Cuarenta y dos;

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Ana

El pasillo era un caos.

Todos los alumnos de bachillerato, después del recreo, esperábamos a que nos abrieran la clase para poder entrar y hacer el examen de filosofía. Era el penúltimo de la semana, y ya teníamos ganas de hacerlo y podernos centrar en el último.

—¿Qué hacen, joder? —preguntó Ruth, sentada en el suelo. —Teniendo examen, podían haber abierto la clase antes para que la gente se sentara.

—Espero que nos deje más tiempo para terminarlo luego —añadí yo, apoyada contra la pared, justo entre ella y su hermana, que también estaba sentada. 

—¿Dónde está Miriam? —preguntó Ricky, mirando a lado y lado del pasillo.

—Habrá ido a buscar las llaves o al profe —respondió Roi, que estaba bastante inquieto, nervioso por el examen.

—Pf... Se masca la tragedia —comentó Mimi.

—¿Por qué dices eso? —le pregunté.

—Porque voy a suspender, tía.

—¿Qué dices? —rebatí molesta. —Si estuvimos toda la tarde en mi casa, con Roi, repasando. 

—Pero es que ahora no me apetece hacer el examen este. No tengo ganas de escribir un parrafón ahí. Me da puta pereza.

—A ver, Mimi —me puse una mano en la frente. —Si a ti te gusta filosofía. Y ayer lo llevabas mejor que nosotros, tía. Que tú eres vaga pero eres lista.

Mimi negó con la cabeza y suspiró.

—Si no llega en menos de cinco minutos me piro a casa.

Roi, Ruth, y yo, nos miramos escandalizados.

—No te pires, porque te van a poner un cero —intervino Ricky. —Te paso las chuletas por WhatsApp y copias.

Ruth bufó, sacudiendo su cabeza con reprobación, pero se mantuvo callada y mirando el móvil. A mí no me gustaba nada ver a Mimi en aquél plan, por lo que me arrodillé quedando enfrente de ella, y puse mis manos en sus piernas.

—Escúchame Mimi, estás teniendo un momento de crisis, pero esto es normal. Estamos llegando ya al final de la semana de exámenes, y estás saturada porque esta vez, has estado estudiando de verdad, y sin Miriam. Pero filosofía te gusta, y lo llevas bien. No necesitas las chuletas de Ricky para nada, en serio. Solo necesitas relajarte y confiar en que lo harás bien.

La rubia me miró, inclinando un poco la cabeza, y soltó el aire contenido.

—Venga, Mimi —insistí, sacudiéndola un poco, cariñosamente.

—Ya vienen —anunció Ricky, de repente. 

Miré hacia el principio del pasillo y vi a Miriam llegar con las llaves en la mano, secundada por Mireya. La gente se les echó encima para preguntarles cosas, pero Miriam no se paró hasta estar delante de la puerta y meter la llave.

—¡Callaos un momento, por favor! —gritó Mireya, por ella.

—Víctor ha tenido problemas con las fotocopias del examen, lo está solucionando y ahora viene —nos informó Miriam, mientras abría la puerta. — Mientras tanto, podemos irnos sentando y separando las mesas —añadió, en tono autoritario.

—¿Las fotocopias? Dicen de nosotros y ellos lo hacen todo a última hora —saltó Ruth, que nunca perdía oportunidad de soltar veneno por la boca cuando se trataba de los profes del instituto.

Aunque en aquello, tenía razón. A nosotros no se nos perdonaba nada, y en cambio, ellos se ponían a preparar los exámenes los cinco minutos antes de que sonara el timbre.

Game Over 🌙 || MIRIAM²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora