Capítulo -8-

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No podría haber amanecido más contenta. Salí de la habitación como si los problemas no existieran. Se seguían fijando y riendo de mi todo el mundo que se cruzaba por mi lado, pero ahora no me importaba. No me importaba porque iba de camino hacia la alegría. Y mi alegría más grande era Adam.

Me lo encontré en el comedor, mientras el elegía su desayuno, yo escogía las mejores palabras que decirle... No quería sonar cursi, ni tampoco muy seria...

Perdí el tiempo y de pronto alguien me empujó hacia un lado. Me giré y un estúpido chico se reía de mí.

- Si no vas a desayunar apártate del medio. -Se pasó una mano por su cabellera negra-. Inútil.

Bajé la cabeza, Adam había visto lo que acababa de pasar, yo creí que no iba a hacer nada pero en un momento inesperado Adam empujó a ese chico con la misma fuerza que él había utilizado conmigo.

- No te vuelvas a acercar a ella ¿lo entiendes, gilipollas? -Le advirtió.

Aquel chico desconocido se quedó un rato paralizado, seguramente no le encontraba sentido. ¿Un chico tan perfecto protegiendo a una chica tan tonta como yo? Eso era muy raro, y casi imposible ¿no?

Corrí detrás de Adam, él se sentó en una mesa solitario, lejos de sus amigos, que miraban desde su sitio, extrañados.

Yo me senté a su lado, Adam me sonrió.

- Buenos días Hannah. -Meneó su pelo a un lado para apartarlo de sus ojos.

- Buenos días. -Me apreté las manos con fuerza.

Adam le dio un mordisco a su tostada y yo no pude apartar la vista... Me di cuenta de lo mono que era...

- ¿Por qué me estás mirando así? -Me preguntó él, dando sorbos a su zumo.

Sacudí la cabeza.

- ¿Qué? -Negué con la cabeza-. Yo no te estaba mirando.

Adam soltó una carcajada.

- No, Hannah, no lo hacías. -Negó con la cabeza-. ¿Sabes qué? Ya me has quitado las ganas de comer.

Miré su bandeja, llena de tostadas con mermelada.

- Pero si no he hecho nada...

Él cogió su bandeja y caminó hacia la basura, yo de nuevo, detrás de él. Salimos del comedor. Había notado millones de miradas de muchas tías celosas... Al parecer Adam era el sueño de oro de todas esas chicas pijas, y al verme a mi junto a él... Supongo que era otra tonelada más de odio encima de mí.

Caminamos hacia afuera, allí estaba todo tranquilo... En silencio... Nadie me molestaría...

Nos sentamos en la hierba, el sol se reflejaba en la cara de Adam y era todavía más hermoso...

Era difícil de creer... Hace una semana todavía lloraba por la muerte de mi madre y ahora mi corazón latía más fuerte que nunca.  Gracias a la persona que tenía al lado...

- ¿Porqué haces todo esto por mí? -Pregunté, de verdad quería saberlo.

Adam carraspeó.

- Lo importante no es por qué. -Contestó él.

- Quiero saberlo. -Insistí-. Sólo dímelo.

Él miraba hacia otro lado, no me lo iba a decir... Lo podía adivinar.

- Yo tampoco sé muy bien por qué lo hago Hannah. -Suspiró-. Me toca preguntar a mí, ¿no?

Fruncí el entrecejo... No me gustaba ni un pelo que me hicieran preguntas... No me gustaba hablar sobre mí, desnudarme frente a alguien... Desahogarme... Yo siempre me guardé todo para mí... Y no era difícil.

- ¿Por qué estás aquí?

Cerré los ojos lentamente, si recordaba bien... En mi pasado... Había un gran agujero, un gran vacío negro inmenso lleno de dolor... Derrotas, decepciones, heridas, cicatrices, batallas perdidas... Y ahora de repente me encontraba aquí... Y por primera vez en mucho tiempo me sentía segura y dentro de lo que cabía, un poco feliz.

- No tenía otro sitio a dónde ir... -Miré a la lejanía-. Mi madre... Acababa de morir... Y yo no quería ir al orfanato, y mi profesor me llevó a este lugar...

Adam me puso la mano en la espalda y me acarició.

- Lo siento, Hannah.

Sentí un escozor en los ojos y me esforcé por no llorar... Adam lo notó.

- Mi profesor... Emm, su nieta está en este centro... -con las dos manos tiraba de la tela de mi vestido para liberar tensión-. Espero encontrarme con ella algún día...

Adam me cogió las manos.

- Vas a romper tu vestido. -Me avisó, mirándome a los ojos.

Tragué saliva.

- No importa... Este vestido me hace más estúpida de lo que soy.

- No eres estúpida, Hannah.

Aunque lo negara cien mil veces, yo seguiría pensando lo mismo.

- Cuando me enseñes a sumar dime que soy estúpida.

- ¿No sabes sumar? -Adam me miró seriamente.

- Era un ejemplo.

Se alivió un poco y no pude hacer más que sonreír. Nos quedamos mirando el uno al otro. Deseé besarle, nunca antes había besado a un chico y tampoco nunca sentí curiosidad... Pero ahora... Me pregunté qué pasaría si le besara...

Antes de que pudiera tomar una decisión vi que el patio empezaba a llenarse de gente y me puse un poco nerviosa... Adam de nuevo lo notó y no tardó en levantarse.

Alone [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora