–Ha pasado por aquí– murmuró para sí la rastreadora nivel 71.
Era una mujer-zarigüeya, con un olfato natural bastante desarrollado, a lo que había que añadir varias habilidades relativas a su trabajo de rastreadora. Iba sola, pues confiaba en la diferencia de nivel y sus habilidades para esconderse y atacar por sorpresa. O para evitar o emboscar a sus competidores.
–Este es un buen sitio– musitó un hombre-castor.
De nivel 70, su fuerte eran las trampas y la paciencia, además de capacidad estratégica. Habiendo estudiado los mapas del área, había concluido que aquella era la zona más probable por la que pasaría su presa.
Había varios desniveles y áreas demasiado densas en las otras, por lo que tenía un 75% de seguridad de que pasaría por allí. Así que se escondió sobre un árbol desde el que tenía una buena visión de los alrededores, después de tender algunas trampas.
Sólo le quedaba esperar y confiar en su suerte.
–Las plantas me habían indicado esta dirección– se dijo una mujer cuya abuela era una dríada, así que tenía una cuarta parte de su sangre.
Era nivel 68, pero se sentía especialmente fuerte en el bosque, del que podía pedir prestadas sus fuerzas. Por ello, sus servicios eran muy apreciados en ese tipo de terrenos, aunque en esta ocasión trabajaba sola.
Se concentró una vez más en el bosque para sentir la vida natural. Para comunicarse con ella. Para confirmar la presencia de su presa. Pero, en aquella ocasión, la respuesta no fue la que esperaba.
Un escalofrío le recorrió todo cuerpo, sintiendo, por primera vez en mucho tiempo, miedo de las propias fuerzas que solían ser sus aliadas.
–¿Quién es ella?– se preguntó, sorprendida.
Temblando, dio media vuelta y se marchó de allí. Tenía demasiado que perder si enfurecía a la presencia que había perturbado su conexión. Sabía que sólo había sido un aviso, y no dudó en seguirlo, eliminando cualquier deseo de cazar a la misteriosa elfa.
–Por sus movimientos, esa debe de ser la mejor dirección– dedujo la arachne nivel 73.
Provenía de otro reino, del que había tenido que huir para evitar ciertos problemas legales. Y algunos malentendidos. Solía ocultar la parte de su cuerpo de araña, tomando una forma humanoide, más que nada para no llamar la atención.
No era que su especie tuviera algún problema en el reino de Goltrenak, pero era mejor para los negocios pasar desapercibida. Sobre todo, si quería evitar que dieran con su pista.
No era experta rastreadora ni conocía el bosque, pero había conseguido que los otros cazarrecompensas cargaran con un regalo, en forma de unas pequeñas arañas con las que podía comunicarse. Así, podía conocer sus ubicaciones y movimientos, y adelantarse a ellos.
Había algunos más que, poco a poco, iban estrechando el círculo alrededor de la elfa y su hermana. Éstas tenían la opción de escapar hacia la zona de mayor nivel, pero supondría prácticamente un suicidio. E ir hacia la de menor nivel sería caer directamente en las manos de sus perseguidores.
Lo mejor que podían hacer era avanzar lo más rápidamente posible, con la esperanza de dejarlos atrás, pues sabían que las estaban persiguiendo. Su hermana alada había ido detectando presencias que se dirigían hacia ellas, aunque no era fácil controlar su posición, pues sólo podía verlos ocasionalmente entre los claros.
Lo que sí sabían era que estaban acercándose, y que su nivel era muy superior al de ellas. Cuando una Alarma se activó, tuvo consciencia de lo cerca que estaban.
Había ido colocando algunas a medida que zigzagueaban por el bosque, y la que se había activado estaba a unos trescientos metros.
–Hay algo hacia el sureste. A unos cuatrocientos metros– informó la azor.
Esa era otra presencia. Estaban demasiado cerca, y no veían como podían escapar. Sólo se les ocurrió una solución.
Cuando la rastreadora llegó al riachuelo, frunció el ceño. La corriente de agua apenas tenía un metro de ancho y unos pocos centímetros de profundidad, pero allí se acababa el rastro. Y no había nada al otro lado.
Maldijo a su presa. Seguramente había seguido el curso hacia arriba o hacia abajo, así que necesitaba recorrerlo para encontrarlo de nuevo. Si no acertaba, perdería mucho tiempo.
–Maldita sea, estaba tan cerca...
No tuvo mucho tiempo para examinar el rastro que se perdía. Si no, quizás se hubiera dado cuenta de que había algo extraño en él. Pero la llegada de un semiorco la obligó a moverse.
Era un cazarrecompensas conocido por su crueldad y falta de escrúpulos, aunque no el único. Ella no era una excepción, pero él era más fuerte. Sabía que no dudaría en atacarla si creía que podía eliminarla con facilidad. Así que decidió seguir el curso del río hacia arriba, alejándose de él.
Éste también descubrió el rastro, y las pisadas de la mujer-zarigüeya. Dudó si seguirla o ir hacia abajo, pero supuso que ésta había detectado su presencia, por lo que estaría preparada. Era posible incluso que tendiera alguna trampa. Además, hacia abajo era mejor. Si la atrapaban río arriba, tendrían que bajar igualmente, y allí, quizás, podría interceptarlos.
Mientras, Goldmi y la lince estaban Camufladas y escondidas entre unos densos matorrales, no muy lejos de allí. Habían ido hacia atrás desde el riachuelo, siguiendo su propio rastro en dirección contraria, para luego usar Flotar y llegar hasta los matorrales, no dejando así ningún rastro de ese breve trayecto.
Estos se habían abierto para ellas, permitiéndoles esconderse, pero no confiaban en poder permanecer allí eternamente. Así que volvieron a salir cuando la azor albina las informó de que se habían alejado. Cruzaron el riachuelo en línea recta, aunque Flotando un poco para evitar dejar ninguna huella justo al otro lado.
Así que, mientras una las buscaba río arriba y otro río abajo, ellas siguieron de frente, confiando en poder alejarse de sus perseguidores más cercanos.
Sin embargo, sabían que no eran ni mucho menos los únicos, e incluso podían haberles tendido trampas, a pesar de lo cual no podían sino seguir adelante. Cuanto más tiempo permanecieran allí, más podían llegar, y más probabilidad había de ser descubiertas.
Su mayor ventaja era la información que recibían de su hermana alada, pero su vista no podía penetrar la espesura. Su mayor desventaja, la diferencia de nivel y número. Y que no sabían si, aun escapando del bosque, estarían a salvo.

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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
FantasyCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...