–¿Sabes si Elendnas está bien? ¿Dónde está? Lo que sea...– prácticamente suplicó la elfa.
–Tampoco puedo darte esa información. Deberás encontrarlo por ti misma y averiguarlo.
A pesar de la falta de respuesta, en las palabras del Oráculo entendió que al menos estaba vivo, pues, si debía encontrarlo, es que podía hacerlo. Quizás sólo fue una interpretación forzada de aquellas palabras a partir de sus propios deseos. O quizás fue un desliz del Oráculo. O quizás fue premeditado. Cualquiera que fuera la realidad, Goldmi se sintió ligeramente aliviada al entender que el elfo al que había salvado en una misión única estaba vivo.
–¿Me recordará? ¿Me recordarán todos con los que hablé? ¿Cuánto tiempo ha pasado?
–El tiempo en tu mundo natal y tu mundo de adopción transcurren en sincronía. El tiempo que pasó en aquel, es el que ha pasado en éste. Algunos te recordaran, otros no. Algunos con los que creíste haber hablado, fueron tan sólo ilusiones. Otros fueron realidad. Quizás tu corazón sea capaz de distinguir unos de otros. Quizás, en el fondo de tu alma, conozcas la verdad.
Goldmi se quedó en silencio durante un buen rato, preguntándose si habló y salvó realmente a Elendnas. Quería creer que sí, quería creer que su corazón le decía que sí, y decidió creer que sí. De todas formas, la situación real era algo que debía comprobar por sí misma, pero aún era demasiado débil para llegar a donde éste vivía, al menos en el juego.
–¿Qué tengo que hacer ahora?
–Eso es decisión tuya. Mi misión es servir de guía, no de patrón. Las decisiones sobre ti misma las has de tomar tú.
–¿Esto... es... real? ¿Si muero, puedo revivir?
–En el pasado, no estabas del todo, por lo que no podías morir del todo. Ahora lo estás, así que tu muerte sería permanente. Tu segunda oportunidad ha sido volver aquí. No hay una tercera.
Se lo temía, pero debía asegurarse. El dolor era demasiado real como para creer que simplemente podía revivir como en el juego. Era en parte aterrador estar en un lugar rodeada de peligros, pero no estaba tan asustada como hubiera creído que lo estaría en una situación como aquella. Miró entonces al Oráculo con curiosidad.
–¿Y tú que eres? ¿Tienes nombre? ¿Eres hombre o mujer?
–Soy un Oráculo, ni más ni menos– respondió éste.
–¿Y dónde vives? ¿Estás de paso? ¿Te quedarás mucho tiempo?
–Vivo en el mundo. Vine aquí como tu guía, y me quedaré cuanto sea necesario– siguió, simplemente respondiendo a las preguntas. No parecía importunarle la curiosidad de la elfa, por mucho que algunas de las preguntas fueran personales.
–¿Nunca ríes? ¿O lloras?– siguió ésta, con frustración. Era como hablar con una centralita telefónica.
–Los sentimientos de un oráculo, de haberlos, no deben ser desvelados.
–Oh, vamos... Alguien tiene que estar detrás de la máscara. ¿Puedo tocarla?
La elfa se acercó un poco al preguntarlo, pero una barrera invisible la detuvo.
–Hay secretos que no deben ser desvelados– reiteró el Oráculo, con un tono que por primera vez contenía algo más, una advertencia.
–Lo... Lo siento– se disculpó ella, retirando la mano y sintiéndose como una niña a la que han pillado haciendo una travesura.
El Oráculo no respondió ni pareció inmutarse, lo que hizo que ésta se sintiera un tanto incómoda.
–¿Estás enfadado?
–No hay motivo para estarlo.
–Entonces, puedes enfadarte si lo hubiera– siguió la elfa, con una sonrisa de triunfo.
–Yo sólo soy un guía, no deberías preocuparte de mi naturaleza– dijo éste, tras unos segundos de silencio.
–Pero eres el primero con el que puedo hablar, aparte de mi hermana. Y, si te vas a quedar un tiempo, al menos podríamos ser amigos– casi suplicó.
–Mi misión es la de guía, no la de acompañante. Debo proporcionar la información que se me requiera, si es posible, no entablar relaciones.
–Pareces un robot– se quejó Goldmi, resignada, y sin obtener ninguna réplica. Ni siquiera podía estar segura de si quien estaba frente a ella sabía o no lo que era un robot –¿Quieres algo de comer? Puedo prepararte muchos platos diferentes.
–No es necesario que te preocupes de mis necesidades– respondió el Oráculo, con el mismo tono neutro habitual.
Finalmente la elfa se rindió ante la imposibilidad de tratar con aquel misterioso ser, limitándose a hacer preguntas sobre la interfaz del juego, habilidades o hechizos, o sobre el mundo en el que se encontraba. Por supuesto, no siempre la información fue clara, pero siempre le respondió a sus preguntas.
Y, mientras tanto, la lince dormitaba, enrollada en sí misma, aunque escuchaba la conversación. En más de una ocasión no había podido evitar reír por dentro, y, en algunos de aquellos momentos, había recibido la mirada asesina de la elfa, provocando que aún le costara más controlar su risa. Su vínculo podía llegar a aislarse si realmente se deseaba, pero ninguna de las dos lo había siquiera intentado.
Lo cierto era que la elfa no sólo había sentido la ligera burla de su hermana cuando intentaba averiguar algo sobre el propio Oráculo, sino también su apoyo cuando las preguntas era más personales e importantes para ella. Sabían perfectamente que podían contar la una con la otra para lo que fuera.
Finalmente, a media mañana, elfa y lince se dirigieron al círculo verde. Si bien ambas sentían cierto recelo, también entendían que era el camino a seguir. Y puesto que habían tomado la decisión, no iban a demorarla más.
Se colocaron sobre el círculo y éste brilló, creando una especie de cilindro de luz que las envolvió y las hizo desaparecer. Otro fenómeno similar ocurrió en una cueva, en la que las mismas dos figuras que se habían desvanecido en la aldea aparecieron.
Salieron del círculo y volvieron a meterse, comprobando que habían vuelto a la aldea, y repitieron de nuevo la operación, sintiéndose como niños que entran por primera vez en una puerta giratoria. Otra vez en la cueva, Goldmi la estudió con nostalgia. Era la misma a la que había viajado en el juego, muchos años atrás.
Siguiendo sus recuerdos y la luz que entraba por allí, se dirigieron hacia la salida de dicha cueva, desde la que podía observarse el exterior. Lo que vieron, las dejó sin habla.

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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
FantasyCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...