💎 CAPÍTULO 4 - NO ME BUSQUES 💎

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Las emociones la sobrellevaron al recordar a Antonio, su ex amor de juventud y con quien terminó su noviazgo sin importarle que él se había jugado el todo por el todo, ganarse el enojo y rencor de su hermano George, cuando le pidió permiso para salir con ella. Ni que decir de las reacciones de las madres de ambos y de Tania, quien la llegó a tratar de traidora por haberse fijado en su hermano mayor.

¿Tanta falta te hace un papá, que tiene que buscarte uno en mi hermano? —fue el reclamo que le hizo el día que se enteró de su relación con Antonio. Le parecía tan ridículo el comentario, Antonio tenía dieciocho y ella quince; eran tan solo tres años de diferencia.

Antonio había luchado por convencer a todos que no era un juego. Que él la quería de verdad y que si todo se daba como debía ser, él la honraría convirtiéndola en su esposa —algo que no le hizo mucha gracia a ninguno, incluso a ella, al pensar en matrimonio siendo tan joven— pero, en aquel momento lo secundó. A su lado luchó para que los aceptaran. Fueron muchos los meses que estuvieron viéndose a escondidas, hasta que, sin más remedio, la mamá de ella, tuvo que aceptar el noviazgo. Después de todo sería más fácil controlarlos bajo su techo que andar partiéndose la cabeza pensando estupideces.

Antes de cumplir ella los dieciocho, le dijo a Antonio que ya no quería tener nada con él y sin más explicaciones, terminó su relación; pero como dice el dicho "el que la hace, la paga", el destino se burló de ella y a lo grande.

Se dejó llevar por una fantasía. Un sueño que nunca se materializó y al igual o mejor dicho, peor que lo que ella le hizo a Antonio —porque al menos ella le dijo las cosas de frente—  fue abandonada a su suerte en una ciudad en la que no conocía a nadie, excepto al causante de su pena.

Si bien es cierto mucho de lo ocurrido fue su culpa, se justificaba al decir que siguió lo que le dictaba su corazón.

Creyó en una utopía pintada como la mejor de las aventuras, al lado de Fernando De la Espriella, un chico con el que todas las chicas de su pueblo y de edades parecida a la suya, soñaban con atrapar y, fue ella quien tuvo la suerte o tal vez no tanta.

Se sintió obnubilada por el joven que, para qué negarlo, era un hermoso casanova. Un verdadero ejemplo de esos chicos que deberían tener un letrero de "zona de peligro" y caer a su encanto, fue el error más grande de su vida. Solo a ella se le pudo ocurrir que, uno de los miembros de la familia más adinerados y poderosos de su pueblo, tendría permitido amar a una chica de un nivel social más bajo, incluso que el de la servidumbre de la casa de la familia De la Espriell, como lo era ella.

Por eso no debía permitirse volver a sentir algo por algún hombre. No quería hacerle daño a alguien que no lo merecía, como lo hizo con Antonio, ya ella ni siquiera contaba en el recuento de los daños. Se decía que había perdido su derecho, al haberle roto el corazón a Antonio, por eso merecía que el suyo lo rompiesen de la misma forma.

El hombre acostado en esa cama le hacía sentir lo mismo que Antonio cuando estaba a su lado y si bien es cierto, Antonio nunca la hizo su mujer porque deseaba que esperaran hasta estar casados; siempre fue especial, amoroso y lleno de atenciones. Fue ella quien en más de una ocasión buscó que algo más ocurriera y él, quien tuvo la voz de la cordura, deteniéndose y tomando muchísimas duchas frías.

Con Sebastián durmiendo a su lado, la hizo darse cuenta que los sentimientos seguín vivos en ella. Que su ansiedad durante las noches en la espera de un cliente, era apasiguada con el simple hecho de verlo entrar y que cada día, eran más fuertes las emociones que sentía cada vez que lo veía.

No estaba segura de qué ocurriría ahora que había cruzado esa delgada línea. Ella seguía soñando con el amor verdadero y pensaba que para él, solo era un capricho. Que ahora que ya había probado lo que realmente quería, la descartaría como lo hizo antes la persona de la que ella se había enamorado y, aunque estaba segura que no había amor de por medio, tenía miedo al posible rechazo masculino. Debía ponerle un alto de inmediato, en especial porque no quería volver a sufrir por cosas como "el amor".

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