𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟑 (Pᥲrt 3)

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Cuando Eddie terminó de comer aquel veintiséis de diciembre no se preocupó en recoger siquiera su plato de la mesa. Solo corrió hasta la habitación que su madre y él habían estado ocupando esos días para empacar su maleta y la de ella lo más rápido que pudo, de esa forma, cuando su madre terminara de hablar con sus tías se irían de allí directamente. Por fin volverían a Derry, después de unos agotadores días y Eddie no podía estar más contento.

Ni siquiera se entristeció ni un poco cuando una de sus tías lloró diciéndoles a su madre y a él que los echaría de menos. Eddie solo quería volver a su hogar de una vez por todas. Por mucho que lo intentó, tampoco se libró de los apretones en las mejillas antes de salir de la casa y mucho menos de los abrazos aplastantes y los sonoros besos llenos de saliva.

Cuando por fin llegaron a la estación de trenes Eddie corrió al baño público y se lavó la cara con mucha agua. Y su madre, cuando salió y lo vio en esas condiciones, lo regañó, diciéndole que la familia era familia y mientras andaban hacia los asientos e incluso mientras lo tomaban Eddie tuvo que escucharla regañarlo.

—En unos minutos llegará el tren, querido —le informó después de que terminara con su charla en la que había hablado ella sola.

Eddie decidió ponerse cómodo, lo máximo que podía en aquel asiento tan molesto en el que estaba sentado. Paseó su mirada por las otras personas que también estaban esperando al tren cerca de ellos, algunas leían, otras conversaban animadamente y otras tantas escuchaban música con un Walkman. Eddie los envidió a todos.

—¡Por favor, por favor, presten atención! —exclamó un hombre que iba vestido con uniforme. Sonia le susurró en el oído a su hijo que probablemente sería uno de los trabajadores—. ¡Por favor, silencio!

—Veamos qué dice —murmuró la mujer mientras se acomodaba, dándole al hombre una mirada juzgadora.

A diferencia de Sonia, su hijo observaba al trabajador con admiración. No era ninguna sorpresa que a Eddie le gustaran los trenes, ya se lo había dicho en diferentes ocasiones, además de todas esas tardes en las que se había unido a ella en el salón para ver documentales sobre aquel transporte.

—El viaje con destino a Derry se retrasará unas horas.

Aquello le cayó a Eddie como un balde de agua helada. ¿De verdad tendrían que estar otra hora entera allí sentados? Kaspbrak solo quería llegar a su casa y darse una buena ducha, cenar algo y tumbarse en su cama para dormir. Esa noche podría descansar, después de todas las últimas que no había pegado ojo por culpa de los ronquidos de su madre. Pero al parecer el destino estaba jugando en su contra.

—¿A qué se debe eso, señor? —le preguntó un hombre, con amabilidad, mientras se aceraba al muchacho con uniforme. Era anciano, y cargaba con dos maletas enormes.

—A mí me da igual la razón —dijo de repente Sonia, levantándose de su asiento y acercándose a los dos hombres, aunque tampoco era muy necesario que se acercara tanto ya que no dejaba de gritar y podían escucharla a la perfección—. Entienda que yo voy con prisa.

Eddie miró a su madre, aterrado. Siempre hacía lo mismo, recordó vagamente la vez que se había roto el brazo, cómo se había comportado en el hospital con el doctor Handor y con la enfermera que lo atendió, gritándole a ambos, causando escándalo y solo causándole más nervios al chico.

—¡Solo mire a mi hijo, mire! —gritaba mientras se giraba para señalar a Eddie—. ¡Es muy débil y puede coger una pulmonía en nada de tiempo!

Las mejillas de Eddie ardieron cuando más de la mitad de las personas que estaban en la estación se movieron para mirarlo. Les daría una mirada de disculpa, pero como eran tantos se sintió cohibido y simplemente bajó la mirada, concentrándose mejor en la botas que llevaba puestas, podía mover los pies porque ni siquiera llegaban al suelo, solo lo rozaban, su metro y medio era injusto.

Solía... [Reddie]Where stories live. Discover now