Capítulo 8: Ansiedad

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El camino a casa de Gerard fue aún más silencioso. Gerard se torturaba pensando en todas las sensaciones que su cuerpo había experimentado en Beinecke, además lidiaba con la mirada intimidante de Frank, que se posaba de reojo sobre él, durante varios minutos, logrando que dentro suyo una ráfaga de incertidumbre se extendiera. Se le había olvidado el nombre de aquel libro, la cantidad de páginas que le habían arrancado y que al parecer, su hermano había sido el causante de esa fechoría. De su cuerpo no lograba sacarse el efecto que la cercanía de Frank le había provocado, y aunque se preguntaba minuto a minuto, cómo sería el besar aquellos labios, jamás se permitiría llegar a tal punto, pues se negaba por completo cualquier sentimiento existente, que no fuera otro que la simple curiosidad.

Frank, por su parte, se había detenido a pensar en su función en el mundo humano, y en como había sido reemplazada por una prioridad más importante. Su deseo de descubrir todo acerca de Gerard le estaba colmando la razón, pero sobre todo no comprendía, dentro de su forma de razonar tan precisa, el porqué un humano le causaba tanto interés, mucho menos podía llegar a deducir porqué sentía esa ansiedad tan desesperante de querer tocarlo todo el tiempo, esa ansiedad de querer mirarlo cada segundo, de parpadear y tener en su recuerdo la misma imagen, e inclusive sentía que la búsqueda del libro y el descubrir tantos secretos se había tornado interesante gracias a que Gerard estaba presente. Fue entonces en ese instante, cuando Frank, más conocido como el Duque Sytry en Agarthi se preguntó qué tan humano se había vuelto.

La tarde había comenzado a caer y el cielo se tornaba oscuro mientras la nieve cubría de a poco las calles, lo que hizo que el tiempo se les hiciera más eterno. Gerard de vez en cuando tronaba los dientes por el frío, Frank lo miraba con ganas de pedirle que lo tocara, pero existía una barrera que perduraba desde el suceso de la biblioteca.

-No quiero que pienses que no confío en ti.- se apresuró Frank mientras se quedaba viendo las calles de Newark por las ventanas. Gerard suspiró.

-¿Entonces?- indagó cortante, a Frank le aterró su reacción sincera.

-Hay cosas que no puedo dejar que sepas.- le soltó mientras se abrazaba a él mismo, Gerard le dio una ojeada.

-Entonces no has sido del todo sincero.- dedujo Way entre una risilla fingida. Frank volteó a verlo un poco aterrado.

-No sé si puedo confiar en ti.- le dijo haciéndolo sonar como un reclamo.

-¿Y yo si tengo que confiar en ti?- reciprocó Gerard riendo de nuevo.

-No es lo que quiero decir.- repuso dándose por vencido, inclinó su cuerpo un poco y se quedó viendo a Gerard quedamente. –Siento que puedo… confiar, es sólo que no sé si puedo.- le explicó en medio de un suspiro, Gerard le clavó los ojos un segundo que les quedó grabado a ambos, Frank se acomodó de nuevo sobre su silla, mientras el otro aún seguía un poco atónito.

-¿Qué quieres decir con que “sientes que puedes confiar”?- indagó un poco inseguro de conocer la respuesta.

Frank lo pensó por un largo minuto, casi que desesperando a Gerard.

-Te he dicho que las cosas que siento cuando te tengo cerca, no son ni parecidas a todo lo paranormal que he experimentado.- le aclaró.

-De hecho, nunca lo dijiste así… no sé si sentirme ofendido o halagado.- le contestó dándole una sonrisa sincera, luego cruzó hacía la calle donde estaba su casa.

-Quisiera poder explicarlo, pero por el momento se me hace imposible.- masculló sintiéndose un poco incomodo. Luego sintió que el carro se detenía y vio a Gerard salir de su lugar.

No fueron capaces de quedarse ni un segundo afuera, Gerard corrió a la puerta y le pidió a Frank que se apurara. El frío era de verdad muy insoportable y no quería tener que acudir al calor que le daba el otro para poner aliviarlo. Creía que ya suficiente eran las cuestiones como para darles tanta importancia. Frank se mantuvo distante todo el tiempo. Gerard se quitó su abrigo y bajó hasta el sótano para encender la calefacción, que por suerte aún servía. Mientras tanto, Frank se impactaba al ver las fotos familiares sobre una repisa, ubicando de inmediato a Mikey, a quien siempre había visto como un duque supremo en su mundo, a quien había asesinado hacía poco a su padre. No pudo evitar sentir rabia, pero la intriga era más grande y deseaba conocer todo aquello que escondía la familia Way.

El Libro de las Letras Escarlata |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora