Búsqueda en el bosque

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Con la muerte del último de los tres guardaespaldas, el de mayor nivel, habían subido a 53. El primer hechizo desbloqueado había sido Barrera Lumínica, similar a la Ciclónica, pero mucho más poderosa, aunque solo contra hechizos de oscuridad. Si bien podía ser interesante contra seres corrompidos, en el juego había tenido pocas ocasiones de usarla, a excepción de iluminar al compañero que le tocaba buscar al resto cuando jugaban al escondite. O como broma. La tenía en 4

En 53, estaba Toque de Viento, que envuelve en un aura de viento el arma, haciéndola más rápida y añadiéndole el poder cortante del viento. Es algo más cara que otras bendiciones, pero también muy efectiva, por lo que la había usado a menudo y la tenía en 10.

Armadura de Espinas, en 52, crea una armadura adicional de plantas sobre el objetivo, no solo protegiéndolo, sino pudiendo dañar con sus afiladas espinas a quien intente golpearlo. La tenía en 5, básicamente usada sobre Eldi cuando hacía las funciones de tanque del grupo.

Y, en 53, había desbloqueado Intercambiar, que consiste colocar la espada donde estaba la daga y viceversa. No era muy útil en el juego, excepto en los duelos contra otros jugadores, a los que Goldmi no era muy aficionada. Así que sólo la tenía en 3, lo que reducía un poco la velocidad del intercambio.



Aún estaban comiendo cuando una de las Alarmas las avisó de que algo se acercaba. La azor se alzó sobre el bosque para explorar, mientras que elfa y lince se Camuflaban en él. Si bien no era fácil para el ave distinguir las figuras entre el follaje, sí que podía hacerse una idea.

–Son dos-patas. Más de diez, menos de veinte. Pasarán por vuestra posición en dos minutos. Están rodeando la zona.

Decidieron meterse entre unos arbustos, por donde daban por seguro que no pasarían directamente. Eran espinosos y venenosos, pero se abrieron para que las dos hermanas pudieran esconderse con facilidad.

–¿Estás segura de que es por aquí?– preguntó una voz conocida.

–Krusledón...– maldijo la elfa en silencio.

–Sí, aquí es donde mi familiar ha visto a la elfa y la felina. Se escondieron en una especie de caparazón de plantas. Hace poco salieron de allí, pero han desaparecido por aquí. Los restos de sus guardaespaldas están más allá. Los lobos ya se han ido– aseguró una domadora.

–¿¡Cómo ha podido perderlos de vista ese inútil pájaro rojo!?– se irritó el príncipe.

–De... Deben de tener alguna habilidad para esconderse. Si lo desea, puedo torturarla para que lo confiese...– se ofreció ésta.

–No será necesario, ya me ocuparé yo. ¡Aseguraos de que nadie salga del perímetro!– gritó éste.

Cuando había mandado al familiar a investigar por qué los guardaespaldas tardaban tanto, había descubierto los restos de estos, y los lobos. Y la presencia de la elfa con la lince.

Habían llegado a la conclusión de que, de alguna forma, había logrado escapar de los tres guerreros debido a la intervención de los lobos. No sabían qué estaba haciendo allí, pero al igual que los guardaespaldas, el príncipe lo atribuyó al destino, a que ella estaba destinada a él.

–Eres mía, no vas a poder escapar– murmuró, palabras que la elfa escuchó perfectamente, a sólo unos metros de distancia.

Su escondite era bueno, pero sabían que acabarían encontrándolas si iban cerrando el perímetro. Tenían que escapar de allí.

De repente, una sombra entró velozmente desde el cielo, volando a una velocidad vertiginosa entre los árboles, algo imposible de no ser por la habilidad Eslalon.

–¡Noooo!– gritó de repente la domadora.

Sin previo aviso, había sentido el dolor de su familiar, y luego su conexión se había roto, dejándola aturdida. La azor había decidido eliminar al ave espía, para lo cual apenas había tardado unos segundos, tras localizarla con la ayuda de sus hermanas y Vínculo Visual. Luego se había lanzado en Picado hacia el bosque, Chocando contra ella y sujetándola con sus poderosas garras.

Su víctima no había tenido tiempo de reaccionar, y había muerto tras el golpe, sin necesidad de ser rematada. Así que la hermana alada simplemente la había soltado, pues no estaba interesada en su presa como comida, a no ser que la cocinara su hermana.

El grito de la domadora hizo volverse hacia ella al príncipe y los dos guardaespaldas que lo acompañaban, de niveles 56 y 57, momento que aprovechó la elfa para levantarse y disparar varias flechas.

Había dudado, pero después de lo que sabía, de lo que había oído y de la actitud previa de los guardaespaldas, entendía que aquel príncipe era su enemigo. De ella y de cualquiera que se cruzara en su camino.

Las primeras flechas fueron detenidas por los hechizos de protección que le habían otorgado sus guardaespaldas, pero otras tres las siguieron inmediatamente. Éstas y las ocho siguientes fueron detenidas por unos artefactos capaces de generar escudos defensivos, pero pronto se acabaron quedando sin poder, a causa en gran parte de la fuerza reforzada del viento.

Para entonces, los dos guardaespaldas ya habían reaccionado, lanzándose hacia la elfa para detenerla, cometiendo el error de entrar en una zona densamente poblada por ramas flexibles, y llenas de espinas venenosas.

Puede que el veneno no fuera letal, pero sus cuerpos quedaron por completo Enredados en aquella maleza. Se clavaron en ellos decenas de espinas, penetrando en su carne el veneno irritante, y siendo inmovilizados.

Normalmente, la habilidad requiere de raíces, pero eso se debe, sobre todo, a la carencia de otros medios más adecuados. En aquel momento, podía contemplarse todo su poder.

Goldmi los remató con Apuñalamiento, mientras que la lince encontraba paso franco para salir de la maleza y lanzarse sobre el príncipe.

Sus hechizos de defensa había sido casi inutilizados por la elfa, mientras que su habilidad en combate estaba muy por debajo de su nivel. Había subido a base de rematar presas debilitadas o inmovilizadas, y estaba acostumbrado a que otros lucharan por él.

La domadora, por su parte, estaba aterrada ante la repentina aparición de la enorme felina, envuelta en fuego. Aunque su nivel estaba en 55, no era una combatiente, sino una exploradora. Ni siquiera la serpiente que tenía alrededor del cuello era rival para la lince. Sólo la usaba para protección personal, o para asustar a otros, pero no podía enfrentarse a quien estaba atacando al príncipe.

Éste gritó, en pánico, lo cual provocó que el perímetro se rompiera, todos ellos corriendo en rescate de quien debían proteger.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora