Cap. 2.2

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--------> Guardo mi guitarra en su funda y salgo corriendo rumbo a la dirección que marca la tarjeta que me entregó el señor elegante. Habiendo pasado exactamente 8 minutos comienzo a estresarme por no encontrar la calle. Giro en una, luego en otra hasta que doy con ella. Ahora solo debo buscar el número 69. Veo de nuevo la hora y marca 11:57. Comienzo a correr hacia adelante en busca del dichoso número 69. Es inevitable no notar que comencé a sudar por tanto correr. Me limpio mi frente y cuento mientras voy pasando, 59,61,63,65,67...sucede lo peor. Una enorme sensación de frío cubre mi pecho y se va escurriendo hacia mi estómago. Me doy cuenta que la sensación es de color café y a juzgar por lo poco que queda salpicado en mi labio superior, podría jurar que es chocolate.

-¡Tienes que estar bromeando!- le grito, aunque solo se lo pude decir a su nuca, corrió con la misma velocidad con la que chocó conmigo. Alcancé a ver que perseguía a alguien antes de girar en la esquina.

Me quiero morir. Justo ahora es el momento en el que tengo la reunión más importante de mi vida y luzco lo opuesto a impecable. Mi camisa rosa ahora luce una enorme mancha color café al centro. Rápidamente me desabrocho cada botón hasta quedar completamente desnudo del torso. Me desamarro la chamarra que traigo en la cintura y me la coloco. Arrojo al bote de basura aquella camisa rosada que tanto me gustaba.

Volteo mi mirada al lado izquierdo y observo un edificio alto, imponente y gris con un número 69 en la entrada. Me dirijo hacia la puerta sin ninguna prisa ni noción del tiempo ya. Toco el timbre y una voz femenina sale de la bocina.

-¿Quién es?- dijo la mujer.

-Jamie-.

-¿Jamie qué?- me devuelve.

-Jamie García, estoy aquí por un casting. Me invitó...- antes de que pudiera terminar de revisar la tarjeta para recordar el nombre del señor elegante, la enorme puerta negra de casi dos metros de altura y con decorados metálicos se abre con un chirrido.

La empujo y noto que en verdad es pesada. Al abrir me encuentro con una amplia y muy bien iluminada recepción. Por un momento sentí que entraba a alguna clase de hotel cinco estrellas, a juzgar por el mármol del piso y de los pilares. Avanzo unos pasos hacia el ancho escritorio justo en medio del salón. No hay nadie sentado, ni ninguna clase de muestra de vida en el lugar, sólo una pequeña hoja de papel por encima del mueble: "Casting piso 7". Detrás del escritorio hay una larga y elegante escalera que envuelve a un elevador. Llamo a éste presionando la flecha que apunta hacia arriba y en unos pocos segundo se abren las puertas. Al ingresar percibo el mismo olor a perfume aunque un poco más intenso que el de la recepción. Presiono el botón 7. Salgo y escucho un murmullo de voces que proviene de una fila de chicos formados a lo largo del pasillo, platican muy felices entre ellos esperando afuera de un par de puertas. No se me ocurre otra cosa más que formarme atrás del que creo el último de la fila.

-Qué extraño- me digo a mí mismo. Me percato de que todos ellos llevan un atuendo muy peculiar, por no llamarlo de otra forma. Algunos están sin camisa; otros usan shorts demasiado cortos y ajustados que dan la impresión de ser ropa interior; otros llevan alguna clase de arnés y ropa de cuero negro con estoperoles o decorados metálicos, como los de las puertas de la entrada. -Quizás sea para alguna clase de performance musical-.

El chico enfrente de mí solo lleva un pequeño calzón de látex.

-¿Qué clase de música cantará?-

Se abren las únicas puertas del lugar y sale un chico asiático bastante bien parecido seguido de una mujer mucho más pequeña que él y con una linda melena pelirroja. Parece una cachorra de león.

Sugar BowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora