Trece;

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Ruth

—¡Es que no me lo puedo creer! ¡Tenéis un morro impresionante!

Despertar con los gritos de mi madre, no era la forma ideal de empezar el viernes. Y todavía menos, habiendo salido la noche anterior. Sentía un leve martilleo en mi cabeza, por lo que la sujeté con una mano mientras me incorporaba ligeramente.

Mi madre había entrado en el cuarto, subiendo la persiana y abriendo la ventana, seguramente enfadada porque íbamos tarde; y dado el olor a alcohol que reinaba en la habitación, habría adivinado que la noche anterior habíamos salido.

Como mi habitación era la más cercana a las escaleras, encima, la primera a quién despertaba siempre tenía que ser yo.

—¡Miriam Doblas! —la escuché gritar, de nuevo, esta vez en el cuarto de mi hermana. —¡Haz el favor de levantarte!

Bostecé mientras me ponía en marcha. Era mejor hacerle caso, o me tocaría escuchar sus gritos de cerca, otra vez. Me colé enseguida en el baño, para darme una ducha rápida. Si Mimi quería ducharse, que lo hiciera en el baño de mamá.

Qué cabrona la tía. Se había ido en mitad de la noche sin decir nada. Bueno, al parecer, a Ana sí que le había dicho algo, y no me gustaba nada lo que le había comunicado. Se había ido a no sé qué bar a buscar a Miriam... ¿Qué coño hacía Miriam en un bar, si no salía nunca de fiesta? Cosas que se le escapaban a mi entendimiento. Pero bueno, por lo menos, yo había pasado una buena noche con Álvaro.

Ana se había quedado un poco apagada después de que Mimi se fuera. Seguramente le sabría mal que siguiéramos picadas, o que prefiriera irse con Miriam que quedarse con nosotros; porque Ana, aunque no dijera nada, era muy posesiva con nosotras dos, y a veces se le notaba. Pero bueno, que no pasaba nada, oye. Ana había estado con Álex y yo con Álvaro, y creo que hablo por las dos si digo que lo pasamos bien.

Y como estaba de resaca y me esperaban seis horas de clase, decidí no calentarme demasiado la cabeza aquél día. Ni con Miriam, ni con Mimi. Necesitaba darme un break con todo aquello. Madre mía, no llevábamos ni una semana enfadadas y ya se me estaba haciendo cuesta arriba que flipas...

Sonreí debajo del agua templada de la ducha. Mimi y yo éramos tan iguales, que si yo la echaba de menos, no me cabía duda de que ella también lo hacía. Pero como las dos éramos unas orgullosas de mierda, ninguna iba a reconocerlo.

—¡Sal ya o te vas andando al instituto! —gritó mi madre, golpeando la puerta del baño.

Rodé los ojos mientras que paraba el agua. La ducha me había sentado genial.


☽ ☾


—De verdad, ¡no sé cómo se os ocurre!—repetía mi madre, sin acabárselo.

—Mamá, cuidado con ese semáforo... —indicó Mimi, asustada, desde el asiento trasero.

Habíamos tenido un pequeño choque para ver quién iba delante, pero con los cuatro gritos que nos había pegado mamá para que nos montásemos ya en el vehículo, cada una había abierto la puerta que le quedaba más cercana.

—Un puto jueves... ¡Cuando tenéis clase a las ocho el día siguiente! ¿Queréis caer enfermas o qué? No sabéis el cabreo que me pilló anoche cuando llegué a casa y vi que no estabais en vuestras habitaciones... ¡No he pegado ojo de la mala leche! Y encima, cada una llega por separado, cuando mejor os viene, ¿no? Como si esta casa fuese un hotel...

Miré a Mimi por el espejito, disimuladamente. Ella también me estaba mirando a mí.

—Ya sé que te fuiste con Miriam, mamá no ha dicho nada que no supiera —le solté.

Game Over 🌙 || MIRIAM²Where stories live. Discover now