Cap. 18.2

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----->  -A kilómetros se ve que te mueres por él. ¿Por qué no lo invitas a salir? -

-Pero no puedo, no me atrevo- me dice con una voz aún más infantil.

-Eres el primero que está ahí dándome consejos de amor ¿y ahora me sales con esto?-

-Lo sé, soy un fiasco-

-No lo eres. Sólo tienes lo que todos- me mira. -Vergüenza a evidenciarte. A expresar lo que realmente sientes- no me responde pero se queda reflexionando lo que le dije viendo cómo Ethan intenta afinar el piano del salón.

-¿Qué es eso?- me toma de la muñeca y observa con detalle el reloj que me acaban de regalar.

-Me lo dio Max ¿No es el más tierno?- le digo perdido en mis pensamientos recordando el momento en que me lo dio.

-Está muy lindo- me dice jugando con las cuentas de la pieza.

-Por favor a sus asientos- dice la profesora entrando. -Vamos a seguir trabajando en sus proyectos. Por favor reúnanse con sus equipos-

Me dispongo a sacar mis anotaciones de la canción y siento como DeeDee se cuelga de mi brazo petrificado viendo al frente. Ethan se aproxima. Nos sonríe dejando ver su brillantez frenillos.

-¿Cómo están?- nos dice calurosamente.

-Bien ¿y tú?- le respondo. DeeDee sigue helado.

-¿Estás bien?- le dice intentando hacerlo reaccionar. DeeDee tiene los ojos enormemente abiertos y parece no parpadear.

Le pico la costilla. -Te hablan- ahora reacciona.

-Sí, sí, ¿sí? sí- le responde. -Sólo estaba distraído- su mano sujeta la mía y no deja de temblar.

-Cálmate, todo está bien- le digo entre dientes intentando calmarlo.

-Bien, entonces sigamos con el proyecto. Hice unos nuevos arreglos a la música. ¿Les gustaría escucharlos?-

-Claro- le digo. DeeDee sólo asiente con la cabeza. De nuevo, petrificado.

Los tres trabajamos en la canción con verdadera dedicación. Ethan elogia mi letra y platicamos de nuestros sueños en común de convertirnos en músicos algún día. DeeDee sólo se quedó sentado mirando a Ethan. Conmovido por su deseo decido echarle una mano.

-Oye Ethan, ¿estás libre esta tarde?-

-Mmm sí, supongo que sí. ¿Por?-

-DeeDee y yo quisiéramos invitarte a cenar a la casa, ¿qué dices?, ¿te animas?-

-Claro-

-Perfecto. Te vemos a las 7. Te mandamos la dirección a tu cel- y partimos.

Estoy como loco en los pasillos buscando ese alegre gorrito de navidad que pone de buenas a cualquiera. Al fin, lo distingo entre otro grupo de chicos altos saliendo del laboratorio de ciencias. Lo veo con él. Ambos se separan. Pero antes se dan un ligero abrazo. Raro si me preguntan. Aunque bueno, entre ellos no tanto. Max camina, tiene la cabeza mirando al piso y se frota los ojos. Le grito su nombre y agito mi mano en el aire alegremente. No puedo contener la emoción de decirle que sí. Que muero de ganas de salir en una cita con él.

Lo veo levantar la cabeza, tiene los ojos irritados y me mira de la manera más rara en que me ha visto. Tengo un mal presentimiento.

-Hola Max, te estaba buscando, me quedé muy impaciente por nuestra última conversación- lo abrazo fuertemente como suelo hacerlo pero no lo corresponde. No sólo eso, su cuerpo empieza a temblar ligeramente. Me doy cuenta que se ha soltado a llorar. -¿Te encuentras bien?- le digo en verdad preocupado. Me toma de los brazos y me separa de él.

-Descuida. No tienes que decir nada más-

-¿Eh? Pero si precisamente te buscaba para responderte tu pregunta...-

-Descuida, ya sé la respuesta. Ahora por favor, no lo hagas más doloroso para mí. Andy ya me explicó todo- secándose los ojos. Le quedan más rojos aún por tallarlos con fuerza.

-¿Eh?, ¿Cómo que todo?, ¿De qué me hablas?-

-Ahora lo entiendo, pero ¿sabes?, me hubiera gustado que me lo dijeras desde un principio y no jugaras conmigo. No te voy a mentir, estoy herido-

-Te juro que no sé de qué me hablas- comienzo a sentir húmedos mis ojos.

-Ya no me interpondré más entre ustedes. Les deseo la mayor de las alegrías. Al final, eso es lo que más me importa, que tú estés bien, que seas feliz-

-Pero yo quería decirte que...- me abraza fuertemente y me besa la frente con dulzura. Es como si se despidiera de mí.

-Cuídate niño lindo- me dice con una voz callada y temblorosa. Max parte a mis espaldas y me quedo ahí sin poder moverme, sin poder decir nada y sin siquiera entender qué rayos acababa de pasar. Toco una y otra vez el regalo de Max, es como si intentara despertarlo para pedirle respuestas. No dice nada.

Escucho unos pasos acercarse y sus brazos me toman y estrujan suavemente intentando reconfortarme.

-Lo vi todo. De verdad lo siento- ni las palabras de consuelo de Brook le devuelven la fuerza a mi cuerpo para poder reaccionar. -¿Necesitas algo?, ¿quieres hablarlo? ¿te traigo agua?- niego con la cabeza aún envuelto en sus brazos. Un fuego comienza a crecer dentro de mí al recordar lo que dijo Max de Andrew. Me imagino su cara y mi respiración comienza a acelerarse, digo su nombre fuertemente y cierro mis puños. Como cohete me safo de Brook y salgo corriendo. Lo quiero asesinar.

-¡No espera¡ No hagas una tontería- me grita Brook al ver la rabia con la que me voy.

Busco salón por salón hasta que lo encuentro. Me asomo por la pequeña ventana de la puerta y ahí está él. Tan pacífico, como si nada lo pudiera perturbar. Pues se equivoca esta vez. Abro violentamente y dejo azotar la puerta. Se hace un silencio sepulcral en el lugar. Todos me miran. El profesor es el más espantado de todos.

-¿Cómo pudiste?- le grito desde el frente. ----->

Sugar BowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora