Capítulo 48

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Era ya algo tarde cuando Arthit cayó en su cama junto a Kongpob. Esperarían a que sus padres se terminaran de bañar para después ir ellos.

—Kong, ¿te gustó cómo quedó el árbol?

Él sabía que para su novio eso era algo no muy común, así que se sentía curioso.

En respuesta, el menor asintió con la cabeza, tal como lo haría un niño. Él estaba seguro de que no olvidaría lo vivido aquella tarde: las risas y carcajadas, las pequeñas batallas con las luces que se enredaban entre sí, los adornos que hacían a la madre de Arthit recordar nostálgica las Navidades pasadas... Todo era nuevo para él, pero le había encantado.

—Se ve magnífico —sonrió sincero y abrazó a Arthit mientras los recuerdos le atacaban. —Todo es magnífico.

El mayor le devolvió el abrazo e incluso enredó una de sus piernas entre las suyas.

—¿Mañana quieres hacer algo en especial?

Esa noche había sido sumamente especial, tanto que en varias ocasiones sentía que una ola de emociones lo atacaba hasta el punto de que sus ojos se cristalizaran. No podía evitar pensar que sus padres se veían muy cómodos riendo junto a su pareja, quien en corto tiempo estaría muy lejos de él.

—Sólo quiero estar contigo, mi sol... —Murmuró Kongpob en respuesta mientras chocaba sus narices en un beso esquimal y disfrutando más de la cercanía de sus cuerpos. Llevó una mano hacia el rostro de Arthit para apartar los mechones que le cubrían y poder apreciar mejor sus rasgos. —Quiero aprovechar al máximo estos días a tu lado...

Antes de irme, quiso decir también, pero no quería entristecerse en ese momento. Ya podrían dejar la nostalgia y la tristeza para después.

Pero Arthit sabía a lo que se refería con esa frase. Él no quería estar nostálgico, aunque le era imposible. Abrazó a Kongpob de inmediato. Los días en su casa iban a ser eternos sin su novio para que lo estuviera molestando.

El menor correspondió ese abrazo de manera instintiva. Le abrazó como pocas veces lo había hecho antes, como si ya buscara decirle mira lo mucho que te extraño o ya me haces falta, pero también sigo aquí, no me he ido de tu lado. Sabía que pasar algo de tiempo separados por la distancia era algo que tarde o temprano tendría que suceder, pero su corazón se negaba a creer eso.

—Hey —llamó Kongpob con una pequeña sonrisa—, ¿tú quieres hacer algo mañana?

Él ya quería cambiar de tema. No le gustaba la nostalgia que empezaban a reflejar los ojos de su amado ni tampoco la que sentía en su corazón, así que mejor tomó su mano y besó sus dedos entrelazados.

—Uhm, podríamos ir a pasear cerca de aquí... No hay mucho, pero hay un parque que me gustaba mucho cuando era niño.

—¿Jugaremos juntos allí, amor? —Preguntó Kongpob con el entusiasmo de un niño, aunque esa pregunta en particular la había hecho con su ya usual tono sugerente.

Pero cuando Kongpob lo pensaba, su actuar como niño era porque últimamente se sentía como uno. El estar con la familia de su novio durante esa época del año era como revivir una infancia que nunca tuvo. No iba a hacer menos todos lo que vivió con su propia familia, eso era irreemplazable; pero las nuevas experiencias que obtuvo en tan pocas horas provocaron en él un sentimiento que, irónicamente, sólo podía comparar al de un niño en Navidad.

—Creo que aún quedan algunos juegos —el mayor mordió su labio para evitar reír, halando la mano de Kongpob que estaba entrelazada con la suya para que le rodeara por la cintura.

III. FrenesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora