Capítulo 6

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Miré para todos lados y caí en la cuenta de que Peter había desaparecido. De hecho, estaba tan ocupado escuchando la conversación entre Stan y Simon que no me di cuenta de que hacía ya rato que no estaba con nosotros.

Intenté retroceder en mis recuerdos, en el momento en el que estábamos detrás del árbol muerto, al otro lado de la acera. Allí recordaba haberle visto por última vez, después pensé que iba todo el rato detrás de Amie, pero no fue así.

-Volvamos al árbol muerto-Fue lo único que se me ocurrió decir.

Fuimos hacia allí y buscamos a Peter por todos lados. No estaba en el árbol. No estaba en ninguna parte. No supe qué hacer en esa situación, y mi conclusión final fue que lo había secuestrado Simon, hasta que oí un ruido detrás de nosotros.

Me di la vuelta y bajando por la calle se encontraba un monstruo de barro que caminaba con zancadas torpes hacia nosotros. Bueno, en realidad era Peter. Estaba totalmente pringado de barro, de pies a cabeza.

Tuve claro que mis carcajadas tuvieron que oírse retumbar por toda la ciudad, pero no lo pude evitar. Resultaba tan gracioso, incluso cómico.

Peter se quitó el barro de la cara y nos miró con fastidio.

-Lo sabía, si es que lo sabía-Murmuró agitando las manos para quitarse el barro-Que no meta en problemas, pero claro, no me hice caso. Y es que el mundo se ha puesto en mi contra para que todo lo malo me pasa a mí-Farfullaba hablando para sí mismo.

Amie se acercó a él rápidamente y le ayudó a quitarse el barro mientras yo me partía de risa.

-¡Es un monstruo de barro!-Exclamé limpiándome las lágrimas de la risa.

-El suelo estaba resbaladizo por la lluvia. Me caí encima de un charco de tierra-Explicó a Amie ignorándome por completo-.Creo que me he torcido el tobillo.

Stan, aun un poco sorprendido por el aspecto de Peter, se remangó las mangas de la camisa blanca (que pronto dejaría de serlo) y se acercó a Peter.

-Necesitas ayuda para caminar-Afirmó-.No creo que te resulte muy cómodo con esas pintas.

Stan se quitó la chaqueta y cubrió con ella a Peter, luego lo levantó en peso y lo cargó hasta casa con Amie y conmigo detrás.

Ya en casa, sentaron a Peter en el sofá del salón. Todos estábamos calados hasta los calcetines.
Stan no salió demasiado bien de todo esto. Todo su cuerpo estaba cubierto de agua, pero no parecía importarle y tampoco parecía pasar frío.

Amie, a parte de la ropa sucia y rasgada, tenía varios arañazos y moratones en las piernas, causados por la caída en el cementerio. Yo incluso había perdido uno de mis zapatos.
El ambiente de la casa, si ya era bastante deprimente por el desastroso día que habíamos pasado, estaba cargado de agua, barro y ojos cansados.

Mientras Stan iba en dirección al baño para provisionarse de toallas me acerqué a Peter.

-¿Estás cómodo princesita de barro?- Le susurré.

Peter me lanzó una fría mirada y giró la cabeza para otro lado.

-¿Por qué tienes que decir siempre cosas tan desagradables?-Amie, sentada al lado de Peter cubriéndole con una venda el tobillo, que estaba ligeramente inflamado, suspiró sin apartar la vista de su labor.

-¡Ja! Solo estaba intentando animar las cosas-.Respondí con la mejor de mis sonrisas.

Amie y Peter me miraban con el ceño fruncido y Stan, que había regresado del baño, me miraba con cara cansada.

-Eddy-Dijo limpiándose las manos con un pañuelo-.Todos estamos cansados.... y empapados. Ve a tu habitación a cambiarte de ropa y luego saca la basura ¿Vale? Amie ya está ayudándome.

-Está bien-Gruñí dándome la vuelta.

Subí las escaleras de dos en dos y entré en mi habitación, en la cual los libros, las prendas de ropa y demás cosas se distribuían por todas partes. Amie siempre me había regañado porque según ella, mi cuarto siempre estaba hecho un desastre y no se podía encontrar nada allí dentro. Le di una patada a una pila de ropa que se derrumbó a mis pies, qué estupidez.

Fui en dirección a mi cama y cogí una toalla para secarme el pelo con ella. Luego me quité el único zapato que llevaba y me puse unas botas, aprendiendo la lección. Agarré una sudadera y con la bolsa de basura en mano salí de casa.

El clima de aquella noche seguía siendo pésimo y el cielo estaba oculto detrás de una considerable capa de nubes grises. Por suerte ya no llovía y solo habían pequeños charcos de agua formados en el suelo. A pesar de eso, me cubrí el pelo con la capucha de la sudadera y caminé a paso ligero, pues hacía mucho frío.

Salté encima de unos cuantos charcos de agua, a modo de diversión. Intentaba calmarme por lo que había pasado antes, en el salón. Yo sabía muy bien que a los demás no les hacían demasiada gracia mis comentarios, según ellos "hirientes". En ningún momento pretendía ofender, solo intentaba...calmar un poco el ambiente tan abrumador que había en casa, pero al parecer no había hecho nada más que empeorar las cosas. Todos habíamos tenido un mal día, y yo solo quería encontrar algo divertido de todo eso. Pensé que lo recordaríamos como una anécdota transcendental que saldría en una conversación cualquiera en el futuro: "Ey, ¿te acuerdas de esa vez que Peter quedó bañado de barro? ¡Fue muy gracioso!" 

Eso es lo que yo pensaba que pasaría, sin embargo mi sentido del humor no es algo que podría entender todo el mundo.

El cubo de basura se encontraba al final de la calle Fleen, y tuve que darme prisa para no congelarme las manos. Levanté la bolsa por encima de mi cabeza y la metí con cuidado en el contenedor.

Iba a irme al momento, pero antes de darme media vuelta, tuve ese terrible presentimiento de que estaba siendo observado, como esa misma tarde en la tienda que abre los domingos. Esa sensación que notas cuando alguien está detrás tuyo. Me giré rápidamente, temiendo lo peor y se me heló la sangre. En la otra punta de la calle, donde había un cruce de caminos, allí en medio se encontraba el hombre del traje negro, Simon, mirándome a través de sus gafas oscuras. Sentí una punzada de pánico y no supe como reaccionar. Me quedé con los pies clavados en el suelo, mirando a ese desconocido, durante un momento muy corto en el que a mí me pareció que habían pasado horas.

Al fin, el hombre hizo un gesto con la cabeza, a modo de saludo, y se alejó por una calle hasta que lo perdí de vista.

Fue en ese momento cuando me di cuenta de que estaba aguantando la respiración. Espiré y exhalé un par de veces hasta que el corazón me volvió a un ritmo normal, luego me di media vuelta y caminé a paso ligero hacia casa, sin mirar atrás.

Desde ese momento me prometí a mi mismo no volver a salir solo de casa y de noche, y si llegase a darse el caso, traería conmigo una arma para poder protegerme si así lo requiriese la situación.

Era una promesa, y yo nunca incumplo las promesas.

YELLOWOOD [Editando]Where stories live. Discover now