SIN AMOR

6.1K 146 1
                                    


Los días siguientes pasaron muy rápido. Me sentía en falta con Pablo. Era mi pareja y yo estaba engañándolo solo por satisfacer mis deseos. La lujuria me había llevado hasta el abismo. Los riesgos de mi comportamiento me habían convertido en la presa nuevamente. Aun no podía olvidar lo experimentado aquella noche. Sin embargo, algo de lo sucedido me excitaba, la perversión me consumía. El hombre tatuado se había adueñado de mis sueños. En todos estaba, usandome, destruyendome, devastandome. Necesitaba de su sexo, su violencia, su dominio sobre mi cuerpo. Por dios, en que me había convertido. Aquel maldito acto de locura se había quedado como un tatuaje en mí. Estaba totalmente obsesionada. Ya había pasado por una obsesión similar anteriormente cuando solo necesitaba el cuerpo de Federico. Esta vez estaba en una relación estable con Pablo. No solo era mi pareja sino también mi mejor amigo, el mentirle solo me destruía por dentro.

Pablo estaría una semana en la capital. No podía esperar que volviera. Decidí ir a buscarlo, necesitaba sincerarme. Tomé mi moto. El viaje a Capital Federal era largo, pero podría pensar que decirle una vez que llegara.

Sabía dónde se alojaba. Estaba decidida a terminar la relación. No quería perderlo. Pero tampoco seguir mintiendo.

Al llegar al hotel pregunté por Pablo. El recepcionista, luego de persuadirlo con mis dotes femeninos me dio el número de habitación y comentó que no se encontraba en ella. Seguro estaba trabajando. Sabía que los días que estaba en Capital, pasaba horas de un lado para el otro. Cuando volvía siempre llegaba agotado, le costaba días recuperarse.

Lo esperé varias horas en el hall de hotel. El joven de la recepción luego de varias horas me ofreció una habitación en el mismo piso que la de Pablo para que me recostara un rato, asearme y esperar a que volviera. Como era muy tarde, acepté. Me bañé y recosté en la cama un rato quedándome dormida.

Eran las 22 horas cuando me desperté, seguro, habría llegado. Pregunté en la recepción pero no respondía el teléfono. Fui al restaurante por una hamburguesa. En todo el día solo ingerí agua. Debía comer algo sólido.

Estuve media hora. Traté de despejarme un rato. Al subir a mi cuarto noté que un mozo llevaba una bandeja a la habitación de Pablo.

Mi corazón se aceleró. Para eso había venido. Pero como podría terminar la relación si sus ojos penetraban en mí y olvidaba todo.

El mozo golpeo 2 veces y la puerta se abrió. Por fin, estaba con el bóxer que le regalé en su cumpleaños, usándolo. Su cara angelical, su barba de 2 días, y sus hermosos ojos. El Joven pasó con la comida y yo detrás de él.

Me miró desconcertado, no esperaba verme. Yo tampoco lo que vi en aquella habitación.

Recostada en su cama había una joven de unos 22 años rubia, hermosa. Debajo de las sabanas se notaba su desnudez. Al verme sus ojos se llenaron de sorpresa.

Nunca había sido engañada. Nunca estuve en pareja tampoco.

Solo lo miré. No tenía palabras que emitir. Que se dice en esta situación. La culpa que me consumía se fue desvaneciendo de a poco. Como pude, traté de salir del cuarto.

Pablo corrió detrás de mí, quería hablar de lo sucedido. Pero que se dice luego de un engaño.

—Mariana, por favor, quiero explicarte.

La verdad no había nada que explicar, en realidad si ¿Por qué no se había sincerado antes? ¿Por qué perdimos tanto tiempo y energía en algo que estaba terminado?

En mi alma solo sentía alivio. Aquello que me atormentaba había desparecido.

Me acerqué a él, tomé su cara por el mentón y lo besé. Como rozando sus labios. Dije

- Gracias por liberarme- me retiré.

Tomé mis cosas, mi moto y salí de Capital Federal. Durante el viaje, en verdad lloré de forma desconsolada. Me sentía idiota. Y tal vez, lo era. Una gran idiota, solo eso. Una y otra vez se repetían las escenas del rompimiento en mi cabeza.

De a poco, mi hombre tatuado tomó mi mente, mi imaginación voló con su cuerpo, con su sexo. Para cuando llegué al departamento, mi enojo había desaparecido. Estaba aliviada, tal vez decepcionada un poco. ¿Por qué no me lo dijo?

El departamento era de Pablo, tenía que desocuparlo antes de que volviera.

Tomé mi valija y comencé a llenarlas con los dos años compartidos con él. Había muchos recuerdos felices, mucha nostalgia en cada uno de ellos.

No tenía mucho que guardar, en menos de media hora estaba lista para retirarme. Miré cada rincón antes de irme. Lo amaba, pero más me amaba. No había nada para mí en ese lugar.

Pablo llegó antes de que desapareciera de su vida.

— Yo te amo hermosa, no te vayas por favor. Me equivoqué, no tienes que irte. Podemos arreglar esto...- Yo lo detuve. Posé mis dedos en sus labios para callar sus palabras. No era necesario que hablara.

— Esta bien, sabíamos que esto iba a pasar. No estamos hecho para una relación.

— Por favor, Mariana, no te vayas. Sabes que te amo, me equivoque. No entiendo por qué te vas- Tomó mi rostro y besó mi frente, luego mis labios. Mi cuerpo se estremeció. Pero no podía brindarle nada más. Tomé mis cosas y me fui.

Era igual a mí, tan similares que no podíamos estar juntos. El rompimiento fue más fácil de lo que pensaba. La tristeza invadió mi ser, no por perder a mi pareja sino porque también perdía a mi mejor amigo.

Ahora solo quedaba volver a vivir mi vida sin culpa sin ataduras y por supuesto sin estupideces.

REGÁLAME UNA NOCHEWhere stories live. Discover now