Capítulo 6: Peligro en el Bosque Negro

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Nos despertamos muy temprano para seguir nuestro viaje. Sin embargo a nosotras nos resultó muy difícil madrugar puesto que nos habíamos pasado la mayor parte de la noche hablando. Eodys me había resultado encantadora, y ahora contaba con una amiga fuera de las murallas de mi reino. Me estaba encantado conocer el mundo más allá del reino del sur.

Nuestros caballos ya estaban preparados cuando Valerie y yo llegamos a las caballerizas. Vi cómo Valerie le sonreía a Dastan a modo de saludo, y él le devolvía la sonrisa, quizás mi plan de unirlos estaba dando resultado.

Monté sobre mi yegua palomina, la adoraba, llevaba conmigo desde que nació, la llamaba Danya, y era la más fiel corcel que había montado jamás. Gracias a ella, empezó a gustarme montar.

Nos despedimos de aquellos que tan amablemente nos había hospedado una noche, y, bajo la promesa de volvernos a ver, seguimos nuestro camino.

El tiempo era bastante frío. Llevábamos medio día de viaje cuando Valerie y yo nos pusimos unas capas que nos resguardaran un poco de ese frío, puede que pronto nevara. Era muy incómodo viajar con vestido, y además, no ayudaba a hacernos entrar en calor, de modo que unas capas nos vinieron de maravilla.

-Ya os dije que no era un viaje para chicas-me dijo Dastan mientras cabalgaba a mi lado, me había puesto la capucha sobre la cabeza y tiritaba un poco.

-No os preocupéis por mí capitán-bromeé-es solo un poco de frío, entraré en calor en breve...¿Una carrera?

-No... Tamina no es momento de...-pero era demasiado tarde, ya había arreado a mi yegua y galopaba, dejándolo atrás. Por supuesto, el capitán respondió a mi reto, y azuzó a su caballo para alcanzarme. Corría libre por unos verdes prados, qué sensación más hermosa... entonces vi cómo en el horizonte empezaban a asomar las primeras copas de unos enormes árboles. Habíamos dejado atrás al grupo, y Dastan empezó a ver lo mismo que yo.

-¡Tamina, para!-me gritaba desde atrás.

-¿Es que acaso tienes miedo de que te gane?-le gritaba mientras reía.

-¡No avances más, es peligroso!-me decía él.

Ya nos quedaba poco para llegar al bosque que se interponía en nuestro camino, cuando me detuve de repente. Dastan me alcanzó, nos separaban unos metros de la entrada.

-Gane-le dije feliz.

-Empezasteis primero, eso no vale-me replicó.

Ambos guardamos silencio, y miramos hacia los imponentes árboles.

-Este es el Bosque Negro-me dijo al fin. Lo miré asustada, habíamos llegado antes de lo previsto. Miré hacia atrás y vi cómo los demás iban llegando a lo lejos.

-¿Alguna vez has estado aquí?-le pregunté.

-No-me respondió-por eso hemos de tener cuidado, para ellos somos completos desconocidos. Los elfos del oeste no son precisamente muy amables... hemos de ser muy cautelosos.

El resto del séquito se aproximaba.

-No podemos avanzar a caballo-sentenció Dastan-los ataremos aquí y uno de nosotros se quedará para vigilarlos, si hay problemas, basta con hacer sonar el cuerno.

Todos nos bajamos de nuestras monturas y el más joven de los soldados fue el elegido para cuidar de los animales. Dastan le dio algunos consejos de camuflaje y primeras defensas, y luego miró al resto decidido, empezaba lo complicado.

Nos adentramos en fila, a la cabeza iba Dastan con otro soldado, Valerie y yo en el centro, y en la retaguardia tres soldados más. Avanzábamos despacio. Dastan era experto en rastreo, y buscaba huellas o señales que nos dieran pistas para localizar el castillo de los elfos dentro de ese inmenso bosque.

Los árboles no dejaban pasar mucha luz del sol, y como empezaba a atardecer, la visión era cada vez más difícil. Se escuchaban cantos de pájaros, de insectos, que hacían que me doliera la cabeza, pero nadie se daba cuenta. Entonces, todo sonido paró.

Y Dastan se quedó inmóvil, provocando que todos nos quedáramos parados. Noté cómo algo caía sobre mi hombro, y escuché un débil gemido de Valerie detrás de mí.

-Princesa...-alcancé a oír. Miré lentamente hacia arriba, y lo que vi hizo que ahogara un grito ensordecedor. ¡Sobre nuestras cabezas había un nido de arañas gigantes que se disponían a cazarnos!

El séquito se deshizo en pocos segundos, las arañas aterrizaron en el suelo y comenzaron a perseguirnos. Lanzaban tela que capturó a uno de los soldados que iba a mi lado.

-¡Corra princesa!-me gritó desesperado-¡Huya antes de que la alcancen!

Estaba paralizada del miedo, buscaba a Valerie para huir con ella, pero no la encontraba.

Una araña se aproximaba a gran velocidad hacia el soldado inmovilizado y hacia mí.

-¡¡Corra!!-ese grito hizo que saliera de mi ensimismamiento y empecé a correr. Oculté mi rostro bajo la capucha y me metí por los lugares más estrechos que veía para evitarlas. Sé que una me seguía, podía oírla.

Sus pasos rápidos recortaban distancia, cuando vi que desde las copas de los árboles salían flechas, ninguna me dio, pero al parecer a la araña sí, porque dejé de oírla. Me paré y miré hacia atrás, pero no había nada. En ese momento, oí como a mis espaldas algo aterrizaba en el suelo. Oí una cuerda tensarse, debía ser un arco. Y entonces, alguien habló.

-No me creas incapaz de matarte, humano-dijo imponente mi atacante.

Memorias de la última princesa. 1º TomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora