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Han pasado unos cuantos días y finalmente me han dado el alta. Me encuentro en el cómodo apartamento de Nathaniel, quien se ofreció con todo pronóstico a cuidarme. He supuesto que sigue sintiéndose culpable por lo que me pasó.
La investigación ha avanzado, de momento están interrogando a personas de mi al rededor, han interrogado a Rosa, a Nath, a Alex, Castiel, ect...
Han deducido que la persona que quiso apuñalar a Nath en realidad era un simple enviado. La persona que quería herirle era tan cobarde que había tenido que contratar a alguien.

Miro por la ventana, hace un buen día. El sol ilumina la ciudad, la gente pasea por la calle con tranquilidad, como yo solía hacerlo antes de ser atacada. Suspiro y retiro mi vista de la ventana para concentrarla en el techo. Estoy aburrida y harta del reposo, quiero hacer algo emocionante, todos los días dentro del apartamento son iguales.
Escucho las llaves girar en la cerradura de la puerta, esta se abre y no puedo evitar sonreír. Nathaniel había vuelto.

De su trabajo...

Pero había vuelto.

—Buenos días bella durmiente.—Dice irónico. Se quita la camiseta y me da un beso en la frente.

—Soy de todo menos bella ahora mismo.—Confieso frotándome los ojos. Estoy segura de que parezco de todo menos una princesa, ya que tengo los ojos hinchados, el pelo revuelto y visto con una camiseta de deporte de Nathaniel.—Hace buen tiempo hoy.—Digo con esperanza de poder salir.—Podríamos hacer algo.—Sonrío intentando convencerle.

Él se lleva la mano a la barbilla pensativo mientras me mira fijamente. Por dios, que diga que sí.

Sonríe y se quita los pantalones, es entonces cuando me ruborizo al instante, ¿por qué tiene que ser tan sexi?
Seré desvergonzada, pero no puedo separar mi mirada de su cuerpo.

—Los doctores dijeron que tenías que tomar reposo.—Dice y se sienta en la cama en la que estoy tumbada. Me acerco a él a duras penas. Hago una mueca de tristeza como una niña pequeña que no consigue lo que quiere y él me pellizca la nariz.

—Quiero salir de aquí, quiero notar el sol sobre la piel y el aire acariciar mi piel. Estoy agobiada y harta de estar encerrada. Salgamos, aunque sean diez minutos.—Suplico. Nath hace un mohín con los labios y mira al cielo.

—Está bien, vamos a ducharnos.—Dice levantándose. Mi corazón late con rapidez. ¿Vamos a hacerlo juntos?
Ya nos hemos visto desnudos muchas veces, pero para mí el momento del baño es bastante íntimo.
Me levanta sin esfuerzo y pataleo. Me siento toda una princesa.

—Puedo andar, ¿sabes?—Farfullo. Él se ríe.

—No estropees el momento romántico.—Responde y me muerde la mejilla. Cuando éramos adolescentes solía hacerlo mucho.

—Das asco.—Digo entre risas quitándome la saliva de la mejilla, la cual palpita un poco por el dolor.

—Aun así te encanto.—Responde con segura superioridad y yo niego con la cabeza entre risas.

Me deja en el suelo y me levanta la camiseta dejándome en sostén.

<<Relájate, no vais a... estás herida.>>

Respiro profundamente cuando fija su vista sobre el valle de mis senos.
—¿Qué miras?—Pregunto desafiante.

—Nada que no haya visto ya.—Saca la lengua y le empujo débilmente, pero es inútil, ni siquiera retrocede. Cuando se desnuda completamente evito bajar la mirada hacia su entrepierna fijándome sólo en sus ojos. Me desabrocha el sostén en un ágil movimiento y me quita los tirantes suavemente por los hombros, haciendo que se me erice la piel. Puedo quitarme la ropa yo sola, pero me gusta que lo haga él.
Me bajo las bragas rápidamente y nos metemos en la ducha, yo lo hago con cuidado de no abrirme los puntos.

Lo siento cariño, me encanta. •cdmu•Where stories live. Discover now