Capítulo 22

29 1 0
                                    

Narra Amie

Me levanté de la cama de un salto y me dirigí hacia la ventana. Aparté las cortinas y miré al exterior. El campo invadido por la noche estaba desierto. Las ramas de los árboles del bosque negro se mecían por el viento. Me alejé de la ventana y me senté en la cama con la mano en el pecho, sintiendo cómo habían aumentado las pulsaciones de mi corazón.

-¿Qué ha sido ese rugido?-Me pregunté a mí misma espantada. 

En mi habitación volvió a reinar el silencio con el que había estado durmiendo hasta ahora, pero yo ya me había desvelado. Miré el reloj de la mesita. Eran las once y media de la noche, y yo me había quedado dormida sobre las diez, después de haber peleado con Peter y haberme encerrado en aquel cuarto. En realidad aún no habíamos decidido el reparto de habitaciones, y solo entré a una de ellas sin pensarlo demasiado. Estaba tan enfadada en ese momento que lo único que quería era estar sola.

Pasé un dedo por la mesita de noche y luego me lo miré. Estaba completamente negro, por lo que deduje que no lo habían limpiado en años. Menos mal que antes de acostarme en la cama me había asegurado de que no estuviera llena de bichos. El cuarto olía a cerrado, tenía algunas telarañas y solo contaba con la mesita, la cama, y un enorme armario al lado de la ventana que tenía la puerta atascada y no se podía abrir. A saber lo que había ahí dentro.

Me volví a incorporar de la cama y comencé a caminar de un lado a otro de la habitación con nerviosismo. Aun seguía enfadada con Peter, y Eddy se negaba a salir de su habitación, por lo que me encontraba sola en una casa llena de desconocidos, sin ningún apoyo más que el que podía darme a mí misma. 

Decidí ser valiente, todo esto era algo con lo que Amie Price podía lidiar. No necesitaba tener a Peter y Eddy para poder valerme por mí misma. Lo más importante en ese momento era encontrar a Stan pero, ¿Por dónde debería empezar? Pensé que lo mejor sería empezar investigando la manera de abrir el maletín negro. Me lo había traído a escondidas y lo había ocultado debajo de la cama. Pensé que sería la opción más acertada pero, ¿Qué pasaría si volvía a encontrarme con Choppy y Hoya?

-Tengo que aprender a defenderme-Dije pensando en voz alta-.No permitiré que ocurra de nuevo lo de la otra vez.

Recordé con pesambre aquella noche en la que había cogido por primera vez una escopeta. Las manos me temblaban y no podía apuntar con claridad a mi objetivo. Estaba demasiado asustada. Choppy y Hoya lo sabían, sabían que no era capaz de disparar a alguien. Luego pasó...eso. La escopeta se me escurrió de las manos y se elevó en el cielo sin que nadie la sujetase. Entonces se convirtió en una rosa roja de la nada y cayó en el suelo. ¿Cómo habían hecho eso? ¿Habían usado magia? Todavía me era difícil de creer, pero en el fondo sabía que era cierto. Si me los volvía a encontrar en el futuro tenía que estar preparada para enfrentarlos, y para ello tenía que aprender a disparar.



-¿Quieres aprender a usar un arma?

El señor Simon me miró sorprendido cuando entré en su habitación recién entrada la mañana pidiéndole que me enseñase a disparar. Sujetaba un gran libro en las manos, y cuando escuchó mi petición se le escurrió de las manos y cayó al suelo. Se apresuró a recogerlo y luego siguió mirándome con cara de asombro, y también con un poco de susto.

-Pero...¡Si tienes catorce años! ¿Qué va a hacer una niña como tú con una pistola en las manos?

-Estoy siendo muy seria señor. Quiero aprender a usar un arma por si vuelvo a encontrarme con los demonios de la mente. Quiero estar preparada.

El rostro de Leprand se volvió muy serio.

-No vas a necesitar usar un arma, sencillamente porque no vais a volver a encontraros con Choppy y Hoya. Mi deber es manteneros a salvo, por eso Stan me dejó a vuestro cargo.

-Pero señor, creo que es importante que pueda aprender a defenderme a mi y a mis hermanos...

