esperaba.Había algo de ese sitio que me hacía sentir bien, y no sabía porqué.

Al llegar mi madre se para en la entrada—Bueno, aquí es. Ahora vamos a entrar, escucharemos, veremos el sitio y de ahí se mirará.
—Vale —respondí.
—Estate tranquila.

No le hago mucho caso, nos dirigimos a la puerta de entrada y llamamos al timbre, unos segundos después la puerta se abre es una monja con mirada dulce. Mi madre le dice que habíamos quedado con la madre Asunción para ver el lugar, nos indica que esperemos en la salita que hay a nuestra derecha y que inmediatamente la mencionada vendría.

Unos minutos después, aparece, nos saludamos y se presenta—Soy la madre Asunción, directora de este internado.
—Encantada madre Asunción, esta es mi hija Mónica.
—Hola madre, un placer —digo fríamente.
—¿Qué te pasa hija mía?, ¿estás triste?
—Nada madre, estoy bien, gracias.

La madre Asunción nos comenta un poco como funciona el sitio, donde estudiamos y el régimen de llamadas. Nos cuenta que el internado consta de seis habitaciones divididas por cursos académicos, cada habitación tendrá una tutora de un curso superior por si en algún momento, pasase algo y necesitamos ayuda.

Luego, nos habla del régimen de estudio, al parecer de primero a tercero de la E.S.O., estarán en un estudio con una tutora para realizar los deberes y resolver cualquier duda que se tenga.

—También veremos el comedor, que más adelante, si al final se decide que se queda, explicaremos cómo va el sistema —continuó explicando—. Veremos también la capilla donde se realizan rezos y misas y, finalmente, volveremos a donde estábamos para resolver cualquier duda y tomar una decisión.

Después de todo eso, no se porque, me fijo en mi madre y en la monja. En sus caras noto algo que no me gustó nada, parecía que ya había una decisión tomada sin contar con lo que yo quisiese en ese momento. Me invadió un sentimiento de soledad, de saber que yo no quería pero, aún así, deciden por mí. Deciden alejarme de todo y de todos, sin contar conmigo.

Háganme una propuesta, algo que indicara que aún podía luchar por una vida propia. «¿qué hago?», pensé. «¿me niego?, ¿monto una escena?, ¿bajo cabeza y acepto?», me pregunté. Me sentía tan sola que solo podía llorar y llorar.

Parece ser que esto estaba muy decidido. Cuando salimos de la reunión, miro a mi madre y le digo—¿Ya has hecho la matrícula hace tiempo verdad? —mi madre me mira atónita y se queda callada.

Oscuridad y luzWhere stories live. Discover now