Capítulo 7: Beinecke

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Considerando lo irracional que es el ser humano y su ignorancia total sobre los sentimientos, no fue predecible el momento en el que Gerard despertó de su inconsciente letargo. La forma en la que miró su mano atada a la del joven Frank, quién había enredado sus dedos con cada uno de los de Gerard; luego, la forma en la que dejó que su pulgar acariciara la piel del otro, recibiendo dentro de su cuerpo un calor aturdidor que le hacía preguntarse si estaba bien o no, lo que estaba haciendo,. Se quedó un par de minutos mirando sus manos, la forma en la que se adaptaban a la perfección a los largos dedos de Iero, y por ende, la absoluta comodidad que le generaba el estar al lado de él. Sin embargo, no bastaron sino dos movimientos involuntarios de Frank, para que Gerard le retirara la mano con fastidio, y a su impresión, se le helaran los huesos.

-Ya es de mañana.- susurró pretendiendo que Frank lo escuchara, pero éste ni se inmutó.

Gerard se levantó apartándose de su lado, luego se detuvo a observar el rostro del chico, de inmediato pensó en lo infantil que se veía y luego en lo bellas que eran sus facciones, quizá perfectas para dibujarlas. Hacía mucho tiempo que practicaba sus habilidades en el papel, pero el pensarlo lo llevó a sentirse de nuevo incomodo, al fin y al cabo le extrañaba a de sobremanera que Frank lo hiciera cuestionarse tanto.

Pasó unos minutos preparando café fresco. No dejó de ver a Frank ni un instante, mientras también pensaba en el viaje que tenían que hacer. Luego se percató de que el frío se sentía cada vez más fuerte, le estremecía la piel y le hacía sentir dolor en los huesos. Se acercó al calefactor y observó que el termostato había caído. Quizá el frío había averiado el aparato, pero entonces era imposible permanecer ahí. Cuando se dio la vuelta para observar la cafetera, se llevó un pequeño susto, al hallar ahí la mirada intimidante de Frank. Intentó ignorarlo, se dio la vuelta y vertió el café en un par de tazas.

-Voy a tener que llamar a Tom, necesito que arregle la calefacción.- tomó un sorbo de su taza y le estiró a Frank la otra, quien la tomó con mucha prisa, y el primer sorbo le hizo quemarse los labios. Iero largó un quejido corto de dolor, por lo que Gerard no pudo evitar preocuparse, le clavó la mirada y lo vio tocarse los labios, sus rojos y brillantes labios. –Ten más cuidado.- le advirtió aún distraído y Frank se dio cuenta donde estaban los ojos de Gerard, lo que le llamó la atención.

-¿Quién es Tom?- Preguntó para comprobar la distracción de Way, quien tardó unos cinco minutos en responder. Primero miró su café, luego lo bebió casi todo y finalmente se decidió a soltar palabras.

-Es… es quien arregla las cosas, el hombre de la grúa el otro día en la carretera-. Le recordó mientras le temblaba la voz, y esa vez no pudo comprender si era por el frío o por Frank.

Pensaba que no podía ser posible, sentirse atraído por un par de labios, por unos ojos latentes. Había incluso, olvidado la última vez que alguien le había interesado de esa forma. Había sido una chica en la universidad, de esas que casi no hablaba con nadie pero que parecía esconder mil secretos. Quizá era eso, el enigma. Quizá le atraía que de Frank desconociera tantas cosas, pero que cada día con él parecía ser muy emocionante. Retornó a los días antes de que éste apareciera, recordando la forma en la que observaba el reloj esperando que las horas pasasen sin que su posición se alterara. Ya ni veía el reloj, de hecho, no sabía que día de la semana era, se había olvidado de Ray y del personal del Motel, pero lo que más le llamaba la atención, era que todo ello no le importaba y que por primera vez en su vida, había algo que si le importaba… aunque no quisiera reconocer que ese algo era Frank, y se fragmentara el pensamiento intentando buscarle razones extras a su desconcierto, lo que era más obvio: su interés por encontrar respuestas acerca de su hermano.

Entonces, regresó de nuevo a ser frígido y lucir desinteresado. Sirvió otra taza de café y caminó hacía la puerta de la cocina. Creyó encontrar un montón de nieve cubriendo las calles, pero se llevó una sorpresa al ver la misma cantidad de nieve del día anterior, fue como si la helada de la madrugada hubiese sido un truco de su imaginación. Sin prestarle más atención a eso, caminó hasta la recepción y dando la espalda, esperó a que Frank entrara. En completo silencio llegó hasta su habitación y ahí, comenzó a deshacerse de sus ropas húmedas. El teléfono timbró de repente, escuchó a Frank contestar la llamada, por lo que entró al baño y luego tomó una ducha caliente. No quiso pensar más mientras se bañaba, suficiente habían sido las conclusiones anteriores como para martirizarse más. No era que le desagradara del todo el hecho que Frank le gustase o que se sintiera atraído por él, era más el factor de que lo llegase a querer, pues hacía tiempo se había negado que cualquier sentimiento creciera dentro de su corazón. Al salir, se vistió rápidamente, mas luego le atacó un ligero nerviosismo, cuando observó a Frank, entrando por el largo pasillo, tocándose con insistencia la quemadura que había sobre su labio inferior.

El Libro de las Letras Escarlata |Frerard|Where stories live. Discover now