Atisbar

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¨Dícese de la acción de mirar, observar con cuidado, recatadamente.¨

El primero en despertar de los dos es ella, pero ni siquiera hace un mínimo amago en moverse, evitando así perturbar el sueño profundo del gallego que sigue anclado a su cintura y envuelve con una de sus piernas las dos de la catalana, creando un amarre difícil de deshacer.

Aunque para ser sinceros ella no querría estar en otro lugar que no sea sobre esa alfombra, con él.

Con uno de sus dedos acaricia el filo de la mandíbula de Luis, entreteniéndose con la sensación de cosquillas que le produce la barba bajo las yemas de su dedos. Aprovechando que los rayos de sol empiezan a colarse a través de la ventana puede descubrir los matices de diversos colores que forman la barba del chico, y por supuesto que su sonrisa se ensancha al observar zonas pelirrojas y otras más rubias.

Las pestañas frondosas que ahora mismo le rozan contra las pómulos marcados son frondosas, espesas y largas, convirtiendo así a sus ojos en las puertas de un mundo en el que ella adora perderse. También adora la manera que él tiene de mirarla, como si fuera una diosa recién salida de una de las obras de arte de Vermeer. Como si ella se tratase de la mujer más bella del mundo aunque por supuesto sabe que no es así, pero aun sabiéndolo le fascina esa capacidad que siempre ha tenido él de verla invencible.

A través de los ojos de Luis, Aitana podría convertirse en vencedora de todo, incluso del mundo si se lo propone.

Se aferra aún más a él, con cierto cuidado de no dañar demasiado la mano que descansa sobre el pecho de Luis, pero en realidad no solo quiere agarrarse a su cuerpo, como si fuera su bote salvavidas particular, quiere amarrarse a ese amor que siente por él. Ese amor que la hace sentirse viva, que le hace despeinarse el flequillo sin importarle, que le obliga a mirar el mundo de otra forma, que le hace valorar los momentos con él como si fuesen a ser los últimos, porque el amor, como la vida es efímero, y aún más si se trata de ellos dos.

Luis ha cambiado mucho durante estos quince años en los que la vida ha decidido mantenerlos separados en distintos países, tiene grabada la última imagen de él en la cabeza, y es algo que sabe que jamás podrá borrar. Ella también ha cambiado, como es obvio, pero aun con el paso de los años y el peso de la vida sobre ambos, Aitana y Luis siguen siendo imprescindibles el uno para el otro.

La chica odia pensar en que una relación de pareja se basa en que uno sea la mitad del otro, como ese dicho tan conocido que dice que todos debemos encontrar a nuestra media naranja, NO, ella nunca ha querido encontrar a alguien que la complete, ella es mucho más que tener que depender de alguien para poder sobrevivir, ella lo que siempre deseo fue encontrar a alguien con el que ser ella, al cien por cien.

Luis no es su media naranja y eso ella lo sabe.

Luis es la persona con la que quiere compartir amaneceres, noches de lluvia, risas y todos los polvos que puedan regalarse el uno al otro.

Luis no la completa, para nada, pero le reconforta haberse topado con él, y que sea capaz de potenciar ese porcentaje que hace ser a Aitana quien es hoy en día.

A pesar de todo ella siempre tendrá miedo a perderlo de nuevo, pero al menos sabe que si su amor dura poco, podrá gritarle al mundo entero que siempre guardará en ella un pedazo del que siempre ha sido el amor de su vida.

Si ahora mismo, desnuda sobre el suelo con Cepeda pegado a su cuerpo evitándole escalofríos por las temperaturas de diciembre, le dieran la opción de quedarse únicamente con un recuerdo del gallego, seguramente optaría por dejar grabado a fuego el sonido de su voz. Esa voz rugosa y grave que la vuelve loca. Esa manera tan suya de llamarla niña y de decirle que le quiere, esas dos palabras que se le clavan en el pecho como un cuchillo cada vez que las pronuncia, porque son sola para ella. Aun no se ha acostumbrado a escucharlas, suele quedarse sin respiración y sin saliva por lo que normalmente le cuesta responder cosas coherentes después de esa manifestación de amor y aunque ella no es la de los grandes gestos, eso no significa que lo quiera menos, si no que no sabe cómo expresar todo lo que él le provoca.

Incandescente Where stories live. Discover now