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Xiao tuvo que alejarse a un lugar más calmado para procesar todo. La historia de Bao era increíble, cierto, y la obtención de un ejército de estatuas que peleaban era todavía mejor, pero lo que les contó sobre la leona Yuga, le hizo entrar en pánico. Xiao se escabulló de la reunión con discreción, pensando en las implicaciones de todo.

Para ella no era nuevo los intentos de asesinatos, su padre había sufrido unos cuantos, sin embargo, le asustaba la variable agregada. Cañones y armas que eran como cañones portátiles, llamados rifles. Se estremeció de sólo pensarlo. Que intentaran matarla era una cosa, pero que intentaran matarla con unas armas a las que no podía hacerle frente era otra cosa muy distinta.

Cerró la puerta corrediza de su habitación y se sentó en el catre, cerró los ojos y respiró profundo. «No dejes que eso te afecte. Ya tomaste una decisión. Mantente firme en ella». Pero eso no evitaba que efectuarla le generase remordimientos.

La puerta corrediza se abrió y por reflejo Xiao tensó la cadena de oro en su cintura, a la que estaba atado el cuchillo de jade, preparada. Sus reflejos habían mejorado considerablemente debido a estar viviendo con criminales que podían apuñalarla en el menor descuido. Sí, ellos la veían como una figura de esperanza por ser la heredera, sumado a que Hu, Kan y Xao ejercían presión a los animales para que se mantuvieran disciplinados, pero no le respetaban.

Al menos no como respetaban a Lei-Lei.

El rostro redondo de Fan Tong asomó por el umbral, seguido de su cuerpo. Cerró tras de sí y fue hasta ella, sentándose a su lado; el bambú del catre resistió sin problemas. Xiao había mandado a construir una cama con el triple de revestimiento para que soportase el peso de ambos.

—¿Quieres hablar? —le preguntó Fan Tong, apretándole la pata, cariñoso.

Xiao reposó su cabeza en el hombro de él, observando cómo le acariciaba el dorso de la pata con el pulgar. Era gracioso y tierno que sus patas se vieran de porcelana, el efecto de tener los brazos gruesos.

—¿Sobre qué?

—Sobre nosotros.

—¿Tú quieres? —rebatió ella. Inspiró profundo, de seguro Fan iba a decirle sobre su ascenso al trono.

—Sí. —Se separó un poco de ella, se giró y la miró a los ojos; estaba nervioso, se le notaba—. Sé que cuando te hagas emperatriz, no podremos estar juntos y...

—Para el carruaje, panda —lo detuvo ella, alzando la pata libre—. Nosotros vamos a estar juntos, pase lo que pase. Que sea la emperatriz o no, es irrelevante.

—Pero... —dudó—. Los Códigos.

Xiao dejó caer los parpados.

—Fan Tong —dijo, tomándole ambas patas. Él la miraba con atención, demasiada, más bien, lo que le era un indicativo de lo mucho que le importaba—, porque sea la heredera, no significa que no podamos estar juntos.

—Lo sé —comentó él, asintiendo—, yo podría unirme a tu guardia de honor y así estar juntos. O bien ser tu amante, muchos emperadores los tienen, ¿no? ¿Por qué tú no? Así podríamos estar juntos y tú podrías traer un heredero. No hay nada de eso en los Códigos Imperiales.

—Tampoco permitiré eso. Si yo reinase, tú reinarías conmigo, ¿he sido clara?

—¿Pero...?

—El heredero no será problema, ¿vale?

Fan Tong se puso pálido.

—Oh, Fénix, ¿vas a tenerlo con Kan?

—¿Qué? —se sorprendió ella, quedando en shock. Acto seguido, se soltó a reír, causando que Fan se sonrojara por eso—. No, no —aclaró, cuando recuperó el aire, sentándose lo más pegada que pudo a él, pasándole un brazo por cintura—, no seas tonto, Fan. Ni loca lo haría. Y en caso de que planeara tener un heredero, cosa que no hago, lo tendría contigo.

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