1. La Nota

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La catedrática Lauren Jauregui era una mujer importante, y no dejaba que nadie se olvidara de ello. Tras graduarse en Derecho con las mejores notas y los más altos honores, se sacó el doctorado dos años después. Ahora, con 37 años era la Catedrática de Derecho Penal más notable del país, y la estrella invitada en todas las conferencias a las que asistía. Le encantaba su trabajo como investigadora, y llevaba mucho mejor de lo que se había imaginado al ser la profesora de un montón de niños que no querían aprender en absoluto, aunque se había ganado fama de muy estricta y nadie le llevaba jamás la contraria, tenía claro que lo único que les interesaba a los alumnos en sus clases era si lo que les decía entraba o no en el examen. 

Pero ese año había topado con la horma de su zapato, Camila Cabello. Esa chica recién llegada, que acaba de empezar a estudiar ese mismo año, la estaba volviendo loca. Con 19 años y un cuerpo que quitaba el hipo, esa joven tenía un gran problema con la autoridad.

 Se pasaba sus clases preguntado todo con escepticismo, y era incapaz de asumir que había cosas que eran así y punto, aunque tenía que reconocer que verla entrar en clase con sus vestidos cortos veraniegos, que dejaban ver sus magníficas y redondas piernas, era toda una delicia, y los escotes que llevaba dejaban claro que sus pechos, grandes y redondos, estaban hechos para enterrar la cara en ellos y no volver a sacarla hasta cansarse de estrujarlos y lamerlos.

Con su media melena castaña, unas gafas cuadradas que no llevaba siempre y una verborrea incontrolable, entró ese día a su última clase. Lauren, como siempre, ya estaba sentado es su mesa, esperando a que entrara todo el mundo y se sentara, jamás empezaba a hablar hasta que la clase no estaba en sepulcral silencio.

Era viernes y ya habían hecho el examen final, los alumnos solo estaban allí porque Lauren no permitía ni una sola falta sin justificar a sus clases, provocaba el suspenso automático, pero hoy se sentía benevolente y cuando todos estuvieron callados en sus sitios dijo:

-Bueno señores, como todavía estoy corrigiendo sus exámenes, no hay mucho que podamos hacer. Les voy a entregar sus trabajos, recuerden que son el 40% de la nota, así que espero que hayan superado el examen, son un desastre. Sr López – le dijo a uno de los brillantes alumnos de primera fila – Entréguelos – le señaló los trabajos que tenía en un montón boca abajo encima de la mesa - Y cuando cada uno tenga su trabajo, pueden marcharse. Cualquier corrección o pregunta estaré en mi despacho de 7 a 8 para la revisión, pero espero que nadie me haga perder el tiempo si no es por una buena razón. Pondré las notas finales el lunes en el tablón. Que pasen un buen verano caballeros y señoritas, excepto a los que veré en julio por supuesto. Hasta pronto – Se levantó y se fue del aula dejando a todos ansiosos por ver las notas de sus trabajos.

Camila estaba que echaba humo. Después de haberse matado a estudiar para un examen que creía, le había salido perfecto y haberle dedicado al maldito trabajo más de un mes, la estúpida profesora Jauregui le había puesto un tres, un maldito tres. Vale, estúpida era una mala palabra para describir a aquella profesora. Alta, con la espalda ancha y fuertes brazos, que no lograba ocultar bajo las camisas que llevaba, los ojos de un brillante verde esmeralda. La primera vez que lo vio pensó que era la mujer más atractiva que había conocido nunca. Su presencia dura e intimidante, la ponía cachonda cada vez entraba en clase y la veía sentada en su mesa, y no era la única, en la facultad tenía un club de fans, a pesar de ser terriblemente impersonal y fría con sus alumnas. 

Reconocía que era una tía interesante, no excesivamente mayor, y tenía un sarcástico humor negro que siempre la hacía sonreír. Eso sí, los aires de superioridad que tenía y esos modales arcaicos, la cabreaban y la ponían muy nerviosa, pero en ese instante cuando apenas faltaba un cuarto de hora para que dieran las ocho, estaba dirigiéndose a su despacho alterada para exigirle que le cambiará la nota.

La facultad estaba prácticamente desierta, la biblioteca cerraba en quince minutos y ya habían acabado todos los exámenes, hasta julio. Sin embargo, ella caminó con decisión por los pasillos esperando que hubiera más gente dispuesta a enfrentarse a las malas notas que hoy les había puesto a casi todos. Cuando llegó a la puerta no había nadie, pero la luz encendida de su despacho confirmó que se encontraba allí dentro.

Contó hasta tres y llamó dando un par de golpes con los nudillos, no pensaba echarse atrás, aunque fuera la única capaz de enfrentarse a ella, su nota no era justa y lo sabía.

-Adelante – Escuchó que decía al otro lado. Respiró profundamente y entró.



Lecciones Privadas - Camren G!pWhere stories live. Discover now