Capítulo 14

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- ¿Entonces bien?- preguntó Daniel tomando desprevenida por completo a Sara.

- ¿Bien? ¿El que?- dudó unos segundos sobre lo que le decía su hermano.

- Ya sabes, Leo ¿No se ha vuelto una imbécil de golpe ni nada de eso?

- No, no se ha vuelto una imbécil ni nada de eso. Se ha comportado bastante normal- murmuró esto último algo confundida. Era raro, muy raro eso. Durante estos meses atrás, cuando la abogada no se acordaba de Sara, trataba todo el rato de conquistarla y aprovechaba cualquier ocasión para coquetear con ella. Pero hoy no lo había hecho, se había comportado bastante distante.

¿Y si ya no le gustaba porque sabía que ya la había tenido? Sin duda eso sonaría mucho a algo que Leo podría hacer, pero había cambiado ¿No?

- ¿Y eso no es bueno? ¿Qué esperaras que te ignorara o algo?- rápidamente la fotógrafa negó con la cabeza. Fue a decirle a su hermano pero pensó que era mejor mantenerlo en secreto. Para que iba a decir algo que ya no importaba, a Sara no le gustaba Leo así que dejara de coquetear con ella era quitarse un peso de encima.

- Solo es raro. Supongo que no es tan mala persona como creía.

- ¿Entonces no tiene garras, ni planea dominar el mundo como pensabas?

- No, no tiene garras ni nada de eso. Solo es confuso, la semana pasada me juré no volver a hablar con ella y hoy estábamos viendo una película en el cine de lo mas normal.

- Quien sabe, a lo mejor la semana que viene estáis follando en su oficina- bromeó Daniel ganándose un golpe de Sara- Era broma, era broma.

*****

- Leo, te llaman de arriba- anunció Al apareciendo en la oficina de la abogada- Parece que es importante.

- ¿Tengo que ir ahora?- se quejó la morena levantándose de la silla- Tan solo espero que sea rápido, quiero hacer cosas hoy aparte de quedarme encerrada aquí- Y sin decir nada más salió de la habitación.

Se sentía nerviosa, no le gustaba ir arriba, porque si la llamaban significaba que tenía que defender a algún amigo de los jefes. Y eso era meterse de lleno en la mierda.

Con algo de inseguridad caminó hasta la gran oficina y tocó la puerta un par de veces antes de escuchar un gélido pase.

- Buenos días- saludó nada más entró.

- Siéntese, Villar- sin protestar Leo hizo los que le pidió- Sabe usted que los casos que resuelve son los que menos dinero nos dan ¿Verdad? No entiendo porque se empeña en defender a gente de pueblo cuando puede defender a millonarios y ganar el triple. Así que vamos a hacer una cosa, si quiere mantener su trabajo aquí, tendrá que defender a un amigo mío.

Leo quería negarse, pero no podía. Ella había estudiado y trabajado mucho para trabajar en un buen bufete y negarse solo sería firmar su finiquito y que la mandaran a recoger sus cosas en aquel mismo instante, así que solo calló y escuchó, con la esperanza de que no fuera nada muy grave.

- No es ningún asesino ¿Verdad?- preguntó con algo de duda en su voz porque sabía que algunos de sus compañeros si les había tocado defender a alguno por petición del jefe.

- No, claro que no. Solo ha sido un blanqueó de dinero, o eso dice la fiscalía, no es mucho y como es obvio necesita un abogado. Creo que eres la mejor para este caso así que es todo tuyo.

- Entendido- una sonrisa perfectamente dibujada se le formó al señor al escuchar aquella afirmativa.

- Aquí tienes los papeles- le entregó un grapado de documentos perfectamente ordenados. Suavemente Leo los abrió y les hecho una ojeada rápida, tres millones de euros ¿Tres millones era poco? Se había metido en un buen lío. Continuó dando una ojeada rápida a aquellos papeles para después mirar a su jefe incrédula.

