Final

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Joel

Machu Picchu era de los lugares más hermosos en los que he estado.

Ver brillar los ojos de Riki me decía que todo había valido la pena.

Su emoción era el doble, por él y por su mamá.

Me explicó la historia del lugar tres veces antes de llegar y volvió a explicármela una vez más cuando estuvimos ahí.

Él había soñado con esto toda su vida y no solo por su mamá sino por él mismo.

Su mamá le había dejado su espíritu aventurero.

Tomé tantas fotos como me fue posible de aquel chico, con el lugar de fondo.

No queria perderme ni el minimo detalle de su mirada, de sus gestos o de como su ahora no tan corto cabello volaba con el viento.

—Se supone que le saques fotos al lugar no a mí —fingió reclamarme.

—Tú eres más asombroso que cualquier lugar.

Abrió la boca señalando que estaba ofendido —Estas en Machu Picchu, no puedes decir eso.

Reí un poco viendo su mejillas sonrojadas y me animé a besarlo otra vez.

Y lo supe en cuanto nuestros labios se rozaron.

Algo estaba mal.

Riki se separó con una sonrisa y corrió recto elevando los brazos en señal de felicidad.

Yo continúe fotografiándolo porque era cierto. Él era el arte vivo más hermoso que mis ojos habían contemplado.

Quería recordar ese viaje toda mi vida.

El momento en que me sentí realmente feliz y libre y capaz y seguro y enamorado de todo, de la vida, de mí, de Riki. Y... en paz conmigo mismo.

Semanas después nos encontrábamos en una pradera verde, no tan cerca de Machu Picchu pero aún así se podía contemplar perfectamente el lugar desde ahí.

Yo estaba sentado y Riki se encontraba echado con la cabeza recostada en mi regazo.

—Tengo mucho sueño, Joey... —murmuró despacio.

Hace varios días había comenzado a sentirse débil y yo sabia muy dentro de mí que este momento llegaría tarde o temprano, porque no puedes encerrarte en un lugar mágico para siempre.

Y mi vida jamás había sido perfecta.

—No duermas aún —rogué meciéndolo un poco al ver como comenzaba a cerrar sus ojos.

Él volvió a abrirlos hasta la mitad y habló un poco tratando de mantenerse despierto —Hace frío y estoy cansado.

—Quedate despierto un poco más, mi amor. Aún tengo varias cosas que contarte —insistí —He pensado en abrir una heladería.

—Esa es una pésima idea —río un poco —nadie compraría helado en invierno.

—Es una buena idea porque todos aman el helado —sonreí al verlo reír.

—Voy a cerrar los ojos porque ya me es imposible mantenerlos abiertos.

—No te duermas aún, por favor —el miedo que me invadía era inmenso.

Mi labio inferior tembló porque sabia que ya era tiempo de preguntarle lo que tanto me había atormentado desde que encontré esas pastillas para el dolor de cabeza con una dosis muy fuerte, entre su ropa.

—¿Por qué no me lo dijiste?

Se mantuvo callado varios segundos pero finalmente respondió —Tenia miedo —suspiró —eres el único chico al que he amado, no quería romperte el corazón.

En ese instante supe que ya no podía retener mis lágrimas y comencé a llorar.

—¿Te estoy rompiendo el corazón, Joel? —preguntó con la voz temblorosa.

—No, claro que no —mentí. Mi corazón no podía estar más roto, pero no podía decirle eso.

—Después de que mi mamá murió y papá me corrió de casa, la pasé muy mal, fue la peor temporada de mi vida. Pero me animé a mi mismo por mi madre, quería vivir por ambos, quería que valiera la pena su sacrificio y entonces cuando todo parecía estar bien, recaí —respira un poco antes de continuar —El doctor dijo que el trasplante de corneas se hizo muy tarde, que el cáncer había avanzado y afectado otros órganos. Ya no había solución, podía tomar quimioterapias para retrasar un poco mi muerte. Y me esforcé, de verdad lo hice. Trabaje mucho para pagar las quimioterapias pero cada día me sentía peor, el tratamiento era muy duro. Una noche regresé a casa rendido y vi la foto que mi madre guardaba con cariño, una fotografía de Machu Picchu. Recordé su sueño y empecé a ahorrar ya no por mí, sino por ambos.

—Mi chico valiente —pronuncio limpiando mis lágrimas.

—Gracias por estar aquí —ahora suena más débil —¿Sabes? El doctor no me dio mucha esperanza de vida, pero yo le rogué a Dios que me permitiera llegar hasta este día y él hizo más que eso porque te puso en mi camino. Me siento más que feliz y listo.

—Eres lo mejor que me ha pasado —digo antes de unir nuestros labios y siento como trata de corresponderme pero es inútil.

—Te amo, pero tengo sueño, dejame dormir.

—Ya puedes hacerlo, mi amor. Duerme Riki, veras que cuando despiertes estarás en un lugar más bonito que este y con la persona que más amas.

La puesta de sol llega y se va. Y los latidos de su corazón con ella.

Ahora lo sé. La vida es tan confusa que aveces puede darte no solo uno, sino dos amores inolvidables.

Fui a Italia porque Riki deseaba ser enterrado en el mismo cementerio que su madre.

Él era un chico solitario, no se habían permitido relacionarse con nadie por su enfermedad y entonces me sentí especial.

El día del entierro, el cementerio estaba vacío. Solo dos hombres tirando tierra sobre su ataúd, yo y el que supongo era su padre a un costado del hoyo, desecho.

No podría juzgarlo porque supongo que en su tiempo le dolió lo que había sucedido con su esposa, pero tampoco merecía ser consolado.

Cuando todos se fueron y la lapida que llevaba su nombre estaba en su lugar, lloré como no pensé que se podía llorar.

Aquel Abril muy doloroso y poco cálido, caí en cuenta de que mi Riki ya no estaría más a mi lado.

RIKI •Joerick •RikelWhere stories live. Discover now