-No se hable más, no voy a dejar que uses un arma. Fin de la conversación.

Salí del cuarto arrastrando los pies, completamente abatida. No había considerado el hecho de que Leprand iba a decir que no. En realidad era lo más lógico. ¿Qué adulto enseñaría a un niño a usar un arma? Tenía sentido que no estuviera de acuerdo, pero entonces, ¿Qué podía hacer?

Cuando bajé por las escaleras de caracol vi que Courtney me estaba esperando en el salón con los brazos cruzados y una sonrisa curiosa. Era la primera vez que la veía sonreír. Siempre había sido distante con nosotros y bastante seria, con una mirada de esas tan intensas que te hacen sentir incómodo con su presencia.

-¿Así que quieres aprender a usar un arma?-Me preguntó.

-¿Has estado escuchando mi conversación con Leprand?

-Yo he preguntado primero.

Miré hacia el suelo algo avergonzada. 

-Bueno, la verdad es que sí.

Ella siguió sonriendo.

-Bien, mi turno. Sí, os he estado escuchando por detrás de la puerta desde que Simon habló por primera vez con vosotros. Os ha estado contando sobre los Silkes, los demonios de la mente y todas esas chorradas, ¿Verdad?

-¿Es que tú no le crees?

-¿y tú? 

-Sí que son reales, yo los he visto. Vi a los demonios de la mente llevarse a Stan. Lo único que les bastó fue chasquear los dedos y...¡Puf! Desaparecieron.

Le conté todo lo que nos había pasado en el cementerio. Intenté acompañar mi explicación con chasquidos y movimientos de manos, simulando el viento y las ramas de los árboles, para que le quedase más claro, pero puso la misma cara rara con la que miraba a Eddy la primera vez que nos conocimos, por lo que supuse que no debería de estar creyéndoselo del todo.

-Sé que esta ciudad es un poco rara, pero no creo que sea para tanto. Seguro que te diste un golpe en la cabeza y lo soñaste todo-.Afirmó dándolo por hecho.

-¡Mi cabeza está perfectamente! ¡Y estoy segura de que Leprand dice la verdad!

-Si eso es lo que tú crees no te lo voy a recriminar. En mi opinión son fantasías suyas, siempre ha tenido mucha imaginación, aunque no tanta como Stan, él si que sabía contar buenas historias.

-¿Conocías a mi tutor?-Pregunté de nuevo, cada vez más sorprendida.

-Si, pero nos estamos desviando del tema. ¿No querías que alguien te enseñase a disparar?-Me preguntó acercando su cara a la mía y mirándome con esos ojos de búho tan grandes. Bajé mi mirada incómoda y contesté:

-Si que quiero, ya te lo he dicho, pero Leprand se niega a enseñarme.

-¿Y quién ha dicho que tenga que ser Simon el que te enseñe? Yo puedo hacerlo-.Dijo señalándose a sí misma muy orgullosa.

-¿Tú...sabes disparar?-Pregunté no muy convencida.

-Por supuesto, tengo una buena puntería. Siempre guardo una pistola y un arco en el cajón que tengo en mi escritorio para practicar sin que Simon se entere.

-La verdad es que no estoy muy convencida...

-No te preocupes, estás delante de una experta. Estaré atenta en todo momento para que no ocurra ningún desastre. Aprenderás enseguida.

Ella parecía mucho más emocionada que yo, pero la verdad es que yo no sabía que responder. No me hacía demasiada gracia desobedecer a Leprand, pero no tenía otra alternativa si quería aprender a protegerme y sobre todo, poder proteger a mis hermanos.

-Vale, está bien-Accedí con los brazos cruzados-.Puedes ayudarme a practicar, pero a cambio te pido que no se lo digas a nadie, estaré en problemas si alguien más se entera de lo que estamos haciendo.

Ella asintió con ilusión. Ya no parecía la chica seria y distante de antes, por lo que deduje que ahora tenía más confianza conmigo, y eso me alegró. Courtney me rodeó un brazo.

-Tú y yo vamos a ser grandes amigas-Me dijo.





YELLOWOOD [Editando]Where stories live. Discover now