- Señor, es prácticamente imposible que sea declarado inocente ¿Usted ha visto todas las pruebas que tiene la fiscalía? Solo les falta su confesión.

- Entonces tiene que convencer al juzgado de que es inocente. Puede usar cualquier método- recorrió el cuerpo de la joven con la mirada rápidamente- Solo cumpla con su trabajo, abogada Villar- Leo miró los ojos de aquel hombre con odio- Nos vemos, abogada Villar.

- Adiós, señor- murmuró antes levantarse de la silla y marcharse rápidamente de allí.

Se sentía mal, mareada. Se encontraba entre la espalda y la pared, no quería perder su empleo pero mucho menos quería hacer que ese hombre saliera de rositas.

- Buen día- saludó el Abogado Colomer con una sonrisa pero solo fue ignorado por Leo, quien caminaba sin mirar nada más que el suelo dirección a su despacho.

Podía recurrir a Al, el podría darle algún consejo. Si, eso haría. Así que sin pensárselo dos veces caminó rápidamente hasta la oficina de su compañero el cual estaba en medio de una conversación telefónica.

- Cariño, luego hablamos. Si, un cliente, adiós, yo también te quiero- se despidió antes de colgar la llamada.

- ¿Tu esposa?

- Así es, no se en qué momento pensé que era buena idea el matrimonio- se quejó el más mayor levantándose de la silla, pero sin quitar la sonrisa de su rostro, amaba a su esposa- ¿Qué te ocurre?

- Me van despedir. Si no hago que le declaren inocente me van a despedir.

- ¿Qué? No pueden hacer eso, a nadie le han hecho ese ultimátum, ni siquiera a aquella mujer que todavía no ha ganado ni un caso- Al miró con algo de desesperación a su amiga. No podían hacer eso, ella era el único motivo por el que todavía no había renunciado. Iban a ser compañeros de empresa hasta que se jubilará, como lo prometieron- Déjame ver el caso.

Leo le entregó los papeles.

- Es un caso perdido. Lo ha hecho aposta. Ese carbón quiere que suplique porque no me despida y no lo va a conseguir.

- No hay nada por donde cogerse- mustió dejando los papeles en la mesa- ¿Qué piensas hacer?

- No lo sé. Tengo la suerte que el juicio tardará unos cuantos meses aún. Tal vez pide un cambio de abogado o algo. Todo esto es una auténtica mierda.

El teléfono volvió a sonar.

- ¿Si?- preguntó Al- Cariño, estoy trabajando no puedo ir a compararte ahora chocolate con lacasitos- silencio- Ahora iré.

- ¿Caprichos de embarazo?

- Caprichos de embarazo- confirmó el abogado tomando su maletín- Hablamos, y Leo, no te calientes la cabeza- le recomendó antes de salir de la habitación.

- ¿Si no me la caliento entonces que hago?- se quejó la abogada saliendo también de la habitación. Una vez llego a la habitación se dejo caer en la silla, pasándose las manos por el pelo hasta que sintió en su bolsillo el teléfono vibrar- ¿Si?

- Leo, soy Sara- se escuchó la voz algo nerviosa de la fotógrafa al otro lado de la línea- ¿Tienes tu mis fotos del fotomatón?- nada mas escucho eso puso su mano en el bolso, buscándolas.

- Mierda, si. Se me olvidó devolverlas, lo siento- se disculpó rápidamente Leo sintiéndose completamente mal.

- Está bien, no pasa nada.

- Cuando salga de trabajar me paso por tu casa y te las doy.

- Está bien, muchas gracias- se hizo el silencio en la conversación- ¿Estás bien? Suenas rara.

- Si, solo un mal día de trabajo. Nada mas- le quitó importancia.

- Suerte- le animó Sara haciendo que de golpe Leo se sintiera con energías- Nos vemos más tarde.

- Si, nos vemos- murmuró formando una pequeña sonrisa antes de colgar.

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Siento lo de antes. Por error he pulsado el botón de publicar y no estaba aún escrito. Lo siento.

Destino, te odioWhere stories live. Discover now