3

588 51 31
                                    

En el segundo subsuelo de los pisos subterráneos bajo el taller artesano de tapadera, Bao, Nu Hai y Jing, entranaban kung fu, para mejorar su control del Chi de las Bestias Sagradas que poseían. En realidad, esa era la idea, sin embargo, Bao no tenía ganas de hacer nada. Era mejor tomarse un descansito, pero conociendo a Xiao, de seguro estaba con Fan, y estando su habitación contigua a la propia... No. Bao no era de estar oyendo a un par de melosos demostrándose cariño.

El salón de entrenamiento estaba recubierto en su totalidad de jade. Bao nunca supo si es que la habitación estaba excavada en un yacimiento del mineral o si eso era por pata de animales, tan especialmente colocado. Era raro, porque parecía al mismo tiempo seguir una pauta natural y una pauta artificial.

Armas de todas las clases, cada una de ellas con hojas de jade, revestidas o hechas con el material, estaban tumbadas en una de las paredes, mientras que en otro extremo, una especie de arena de luchas compuestas de varios tatamis, hacía de escenario para la batalla que estaban teniendo su hermana y Jing.

Verlas luchar era siempre un espectáculo agridulce para Bao. Apoyar a Jing conllevaba golpes de parte de su hermana, y apoyar a Nu Hai conllevaba recibir palizas en la arena por parte de Jing. Para Bao era mejor ser neutral, o lo que era lo mismo, conservar su espectacular físico. Claro que sí.

Nu Hai lanzó un puñetazo derecho al rostro de Jing, pero ella lo esquivó ladeando la cabeza, y respondió con una patada lateral ascendente. Su hermana la detuvo con el antebrazo, saltando apenas para disminuir la fuerza del impacto, acto seguido, movió ese brazo con rapidez y le envolvió la pierna a Jing, para después girar sobre sí misma y usar el peso de su contrincante a su favor, arrojándola lejos. Pero la maniobra de Nu Hai no resultó, puesto que Jing sabiéndose imposibilitada para atacar como se debía, saltó con la pierna que tenía libre hacia Nu Hai, tacleándola y derribándola.

El golpe de ambas cayendo en el tatami, Jing sobre Nu Hai, sonó seco, como cuando se da un puñetazo al rostro. Ambas pandas terminaron en una lucha poco digna del kung fu, más parecida a una batalla callejera, en donde Nu Hai terminó por imponerse, quedando sentada a horcajadas de Jing, aplicándole una llave al brazo.

—Yo gano —dijo, jadeando.

—Sí, sí —gimió Jing—. Está bien.

—¿No deberían estar descansando después de lo que pasamos? —preguntó Bao.

—Precisamente por eso es que estamos entrenando —dijo Nu Hai, liberando el brazo de Jing. Lo miraba con reproche—. ¿Ves lo fácil que nos sorprendieron? Pudimos haber muerto.

—Íbamos a morir, de hecho —acotó Jing, debajo de Nu Hai.

—Yo no —soltó Bao—. No pensaba iniciar una asimilación completa, tal vez la mitad y así no morir. Me parecería una tontería morir sin hacer algo heroico, algo que toda China recuerde. Sería un desperdicio y una ofensa al mundo que yo muriese.

—¡Pudimos haber sido capturados! —estalló su hermana, aún encima de Jing. Alrededor de su cuerpo el aire fluctuó, dejando entrever el Chi que estaba emanando. Sus ojos verdes se tornaron con una línea alrededor azulada.

Quizá no debió ser sincero con su hermana caliente por la lucha.

—Oye, oye, hermanita —dijo Bao, alzando las patas en señal de defensa, aunque era para calmarla. Sabía tanto como ella que no podría herirlo, no porque fuera mejor, sino porque su Chi se centraba en la protección y la defensa, mientras que Nu Hai manejaba un equilibrio entre ataque y defensa—, sólo digo la verdad.

—¡Deberías comportarte como el guerrero que eres! ¡Estos poderes que tenemos se nos fueron concedidos por algo!

Bao rodó los ojos. De nuevo la charla sobre responsabilidad y esas tonterías. Se puso de pie para irse, no estaba de humor para que le dieran una regañina, no después de lo que pasó con el cargamento que, dicho sea de paso, tenían que catalogar.

Nuestro ChiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora